sábado, 15 de noviembre de 2014

noviembre 15, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


El viajero llegó a un pequeño pueblo y entró en la tienda del lugar a comprar algo. Ahí vio al perro del tendero, que se lamía -el perro, no el tendero- la región correspondiente a la entrepierna. El visitante, bromeando, le dijo al de la tienda: “¡Cómo me gustaría poder hacer eso!”. “Ni lo piense -lo apercibió el sujeto-. El perro lo mordería”. Pepito le preguntó a su mami: “¿Por qué tienes tan abultada la barriga”. Le dijo ella con una sonrisa: “Porque adentro está un hermanito tuyo que pronto va a nacer”. Inquirió de nueva cuenta el muchachillo: “Y ¿cómo va a salir de ahí?”. Respondió la señora: “Un doctor le va a ayudar”. Exclamó Pepito, boquiabierto: “¿También traes ahí un doctor?”. El sonado triunfo de la Selección Nacional sobre Holanda puso un paréntesis, siquiera sea momentáneo, a la justificada irritación social que priva en México. Esa victoria fue tanto más señalada cuanto que tuvo lugar en la casa misma de los holandeses, y luego de que éstos habían vencido al equipo mexicano en la Copa del Mundo en forma poco clara y nada deportiva. Ahora es el Buen Fin el que nos trae otro breve respiro. Esa promoción, que todo indica llegó para quedarse, fue idea y obra de un admirado paisano mío, saltillense, Jorge Dávila Flores. Su gestión como presidente nacional de los comerciantes fue rica en frutos. El Buen Fin, con todas las críticas que se le puedan hacer, es algo que beneficia tanto a los establecimientos comerciales como a su clientela. Si no fuera así no habría tenido el éxito que tiene, ni sería esperado con tanto interés por cientos de miles de compradores en todo el país. Si se buscan ejemplos de eso que se llama “ganar-ganar”, el Buen Fin sería uno de los mejores. Consumismo, dirán algunos. Y quizá tendrán razón. Pero pensemos que si no hay consumo no hay producción; si no hay producción no hay empleos; si no hay empleos. (Nota: Nuestro estimado colaborador se extiende en 24 fojas útiles y vuelta en la enumeración de las consecuencias que trae consigo la falta de consumo, enumeración que desgraciadamente nos vemos en la penosa necesidad de suprimir debido a la falta de espacio). ¿Por qué las mujeres batallan tanto para encontrar un hombre sensible, detallista, pulcro, espiritual, culto y educado? Porque todos los hombres que son así ya tienen novio. Don Poseidón, granjero acomodado, tenía 300 vacas y tres toros sementales. Éstos se enteraron de que el ganadero iba a comprar otro toro semental, y de inmediato se reunieron en una junta de emergencia. Dijo el toro más joven: “Yo tengo aquí 5 años, y me corresponden cien vacas del hato. Ni piense el nuevo toro que le voy a ceder algunas”. Dijo el segundo: “Yo llevo aquí 10 años, y me toca atender también 100 vacas. Por ningún motivo le daré una sola al nuevo toro”. Habló el tercero: “Yo tengo 15 años en la ganadería, y a pesar de mi edad doy buen servicio a mis 100 vacas. Tampoco dejaré que el nuevo toro me quite ni una”. En eso estaban cuando llegó un camión pesado. De él bajó un torazo de enorme alzada y grande corpulencia: pesaba más de una tonelada y media, sin contar los testes, dídimos o compañones, que aumentaban considerablemente ese pesaje. Por su grandor parecía un ferrocarril. Tan pronto entró al corral paseó en su torno una mirada de conquistador, de macho alfa indiscutible. Al verlo dijo el toro más joven con voz algo temblorosa: “Pensándolo bien creo que podría cederle una cuarta parte de mis vacas. Debemos ser amables con nuestro nuevo compañero”. “Lo mismo digo -declaró el segundo toro también con tono temeroso-. Yo estaría dispuesto a cederle la mitad de mis vacas. No hay nada como compartir nuestros bienes con el prójimo”. El toro viejo no dijo nada. Empezó a bufar frente al recién llegado, a remover la tierra, amenazante, con las patas y los cuernos. Le dijeron los otros con asombro: “¿Estás loco? ¿Te atreves a desafiar a ese monstruo que puede hacerte pedazos al instante? Nosotros somos más fuertes y más jóvenes que tú, y sin embargo estamos dispuestos a cederle parte de nuestras hembras”. Replicó el toro viejo: “Por mí puede quedarse con todas las mías. Si bufo y echo tierra es sólo para que no me vaya a confundir con una vaca”. FIN.