lunes, 19 de enero de 2015

enero 19, 2015
MASH

La política es un arte, digo un arte, porque cada uno la pinta como quiere, usa los colores que quiere, y la dibuja como quiere. Aunque el diccionario tenga una sola definición para ella


La política (del latín politicus y ésta del griego antiguo πολιτικός 'civil, relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano') es una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por mujeres y hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común. Siguiendo con esta definición la política es el ejercicio del poder que busca un fin trascendente. Ésta promueve la participación ciudadana ya que posee la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para promover el bien común.

La definición es bien clara, aunque algunos políticos tendrían que tomar el mata burros y leer su definición otra vez –aunque ofrecemos su definición en las líneas arriba escritas, por si no saben usar un mata burros-.

Pero volviendo al Arte de la política, la llamamos arte, no por el arte en sí, sino porque algunos políticos se pintan solos. Tal es el caso del presidente municipal.

El hombre en cuestión llego a la presidencia municipal como salvador, el reivindicador de la justicia política, llegaba con la misión de exorcizar la alcaldía de los terribles males impuestos por los rojos. Pero eso nunca sucedió.

Quiso ser el omnipotente dueño de la verdad, una verdad que muchos compraron, y que ahora no saben a quién vender. Fue el dueño de la verdad, hasta que la verdad se transformó en ilusión, la ilusión en obsesión y la obsesión en mentira.

Nunca escuchó lo que debía, solamente lo que quería escuchar, y su entorno le construyó un mundo irreal, y en ese mundo, la fabulación  fue una constante.

Pero toda historia tiene un fin, y por ende, los personajes que la integran también. Hoy llegó el fin de la fábula del Sr. Presidente Municipal, la historia que él mismo escribió lo sitúa al borde del abismo, de donde indefectiblemente caerá, transformándose en un cadáver que ni propios ni ajenos recogerán del fondo del barranco.