domingo, 28 de diciembre de 2014

diciembre 28, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Chicholina, atractiva muchacha de gran pechonalidad, era una joven ilustrada, y además bastante religiosa. Asistió a una fiesta de Navidad, y cuando los anfitriones la iban presentando a los invitados ella les decía a modo de saludo navideño: "Gloria in excelsis Deo". Terminada la fiesta Babalucas se acercó a la linda chica y le preguntó al oído con sugestiva voz: "¿Qué vas a hacer saliendo de aquí, Gloria?". Astatrasio Garrajarra llegó a su casa cayéndose de borracho, como de costumbre. Su esposa puso el grito en el cielo, como de costumbre: "¡Mira en qué estado vienes!" -le reclamó hecha una furia. "¿Y en cuál otro querías que viniera? -replicó el beodo-. ¿En Texas?". El licenciado Ulpiano Justiniánez, juez de lo familiar, se dirigió con severidad a don Frustracio, el marido de doña Frigidia: "Su esposa lo acusa de haberle propinado una fuerte cachetada en el momento del acto conyugal. ¿Acaso es usted uno de esos sádicos individuos que necesitan de la violencia para sentir satisfacción sexual?". "No, señor juez -contestó humildemente don Frustracio-. Lo que pasó es que ella no se movía nada, y pensé que se había desmayado". Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, les contó a sus amigos: "En mi casa tuvimos una Navidad eléctrica. A mi hijo le compré un tren eléctrico; a mi esposa un cuchillo eléctrico, y yo me regalé una rasuradora eléctrica. Sólo me faltó una silla para mi suegra". Frase de temporada: "Si alguien no cree eso de que la Navidad dura todo el año es porque no tiene tarjetas de crédito". Un niño de cuatro años llegó solito a la farmacia. "Señol -le dijo al farmacéutico-, quielo un condón". "¿Cómo dijiste?" -se azaró el boticario, que creyó no haber oído bien. "Que quielo un condón" -repitió el pequeño. El de la farmacia se inquietó. Le preguntó al niñito: "¿Quién te mandó a comprar eso? ¿Tu papá?''. "No, -contestó el chamaquito-. El condón lo quielo pala mí". Creció el asombro del droguista. "Caramba -dijo algo nervioso-. ¿Sabes tú lo que es eso?". "Sí lo sé -respondió el menudo cliente-. Deme el condón. Tlaigo linelo''. "Perdona, niño -se disculpó el farmacéutico, turbado-. No puedo venderte eso". El pequeñín rompió a llorar. "¡Quielo un condón! -gimió con aflicción-. ¡Quielo un condón!".  "No llores, niño -trata de calmarlo el farmacéutico, pues la gente empezaba a voltear-. Anda, ten un dulce". "¡No quelo lulces! -rechazó el chiquillo a voz en cuello-. ¡Usté es un homble malo!". Todos fijaron la vista en el de la farmacia con ojos de reprobación. "Está bien, niñito -cedió el hombre, aturrullado-. No hagas escándalo. Te voy a vender eso que quieres". Fue a un anaquel y le trajo al niño el objeto que pedía. Éste se enjugó el llanto: abrió el paquetito y sacó el objeto aquel. Lo examinó con detenimiento y estalló otra vez en llanto estrepitoso. "¡No quielo un blobo!  -sollozó desgarradoramente-. ¡Quielo un condón pala bailal mi tlompo!"... Le dijo un político a otro: "En nuestra profesión hay muchos modos de hacer dinero, pero solamente uno de ellos es honesto". Preguntó el otro: "¿Cuál es?". Respondió el primero: "No sé. Pensé que tú lo sabrías". Un tipo entró en la cantina y le ordenó al tabernero: "Una copa para todos". El hombre sirvió su trago a los parroquianos. Le dijo al feliz cliente: "Se ve que tiene usted algo bueno que celebrar". "Sí -replicó el individuo al tiempo que pagaba el consumo-. El Municipio me acaba de contratar para recoger el dinero de los parquímetros. Empiezo mañana". Al día siguiente el sujeto regresó. "¡Dos copas para todos!" -ordenó. "¡Caramba! -exclamó el cantinero-. Seguramente le fijaron a usted un muy buen sueldo". "¿Cómo? -se asombró el individuo al tiempo que se vaciaba los bolsillos de monedas para pagar la cuenta-. ¿De veras cree usted que además me van a pagar un sueldo?". Don Valetu di Nario, señor de edad más que madura, llegó a una casa de mala nota y contrató los servicios de una de las señoras que ahí se dedicaban al ejercicio de su insigne y antigua profesión. Ya en la habitación donde tendría lugar el trance convenido la dama lo vio y le dijo: "Señor: creo que se echó usted demasiado talco ahí". "No es talco, linda -respondió el añoso señor-. Es yeso. Échale agüita". (¿Pa' que fraguara? Quién sabe; no le entendí)...FIN.