lunes, 22 de diciembre de 2014

diciembre 22, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Don Frustracio, el marido de doña Frigidia, le contó a un amigo: "Mi hija cumplió hoy 18 años. Me dijo: 'No te inquietes por mí, papá. Te prometo que dejaré pasar tres años antes de tener sexo'". Preguntó el amigo: "¿Y eso te preocupa?". "Sí -contestó don Frustracio-. Cada vez se parece más a su mamá". Tres señores de edad muy avanzada conversaban en el parque. Lleno de orgullo habló uno: "Me casé hace un mes con una chica de 25 años. Y no es por presumir, pero mi mujer ya está embarazada". Dijo con el mismo orgullo el segundo carcamal: "Yo también me casé con una muchacha joven, de 20 años, y a los 7 meses de casados mi esposa dio a luz un precioso bebé de 4 kilos". El tercer señor no decía nada; solamente oía lo que los otros relataban. Le preguntaron sus amigos: "Y tú, ¿no tienes nada qué contar?". "Desde luego que sí -responde el maduro caballero-. Solo que mi relato es diferente del de ustedes. Ya saben que me gusta la cacería. El domingo pasado fui a cazar conejos. En el campo me di cuenta de que mi rifle no funcionaba. No quise regresar a casa. Tomé mi bastón y eché a caminar por el prado para pasar el tiempo. De pronto vi un conejo. Por jugar levanté el bastón e hice como que disparaba. ¡Sorpresa! ¡El conejo cayó muerto! Lo recogí y seguí caminando. A poco vi otro conejo. Algo intrigado por lo que había sucedido antes levanté otra vez el bastón, apunté y fingí que disparaba. ¡Pum! El conejo cayó también sin vida. Estaba yo maravillado. Lo recogí y volví a caminar. Y he aquí que salió corriendo otro conejo. Sin esperar a que se detuviera le apunté con el bastón. ¡Paf! Y el conejo rodó. Para no hacerles largo el cuento, maté ocho conejos con mi bastón". Se hizo un largo silencio. Dijo uno de los añosos señores: "No esperarás que te creamos eso ¿verdad?". "Solo en la medida en que ustedes crean sus propias historias -respondió el otro-. Yo también creí al principio que estaba matando los conejos con mi bastón, pero después me di cuenta de que atrás de mí iba un hombre joven que disparaba con su rifle. El mío no servía, pero el de él sí"... Empédocles Etílez llegó a la cantina y le pidió al tabernero: "Dame una copa de menos". El cantinero se desconcertó: "No te entiendo". Explicó el temulento: "El médico me dijo que bebiera menos". ¿Qué debe decirle una mujer a un hombre inmediatamente después de haber tenido sexo con él? Puede decirle lo que quiera: el hombre ya está dormido. Le preguntó el hombre a doña Jodoncia: "¿Tiene botellas de cerveza que venda?". Respondió ella con enojo: "¿Acaso tengo aspecto de beber cerveza?". Respondió el hombre: "Entonces ¿tiene botellas de vinagre?".Una señora le dijo a otra: "Mi marido es muy tonto. Creo que es el hombre más indejo del mundo". Respondió la otra: "Estás equivocada. Mi marido es más tonto que el tuyo. Dudo que haya en el planeta un hombre más indejo que él". Después de discutir bastante las dos señoras acordaron hacer una prueba para determinar cuál de sus respectivos cónyuges era más tonto. La primera llamó a su marido y le pidió: "Ve a la casa a ver si estoy ahí". La otra señora, por su parte, hizo venir a su consorte y le dijo: "Toma estos 2 pesos y cómprame con ellos una tele de color". Salieron los dos maridos a cumplir sus respectivos encargos. A poco de caminar dijo uno: "De veras que mi señora es una tonta. Me manda a la casa a ver si ella está ahí, pero no me da la llave. Así ¿cómo voy a poder saber si está?". Dijo el otro: "Mi mujer es más tonta que la tuya". Me da 2 pesos para que le compre una tele de color. ¡Y no me dice de qué color la quiere!". Uglilia, muchacha poco agraciada, hace esperar a sus amigos un mes antes de permitirles ciertas libertades. Claro, ellos preferirían que los hiciera esperar más tiempo. Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, le preguntó a un amigo: "¿Qué quiere decir en francés la palabra 'pourquoi'?''. Respondió el amigo: "Por qué". Estalló el tal Capronio: "¡Pos porque quiero saber, cabrón!". Agotada, desfallecida, exhausta, la recién casada le dijo en la noche de bodas a su insaciable maridito: "¡Eres un tigre, Enrique!". Él se amoscó: "No me llamo Enrique". "Ya lo sé -respondió con voz feble la muchacha-. Pero pensé en el Rey Enrique porque ya vas en el octavo". (No le entendí)... FIN.