martes, 13 de enero de 2015

enero 13, 2015
Carlos Loret de Mola Álvarez / 13-I-15

El ataque criminal contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo, en el que fueron asesinadas doce personas, ha provocado una ola mundial en defensa de la libertad de expresión.

La respuesta de la sociedad francesa y europea ha sido casi unánime y la movilización, ejemplar. En México se han producido manifestaciones de solidaridad.

Irónico que aquí la frase “Yo soy Charlie” se abrace con tanto entusiasmo mientras se calla ante ataques arteros a la libertad de expresión en nuestro país. 


En algunos territorios periodísticos existe una defensa a ultranza de la libertad de expresión… para quienes piensan igual o pertenecen a la misma cofradía ideológica, política o de intereses económicos empresariales.


Curiosa su defensa de la libertad, en la que justifican y aplauden la intolerancia y los ataques a periodistas cuando son cometidos por sus afines: desde linchamientos de líderes políticos contra sus críticos hasta las vejaciones y humillaciones orquestadas por grupos magisteriales contra periodistas que no se pliegan a su propaganda.

Quienes piensan como ellos son héroes de la libertad. A quienes piensan distinto no les otorgan ese derecho.

“Yo soy Charlie”, exclaman con la misma emoción con que defienden a sus cofrades, a sus camaradas, a sus gemelos ideológicos, a sus compañeros de militancia.

Y hasta ahí llegan.

Algunas y algunos periodistas mexicanos, campeones de la corrección política, defienden la bandera de las víctimas mientras alimentan el pensamiento de los victimarios. A veces lo hacen por convicción propia y a veces por intereses de camarilla o por impulsar las posiciones del grupo económico que los cobija.

Por ello, en realidad su grito es de intolerancia, de acatamiento del pensamiento autoritario que dicta lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto e imparte bendiciones a quienes se ajustan a sus cánones y maldiciones, y desde una superioridad moral autoasignada, condenas a quienes se niegan a hacerlo. Igual que los terroristas que intentaron acallar con balas la crítica.

Durante las manifestaciones en Francia, muchos se expresaron en contra de la posición editorial de Charlie Hebdo, pero marcharon para defender el derecho de los colaboradores del semanario a caricaturizar lo que opinan. Libertad de expresión en serio, pues.

En los países con mayor tradición democrática se discuten los límites de la libertad, el derecho a la ofensa, al insulto, lo sagrado del derecho a opinar, satirizar y mofarse de lo público. Lo que no está a discusión es que resulta absolutamente inaceptable la violencia contra quien sea por expresar públicamente su visión del mundo, su opinión, su ideología, su parecer.

Ojalá en México se entendiera eso. Los fanatismos son por naturaleza opuestos a la democracia porque no aceptan la existencia de maneras distintas de pensar. Quienes no comparten su doctrina merecen ser acallados y si no, eliminados.

SACIAMORBOS: Los nombres los pone usted.

carlosloret@yahoo.com.mx