sábado, 17 de enero de 2015

enero 17, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


La linda novicia del convento fue asaltada sexualmente en el cuarto de herramientas por el joven y fogoso jardinero. Al terminar el trance el muchacho, arrepentido y lleno de remordimientos, le suplicó a la monjita: “¡Por favor, hermana, no vaya a contarle a la madre superiora lo que hice! ¡Perderé mi trabajo!”. “Lo siento mucho -respondió ella con voz firme-. Un deber de conciencia me obliga a decirle a la reverenda madre lo que sucedió. Tendré que informarle que me asaltaste dos veces. Claro, si no estás muy cansado”... Dijo un agente viajero: “No sabía yo hasta qué punto me ama mi esposa. Cuando estoy en la casa lo deja todo para atenderme. A cada momento suena el teléfono y alcanzo a oír una voz de hombre. Mi mujer siempre les dice: ‘Hoy no puedo. Mi marido está en casa’”... Me pregunto si habrá en el mundo otro país donde la política sea tan cara como en México. La gente del Potrero habla de la cabra, y dice de ella que en el campo es muy latosa y en la bolsa muy ruidosa. Alude a las molestias y fatigas que el pastoreo de la cabra trae consigo, pero de los buenos dineros que rinden la venta de su leche y sus cabritos. Los mexicanos podemos decir lo mismo acerca de la democracia: es muy latosa y muy ruidosa. No hace mucho tiempo empezamos a caminar por esa senda que nos era desconocida: la del ejercicio democrático. Aún vamos por ella con paso vacilante; frecuentemente tropezamos y caemos, o extraviamos la vereda, y no son pocas las veces en que esa vía, la de la democracia, lleva a los cargos públicos a gente descalificada, como lo mostró con trágica evidencia el caso de Iguala. Tampoco estamos libres de que la democracia nos haga tener en el futuro un gobierno antidemocrático semejante al de Venezuela, dicho sea con el mayor respeto para ese pueblo hermano, pero con respeto bastante moderado para quien lo gobierna.  Sin embargo no creo exagerar si digo que todo eso es preferible a regresar a los pasados tiempos, los del predominio priista, una dictadura las más de las veces benévola, eficiente y bien organizada, pero en el fondo -y también en la superficie- conculcadora de las libertades cívicas, con aquel presidencialismo absolutista, omnímodo, y aquellos súbitos zarpazos como el del 68 o el 71. Aun así nos resulta irritante el alto costo que la democracia representa ahora para nosotros, contribuyentes cautivos, por no decir que presos. Tenemos partidos riquísimos en un país paupérrimo; la burocracia electoral es excesiva y cara, y muchas veces sus órganos son poco confiables, pues por su estructura y organización han acabado por representar más a los partidos que a los ciudadanos. Así, debemos luchar por ser un país con más y mejor administración y menos politiquería, pues -por citar un solo caso de lo costosa que nos resulta la democracia- el precio que pagamos por las elecciones llega a alcanzar alturas de estratósfera. La estratósfera es una zona de la atmósfera situada por encima de la troposfera y separada de ésta por una capa de transición llamada tropopausa. Su altitud varía, pero puede situarse entre los 11 y los 30 kilómetros de altura. Se caracteriza por. (Nota: Nuestro estimado colaborador se extiende por 24 fojas útiles y vuelta en la detallada descripción de la estratósfera, relación que, aunque muy ilustrativa, nos vemos en la penosa necesidad de suprimir por falta de espacio, y también porque no tiene ninguna chingada relación con el asunto de que se trata)... La esposa de don Madano les contó a sus amigas: “Mi marido está permanentemente atado a un aparato que lo mantiene con vida. El refrigerador”... El Hombre Lobo llegó a su casa. Al entrar golpeó la puerta con violencia y apartó furiosos puntapiés al perro que salió a recibirlo y al gato que dormitaba en un tapete de la sala. Luego arrojó al suelo el saco y la cachucha y se dejó caer, gruñendo, en un sillón. Le preguntó su esposa: “¿Te sirvo la cena?”. “¡No quiero ninguna cena! -rebufó el licántropo-. Como si cocinaras tan bien. ¡Déjame en paz!”. En eso se acercó su pequeño hijo. “Papi -le dijo con voz tímida-. ¿Me ayudas con la tarea?”. “¡Qué tarea ni qué tarea! -bramó el Hombre Lobo-. Hazla tú mismo, como la hacía yo. No me molestes. ¡Lárgate!”. La señora se asomó por la ventana. Había luna llena. “Ya veo -le dijo con un suspiro resignado a su marido-. Estás en tus días”... FIN.