domingo, 14 de diciembre de 2014

diciembre 14, 2014

En dos mesas vecinas de un café de Veracruz, quedaron frente a frente dos sujetos bien plantados, de abundante melena ambos y ambos de negros mostachos. Con un movimiento que en él era habitual, uno de ellos se alisó hacia atrás la cabellera, cosa que también hizo el otro porque también en él era habitual el movimiento. Al notarlo el primero, repitió de intento el ademán, lo que también hizo el otro.
Entonces el primero se acercó al segundo y le dijo: --"Joven, la melena es mía y hago con ella lo que quiero."
--"Exactamente como yo; también es mía la melena y hago con ella lo que quiero".
--"Es que yo soy Salvador Díaz Mirón".
--"Y es que yo soy Felipe Ibarra y de Regil!!!"
Después, ambos se miraron al soslayo, fuéronse... y no hubo nada.
Pero más tarde, Felipe, que admiraba sinceramente al gran poeta, se hizo llevar a su tertulia por un amigo, y cuando éste intentó presentarlo, el ilustre bardo le tendió la mano efusivamente diciendo: "No hay necesidad; somos viejos conocidos".