martes, 7 de octubre de 2014

octubre 07, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 7-X-14

Dicen quienes lo vieron que el presunto narco era en México uno de los mejores forcados, uno de esos participantes de las corridas de toros que saltan al ruedo con medias, taleguilla, chaquetilla y un singular gorrito llamado barrete, se alinean y abrazan de frente al toro bravo hasta prácticamente inmovilizarlo.

Tan bueno, que fue invitado a presentarse en Portugal, cuna de esta disciplina, y hasta grabó un programa de televisión para explicar al público cómo correr ante un encierro de toros de lidia cuando lo sueltan en las calles de Pamplona, España.


Los forcados realizan su suerte sin el caballo de los rejoneadores, ni el capote o la muleta de los toreros. Y de la decena de hombres que participan en una suerte, el que más se la juega es el cabo: el que va hasta adelante, el que tiene que centrar la cabeza del toro y abrazarla sin que los cuernos le atraviesen el pecho y lo maten.


Se requiere mucho valor y alguna dosis de inconsciencia juvenil. Dicen los forcados que la recompensa de una buena “pega” a un astado es incomparable.

Quizá algo similar sucede en el narcotráfico.

Germán Goyeneche Ortega era ese forcado. La semana pasada lo detuvieron acusado de ser el operador financiero de Héctor Beltrán Leyva, alias El H, presunto líder del cártel que lleva sus apellidos. Estaban juntos comiendo mariscos en San Miguel de Allende, Guanajuato, donde vivía el joven.

El arresto espectacular, el mediático, el que desata comentarios y opiniones es el de El H. Me parece mucho más interesante seguir al hombre de jeans y camiseta blanca —me cuentan que así vestía casi a diario— que venía detrás de él.

Goyeneche pertenece a una familia muy conocida en Querétaro. Quienes conviven con él desde hace años relatan que es bueno para la fiesta, que las mujeres caen a sus pies y que recientemente se metió de promotor de un desarrollo inmobiliario de gran lujo donde siempre se sospechó que había dinero del crimen organizado, concretamente de los Beltrán Leyva.

Pero quizá su logro más notorio es haberse metido a los entretelones del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), al menos en su estado.

Hoy lo niegan: le quitan el sustantivo de amigo y se lo rebajan a “conocido”… y hasta lejano. Lo hacen para sacudirse la presión de los medios de comunicación nacionales, pero en Querétaro todos saben que los diputados verdes Ricardo Astudillo Suárez y Yairo Marina Alcocer (ex forcado también) son amigos del detenido, o al menos lo eran hasta hace unos días.

El asunto vuelve a poner en terreno del escándalo el financiamiento de los partidos políticos: a la hora de las campañas los candidatos agarran dinero de empresarios, sin reparar en sus historiales, y esas aportaciones no quedan registradas y parece que son indetectables para los auditores.

No hay quien no haya pecado. Y por eso no se tocan entre ellos.

SACIAMORBOS. Ya no disfrutará vestirse las medias, la taleguilla, la chaquetilla y el barrete. Muchas veces ese ritual lo completaba… en casa del hermano de conocido legislador.

carlosloret@yahoo.com.mx