jueves, 25 de diciembre de 2014

diciembre 25, 2014
CIUDAD DEL VATICANO, 25 de diciembre.- El Papa Francisco condenó la "persecución brutal" de los insurgentes del Estado Islámico contra las minorías en su mensaje de Navidad del jueves e instó a no tener una actitud indiferente ante el sufrimiento de muchas personas en todo el mundo.
Bendición navideña del Papa.

Miles acudieron a la Plaza de San Pedro para oír la bendición y el mensaje "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo) del papa argentino, marcando la segunda Navidad desde su elección el año pasado.

Más de 100 mil personas se congregaron en la plaza de San Pedro para la tradicional bendición del Papa el día de Navidad. "Jesús salvó a muchos niños víctimas de la violencia, objeto de trata y tráfico ilícito de personas, u obligados a convertirse en soldados. Demasiados niños son abusados." (Fotos Repubblica)


El Pontífice usó palabras muy fuertes para recordar a los niños que "murieron antes de ver la luz," y los "abusos y explotación que se prpetran bajo nuestros ojos y nuestro silencio cómplice". "Y - añadió - los niños masacrados: su silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes."

Francisco también pidió la finalización de los conflictos en los países africanos, llamó al diálogo entre los israelíes y los palestinos, condenó el ataque de los militantes talibanes en el que murieron más de 130 estudiantes en Pakistán la semana pasada y agradeció a los que ayudan a las víctimas de la epidemia del ébola.


Pero se reservó las palabras más duras para defender a las víctimas de los combatientes del Estado Islámico que han matado o desplazado a musulmanes chiítas, cristianos y otros en Siria e Irak que no comparten la ideología del grupo.

«Son las personas humildes, llenas de esperanza en la bondad de Dios, las que acogen a Jesús y lo reconocen […] ¡Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos!». Lo dijo Papa Francisco en el mensaje navideño ‘Urbi et Orbi’ (a la ciudad de Roma y al mundo), pronunciado a mediodía desde la logia central de la Basílica de San Pedro.

"Para él, el Salvador del mundo, le pido que guarde a nuestros hermanos y hermanas de Irak y de Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos del conflicto que aún perdura y, junto con los pertenecientes a otros grupos étnicos y religiosos, sufren una persecución brutal", dijo.

"Que la Navidad les traiga esperanza, así como a tantos desplazados, prófugos y refugiados, niños, adultos y ancianos, de aquella región y de todo el mundo", sostuvo.

El papa, de 78 años de edad, habló desde el mismo balcón de la Basílica de San Pedro desde el que se presentó por primera vez como pontífice en la noche de su designación, el 13 de marzo del 2013.

Francisco pidió que llegue la paz a todo el Medio Oriente, empezando por la Tierra Santa, y expresó su deseo de que sean apoyados «los esfuerzos de los que se comprometen activamente en el diálogo entre israelíes y palestinos».

«Verdaderamente, hay muchas lágrimas en esta Navidad -concluyó Papa Bergoglio-, junto a las lágrimas del Niño Jesús. Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en los tantos corazones que sufren guerras, persecuciones, esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia, esa globalización de la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo: ‘Nuestros ojos han visto a tu Salvador’».

El Papa Fue recibido con los cantos de los fieles reunidos para el mensaje, que cantaban: "¡Se ve, se siente, Francisco está presente!". Después el Papa escuchó los himnos de Italia y del Vaticano respectivamente.

"Que la indiferencia se transforme en cercanía y el rechazo en acogida, para que los que ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a los rigores del invierno, puedan regresar a sus países y vivir con dignidad", dijo, hablando en italiano.  

En la víspera de Navidad, Francisco hizo un sorpresivo llamado telefónico a los refugiados cristianos en un campo de Ankawa, Irak. "Ustedes son como Jesús en la noche de Navidad. Para él tampoco había lugar (...)", les dijo.

El papa tiene un año muy activo por delante, con viajes planeados a Asia, África, América Latina y Estados Unidos.

Otro proyecto clave para el 2015 es la reforma de la Curia, la administración central del Vaticano. El lunes, en los saludos navideños a los principales administradores del Vaticano, Francisco hizo una punzante crítica de la burocracia vaticana.

Mensaje urbi et orbi del Papa Francisco en la Navidad 2014

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!

Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, nos ha nacido. Ha nacido en Belén de una virgen, cumpliendo las antiguas profecías. La virgen se llama María, y su esposo José.

Son personas humildes, llenas de esperanza en la bondad de Dios, que acogen a Jesús y lo reconocen. Así, el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, que fueron corriendo a la cueva y adoraron al niño. Y luego el Espíritu guió a los ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén, y reconocieron en Jesús al Mesías. «Mis ojos han visto a tu Salvador – exclama Simeón –, a quien has presentado ante todos los pueblos» (Lc 2,30).

Sí, hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos.

Para él, el Salvador del mundo, le pido que guarde a nuestros hermanos y hermanas de Irak y de Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos del conflicto que aún perdura y, junto con los pertenecientes a otros grupos étnicos y religiosos, sufren una persecución brutal.

Que la Navidad les traiga esperanza, así como a tantos desplazados, prófugos y refugiados, niños, adultos y ancianos, de aquella región y de todo el mundo; que la indiferencia se transforme en cercanía y el rechazo en acogida, para que los que ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a los rigores del invierno, puedan regresar a sus países y vivir con dignidad. Que el Señor abra los corazones a la confianza y otorgue la paz a todo el Medio Oriente, a partir la tierra bendecida por su nacimiento, sosteniendo los esfuerzos de los que se comprometen activamente en el diálogo entre israelíes y palestinos.

Que Jesús, Salvador del mundo, custodie a cuantos están sufriendo en Ucrania y conceda a esa amada tierra superar las tensiones, vencer el odio y la violencia y emprender un nuevo camino de fraternidad y reconciliación.

Que Cristo Salvador conceda paz a Nigeria, donde se derrama más sangre y demasiadas personas son apartadas injustamente de sus seres queridos y retenidas como rehenes o masacradas. También invoco la paz para otras partes del continente africano. Pienso, en particular, en Libia, el Sudán del Sur, la República Centroafricana y varias regiones de la República Democrática del Congo; y pido a todos los que tienen responsabilidades políticas a que se comprometan, mediante el diálogo, a superar contrastes y construir una convivencia fraterna duradera.

Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y trata de personas, o forzados a convertirse en soldados. Que consuele a las familias de los niños muertos en Pakistán la semana pasada. Que sea cercano a los que sufren por enfermedad, en particular a las víctimas de la epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea.

Agradezco de corazón a los que se están esforzando con valentía para ayudar a los enfermos y sus familias, y renuevo un llamamiento ardiente a que se garantice la atención y el tratamiento necesario. Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo ilumine hoy nuestros corazones, para que podamos reconocer en el Niño Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, la salvación que Dios nos da a cada uno de nosotros, a todos los hombres y todos los pueblos de la tierra. Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpela dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo: «Nuestros ojos han visto a tu Salvador».

Feliz Navidad a todos. (Editado por Gabriel Burin / Reuters / revistaecclesia.com / Vatican Insider)