miércoles, 11 de febrero de 2015

febrero 11, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Don Añilio, caballero de edad muy avanzada, fue a un lupanar o mancebía y requirió los servicios de una daifa. Ya en el cuarto donde tendría lugar la acordada coición las dos partes contratantes procedieron a despojarse de su respectiva vestimenta. La mujer notó algo en la región sur de su maduro cliente, y le dijo: “Trae usted mucho talco ahí, señor”. “No es talco, linda -respondió con voz feble don Añilio-. Es yeso. Ahora le voy a poner agüita”. Don Algón recibió una llamada telefónica en su oficina. Cierto amigo suyo le anunciaba que estaba de visita en la ciudad. “Te invito a cenar esta noche en mi casa -le dijo el ejecutivo al que llamaba-. Ya conoces a mi esposa; a ella le dará mucho gusto verte de nuevo. Te esperamos a las 7”. Esa tarde don Algón llegó a su casa a las 5. Cuando entró oyó ruidos extraños en la alcoba. Subió y encontró en la cama a su mujer y al visitante. “¡Mal amigo! -gritó hecho una furia-. ¡Aleve, desleal, traidor, canalla, etcétera!”. Antes de que el sujeto pudiera dar réplica a esos inris la señora de don Algón le dijo a su marido en tono de reproche: “¡Cómo eres egoísta, esposo! Tú me tienes todos los días, y él viene solamente una vez al año”. Un señor pasó a mejor vida por una sobredosis de Viagra. ¡Lo que batallaron para cerrar el ataúd!... Una margarita del jardín entró en un bar. El barman, asombrado, le dijo a la flor: “¿Sabías que tenemos una bebida que se llama como tú?”. “¿En serio? -se alegró la margarita-. ¿De veras tienen una bebida que se llama Juanita?”. Señores del gobierno: los exhorto con los más vivos acentos a frenar el caos que reina en el país, o al menos a sistematizarlo de tal modo que sea un caos organizado. Exhórtolos en igual manera a contener la anarquía, y a darle un gobierno establecido. La anarquía y el caos se han enseñoreado de buena parte del territorio nacional. No son pocos los países -692 según la última cuenta- en los cuales se ha pasado del desorden social a un gobierno caudillista, demagógico y autoritario, o de plano a una dictadura militar. Lo peor de ese rompimiento con la democracia es que se ha dado en medio del beneplácito de los ciudadanos, hartos ya de la corrupción, la ilegalidad y la violencia. México no está vacunado contra esa eventualidad, a pesar de su ya larga tradición de gobiernos civiles que han podido terminar su período constitucional. Si se quiere que eso continúe es necesario que el estado no abdique del uso legítimo de la fuerza, so riesgo de ser rebasado y de ver acotadas gravemente sus posibilidades de acción. Esto que digo no es un llamado al autoritarismo, y menos todavía -lejos de mí tan temeraria idea- una convocatoria al ejercicio de la represión. Es una demanda cívica de aplicación recta de la ley, de instauración del orden jurídico ahí donde éste ha sido quebrantado definitivamente. Si las cosas siguen como van no podré garantizar que las cosas sigan como van. Frase gatopardiana es la última de tu farragosa perorata, inane columnista. Te exhorto entonces -también con los más vivos acentos- a que regreses al ameno sendero del humor, para que ya no pongas aburrimiento, tedio, hartazgo, irritación, hastío, cansancio o estragamiento en la República. Sobre todo estragamiento. Narra un chascarrillo final y luego haz mutis con la elegancia con que lo hacía Christopher Plummer, aquel actor que dijo alguna vez: “Pertenezco a la segunda profesión más antigua del mundo”. El doctor Ken Hosanna le iba a practicar la vasectomía a un individuo. Sucedió por desgracia que el bisturí se le resbaló, y con él le cortó al paciente uno de los testes, dídimos o compañones. Antes de que el sujeto se diera cuenta de lo sucedido el cirujano procedió a implantarle rápidamente una cebollita de las que tenía en su consultorio para sazonar sus sándwiches a la hora del lunch. Pasaron unos meses, y cierto día el facultativo se topó con el tipo en la calle. No sin inquietud le preguntó: “¿Cómo le ha ido con la operación que le hice?”. “Bastante bien doctor -respondió el hombre-. Pero he notado algunos efectos secundarios: ahora cada vez que hago pipí los ojos me lagrimean, y cuando mi esposa y yo hacemos el amor a ella le dan agruras”. FIN.