jueves, 9 de octubre de 2014

octubre 09, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 9-X-14

Cuentan los allegados al procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, que no se le olvida el día que lo traicionó Ángel Aguirre, actual gobernador de Guerrero.

Era el invierno 2009-2010. Relatan que estaban sentados a la mesa en el PRI: Murillo, que era secretario general del partido, y los dos aspirantes al gobierno de Guerrero: Aguirre y Manuel Añorve.

Llegaban empatados en las encuestas pero sólo uno de ellos podía ser el candidato. Ante ello, Murillo sugirió que, dado que Aguirre ya había sido gobernador (interino, en relevo de Rubén Figueroa, quien renunció por la masacre de Aguas Blancas, donde policías dispararon y mataron a 17 indígenas desarmados), Añorve fuera el candidato. 


Dicen que Aguirre aceptó enfáticamente. Que dijo que Añorve no sólo era su amigo sino su primo y que trabajaría con él estrechamente en la búsqueda de votos. Al poco tiempo, Ángel Aguirre Rivero anunció su salida del PRI para ser postulado a la gubernatura por el PRD, PT y Convergencia. Y le ganó a su pariente.


Cuatro años después, Murillo es procurador y enviado del Presidente a limpiar la casa tras la tragedia de Iguala. En esta coyuntura ha circulado mucho en redes sociales una foto de campaña en la que aparece Aguirre en fuerte, fuerte abrazo con Andrés Manuel López Obrador. En realidad, Aguirre nunca fue del total agrado de López Obrador, pero necesitaba su estructura, sus recursos, su operación política. Y ya se sabe que los políticos en tiempos de campaña olvidan ideales y se disfrazan de lo que sea. López Obrador quería (quiere) llegar a Los Pinos.

En realidad, el hombre de López Obrador en Guerrero no es Ángel Aguirre. Es alguien que le puede resultar aun más peligroso: Lázaro Mazón Alonso, ex senador y actual secretario de Salud estatal por negociación política entre Aguirre y Andrés Manuel.

Mazón es el “gallo” de López Obrador y, por tanto, en Guerrero dan por hecho que será el candidato de Morena a la gubernatura.

El problema es que el presidente municipal de Iguala y su esposa, acusados de ordenar los disparos contra los estudiantes de Ayotzinapa, son gente de Mazón. Incluso en entrevista con El Universal publicada ayer, Mazón lo acepta: “Yo sí lo apoyé y mucho. Es amigo mío y no voy a negar una amistad”.

El reportaje informa que Mazón les gestionó que la Secretaría de la Defensa Nacional les donara un predio para construir el centro comercial que terminó enriqueciéndolos.

En el escándalo narcopolítico de Iguala el hombre de López Obrador en Guerrero está profundamente involucrado. Y también su aliado necesario, el gobernador. Por eso el dirigente de Morena ha sido tibio frente a la matanza, ha dejado pasar los días, se ha escurrido y sólo ha dado un par de declaraciones banqueteras y enviado un par de tuits con generalidades, cuidando no señalar a ninguno de sus aliados, como bien detectó y publicó Julio Hernández López, columnista del periódico La Jornada.

SACIAMORBOS. A ver si el aeropuerto no se le inunda como su complejo de edificios en Polanco la noche del domingo.

carlosloret@yahoo.com.mx