sábado, 8 de noviembre de 2014

noviembre 08, 2014
BERLÍN, 8 de noviembre.- Será un largo fin de semana de fiestas y celebraciones. Berlín volverá a ser la capital del mundo. Y lo será para conmemorar un hecho que simboliza muchos a un tiempo, todos de capital importancia para Alemania, pero también para Europa y el mundo. El domingo se cumplen 25 años de que, el 9 de noviembre de 1989, cayera el Muro de Berlín. Por un malentendido final que aceleró lo inevitable.

El último presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, quien fue recibido como un héroe, deja sus huellas impresas en yeso sobre una pieza original del Muro, en el antiguo paso fronterizo Checkpoint Charlie el 7 de noviembre de 2014 en Berlín. (AFP Photo / Odd Andersen)

Aquel día se abrían las últimas puertas de una gran prisión comunista en Europa central y oriental que se erigió cuatro décadas antes y llevaba muchos años en quiebra y en ruina. En aquella jornada inconcebible, con la demolición del último gran símbolo de la división de Europa, se podían dar por concluidos los últimos efectos geopolíticos, no ya solo de la terrible Segunda Guerra Mundial con su Holocausto partido de suelo alemán, sino de lo que muchos historiadores consideran una larguísima guerra civil que comenzó hace exactamente cien años con el atentado de Sarajevo y la Primera Guerra Mundial.
Desde ayer, una cadena de 8,000 globos luminosos dibuja, a lo largo de unos 15 kilómetros, el trazado del antiguo Muro. (DPA)

El cuarto de siglo es quizás el aniversario ideal para celebrar un acontecimiento feliz. La mayoría de los que lo presenciaron están aun con vida y una mayoría de los celebrantes tienen aquella experiencia en la memoria. Nadie que viviera conscientemente aquel momento puede olvidarlo. Porque muy pocas veces se producen en la historia cataclismos de ventura, tsunamis de felicidad como los que se vieron aquel día, aquella larga noche feliz que siguió, en que cientos de miles de alemanes orientales inundaron el oeste de la ciudad para experimentar, la mayoría por primera vez en su vida, la libertad.

Estos globos, símbolo de una frontera que se borra, serán finalmente lanzados mañana al anochecer hacia el cielo berlinés, acompañados por la música del último movimiento de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven. (AFP)

La conmemoración de un hecho de semejante importancia histórica plantea dificultades y riesgos. Que los organizadores en Berlín parecen haber evitado con sobriedad y eficacia. No hay jefes de Estado ni de Gobierno invitados. Los actos oficiales serán la inauguración por Angela Merkel de un centro de documentación sobre el muro y la represión en la RDA, un acto solemne en el Konzerthaus en la Plaza del Mercado de la Gendarmería y la gran fiesta y concierto en la puerta de Brandemburgo. Como invitados extranjeros estarán viejas personalidades protagonistas de aquellos años, entre ellos dos de los responsable sede que aquello pasara como pasó, el ruso Mijail Gorbachov y el polaco Lech Walesa.

Trauma superado

Pero más allá de los actos oficiales y festejos que se extienden por todo Berlín y Alemania, esta fecha da la ocasión a Alemania de presentarse ante sí misma con el balance de estos 25 años que son 24 de patria reunificada. Un balance en el que nadie puede negar el éxito. El análisis y la reflexión, junto a la memoria de aquellos hechos inolvidables, están omnipresentes en las televisiones estos días. Da auténtica envidia ver televisión públicas y privadas con programas de calidad, seriedad y altura sobre la historia, el terrible siglo XX, las ideologías criminales y sobre la nueva república unida en Europa. Y resulta reconfortante y admirable cómo Alemania ya sabe celebrar su propia fortuna y reflexionar sobre sus pasadas tragedias, con un patriotismo desenfadado, libre de chovinismo y nacionalismo y ese sano orgullo del que carecieron las pasadas generaciones.

Las ansias de los alemanes de ser ciudadanos de un país “normal” no se cumplirán porque su tamaño y su fuerza lo impiden. Pero lo que sí ha logrado ya Alemania es salir de la traumática “anomalía” que la acompañó todo un siglo desde Versalles. La pequeña pero exquisita exposición en el Museo de Historia de Berlín sobre la Primera Guerra Mundial es una prueba de ese esfuerzo por ver la historia propia desde la lúcida crudeza del escarmentado y ante todo del compromiso con la verdad como respeto a sí mismo. Berlín celebra con gratitud y alegría su resurrección hace 25 años, tras un siglo de tragedias. (Hermann Tertsch / ABC)