jueves, 13 de noviembre de 2014

noviembre 13, 2014
MADRID, 13 de noviembre de 2014.- El día de ayer quedará marcado en el calendario de la exploración espacial. Por primera vez, un ingenio hecho por el hombre, llamado Philae, ha conseguido aterrizar sobre un cometa, el 67P/ Churyumov-Gerasimenko. Lo ha logrado después de separarse de una nave espacial, Rosetta, lanzada al espacio hace una década y que el pasado agosto alcanzó la roca espacial. La sonda acompañará al cometa durante el próximo año y medio y el módulo de aterrizaje, si consigue recargar sus baterías con los paneles solares de los que está recubierto, enviará valiosos datos científicos durante los próximos tres meses.

Enlace a noticia en la NASA.

Sin embargo, se han producido una serie de fallos técnicos que pueden enturbiar el éxito de la misión. El anclaje del módulo al cometa no es todo lo firme que estaba previsto. Dos de los tres sistemas existentes, el motor de rebote y los dos arpones de anclaje, no se activaron, por lo que Philae está sujeto a la superficie del cometa por los tornilos de sus patas, que se activaron nada mas tocar el suelo. Nada más.

Tanto en el centro de control de Darmstaad, en Alemania, como en todas las estaciones de seguimiento de la Agencia Espacial Europea se siguieron minuto a minuto la misión histórica. El peligrosísimo aterrizaje duró cerca de siete horas de caída libre y a una velocidad de un metro por segundo. A las 9.35 de la mañana, hora española, el módulo Philae fue liberado por la nave Rosetta y el contacto con el cometa se produjo a las 16.38. El éxito fue confirmado 28 minutos más tarde, cuando la señal llegó a la Tierra salvando una distancia de más de 500 millones de km.

El punto elegido por la Agencia Espacial Europea para el aterrizaje de Philae, bautizado como Agilkia, tiene un kilómetro cuadrado y está situado en la "cabeza" de 67P Churyumov-Gerasimenko y cerca de una depresión llena de rocas –algunas del tamaño de un edificio– y de pronunciadas pendientes, fosas profundas y grandes acantilados. Un terreno muy poco apropiado para aterrizar pero, con todo, una de las áreas menos accidentadas del cometa.

Durante la última media hora, los nervios estaban realmente a flor de piel y la tensión era máxima. Pero, por fin, la noticia llegó. Philae se había posado con éxito. La salva de vítores y aplausos, sin embargo, se vió interrumpida bruscamente. Los directores de misión, con gesto serio y preocupado, volvían sobre sus instrumentos con caras que reflejaban una honda preocupación. ¿Habría sucedido algo? Los ingenieros, sencillamente, querían estar del todo seguros de que el anclaje había sido correcto.

No lo había sido. Los arpones tampoco funcionaron. A pesar de eso, Philae quedaba fijada a la superficie por los pernos que, automáticamente, atornillaron las tres patas al suelo nada más tomar contacto. La duda, ahora, es saber si ese anclaje resistirá durante toda la misión. Al cierre de estas líneas, Los técnicos seguían intentando disparar los arpones de forma manual.
Sujeto con tornillos

A pesar del inconveniente, un pulgar hacia arriba y una amplia sonrisa despejaron las sombras. Philae estaba sujeto a la superficie del cometa. Los tornillos de sus patas habían penetrado varios centímetros en el duro suelo del cometa y sujetaban el módulo de cien kilogramos de peso. La misión había sido un éxito.

Philae comenzará inmediatamente a perforar y a analizar la composición de la superficie del cometa con su batería de instrumentos científicos. Lo hará sin problemas durante las próximas 64 horas, el tiempo que durarán sus baterías.

Si los paneles solares de los que está recubierto consiguen recargarlo, Philae podría seguir enviando datos durante cerca de tres meses. Todo depende de si, en la posición en la que se encuentra, recibe la suficiente cantidad de rayos solares. Si no, y como ya dijo el director de la misión Rosetta, cada minuto que vaya más allá de esas 64 horas será un regalo para la Ciencia. Durante los próximos meses ya solo queda llevar a cabo la batería de experimentos y mediciones científicas previstas, destinadas a desentrañar los secretos mejor guardados por el cometa sobre el agua de la Tierra y, quizá, también el del origen de la vida. (José Manuel Nieves / ABC)