martes, 14 de octubre de 2014

octubre 14, 2014
Gilberto Avilez Tax

Los mestizajes de los tiempos modernos aparecen de ordinario sobre fondos turbios, en cauces e identidades rotas. Si no todos los mestizajes nacen forzosamente de una conquista, los que la expansión occidental desencadenó en América principian invariablemente en los escombros de una derrota…Serge Gruzinski.

Me causa una enorme tristeza –por su ignorancia y su fundamentalismo oscurantista- leer los días 12 de octubre, rencorosidades no compartidas y parrafadas indigestas contra el ilustre navegante genovés, don Cristóforo Colón; así como epítetos emplumados, con el arco y la flecha desenvainados, contra los conquistadores y los frailes que acomodarían las primeras piedras, de eso que Martí adjetivó como “Nuestra América”. Para bien o para mal, América Latina, o mejor decirle, Mestizoamérica (término acuñado por el etnólogo Andrés Molina Enríquez, señalando una positividad del entrecruzamiento de "razas" y culturas), que no Amerindia, es producto directo de la “bota invasora” de Colón asentada por vez primera en la isla de los araguacos. La “bota invasora”, desde luego, hizo más, mucho más, para crear regiones universales que los pedernales sanguinolentos de los Huichilobos y las defenestraciones a los cenotes sagrados de las “doncellas mayas” no pudieron crear.

Mestizos yucatecos.

A pesar de las fiebres que a un lector de Las venas abiertas pudiera ocasionar, hay que decir que fue tanta la soledad americana que había antes del 12 de octubre, que entre los dos imperios indígenas (uno de ellos, un imperio caníbal, el azteca; y el otro, un imperio totalitario donde la vida del hombre valía mierda, el inca) no hubo ningún puente o contacto. Tal vez los viajes de los mayas a Honduras significaran encuentros de culturas, pero un encuentro, para ser significativo, tuvo que perdurar, y en lo que sería Mestizoamérica no hubo mayor cosa que escarceos fugaces perdidos entre tanto mito y mitote. Sin sombra de duda, podemos decir que Mestizoamérica vino al mundo en esos primeros contactos de las otredades indígenas y las otredades occidentales (no sólo españoles llegaron con Colón). Por eso, podemos inquirirles, a los que proclaman a voz en cuello un paraíso mesoamericano, execrando el encuentro, que si ¿acaso quieren volver a realizar un pozole con carne de tlaxcalteca; un pipián con carne, no de venado sino de cristiano; adorando supercherías de barro y viendo el futuro mediante su sastún en vez de internet y creyendo en el arux en vez de la ciencia y tirando doncellas nalgonas al cenote, en vez de “tirárselas" solamente?

Además, el genocidio americano que tachan a los “barbudos” no tuvo, como causa única, la matanza indiscriminada y la crueldad laboral: buena parte de este “genocidio” fue gracias a la virginidad bacteriológica de los indios al momento de enfrentarse con nuevas enfermedades. Sobre esta virginidad bacteriológica, apunto un trabajo de historia demográfica mío realizado en un seminario de demografía histórica:

¿Cuál fue la causa de la caída de la población indígena? ¿Fue una causa solamente? ¿Se les puede achacar a las epidemias de viruela, de sarampión, de matlazahuatl, lo que se ha considerado como el “genocidio americano”? ¿Fue la cruenta guerra de los primeros tiempos? ¿Fue el sistema colonial lo que llevó a la debacle? Sobre estas preguntas, Sánchez-Albornoz (1990) refiere que, sean los números exactos o no de la caída demográfica dados por los demógrafos históricos para las distintas partes de América, lo cierto es que la caída demográfica, “por su envergadura, no tiene parangón en la historia moderna de la población mundial”, porque si bien los europeos colonizaron otros continentes, en el americano, de terreno virgen a las plagas[1], el contacto fue tan dramático en cuanto a disminución inicial de la población autóctona, y que sólo se iguala con la colonización europea de las islas del Pacífico. En este punto señala algunos hechos de la conquista –guerras, migración forzada, rompimiento del equilibrio alimenticio como producto de la exacción, los servicios personales, el trabajo en minas, el régimen socioeconómico, la introducción de especies europeas- que contribuyeron a la merma poblacional nativa, pero estos factores no se igualan con lo que significaron las “plagas” de enfermedades traídas por los europeos. Frente al número diverso de enfermedades europeas, en contrapartida, “América no aportó mal alguno a la panoplia mundial, salvo, según creen algunos, la sífilis, y aun esto se halla en entredicho”. Elsa Malvido (1993) señala que las epidemias de Europa y África –de las cuales, las poblaciones indígenas carecían de anticuerpos- se correlacionaron con otros factores de despoblación, como las guerras de conquista, mismas que trastocaron el sistema económico antiguo, las migraciones forzadas con efectos de baja producción agrícola, los bajos niveles de vida, el debilitamiento crónico de la población, el hambre, “y, por lo menos en los principios de la conquista, el suicidio colectivo”. Dichos factores externos, señala la autora, se anexan a los factores internos como las enfermedades endémicas –anemia y las epidémicas llamadas, desde tiempos prehispánicos, cocoliztli. Pérez Moreda, hablando de los factores de la crisis de mortalidad en las sociedades agrarias del pasado –y ciertamente, las sociedades indígenas eran y siguen siendo en gran medida, sociedades agrarias-, señala ciertos determinantes clasificados en determinantes biológicos- refiere ciertos determinantes biológicos –enfermedades- y determinantes sociales de la muerte –guerras, accidentes. El primero se relaciona con el nivel deficitario de consumo alimenticio (estructura económica), así con el factor higiénico y de tecnología médica. Sin embargo, Pérez Moreda advierte que debemos eliminar esta división tan tajante al examinar el carácter predominante de cada uno de los factores: los factores tanto biológicos están correlacionados con los socioeconómicos; las deficiencias alimentarias, a su vez, pueden tener una causación socioeconómica[2]. Siguiendo este mismo análisis multivariante de la etiología del descalabro poblacional en el XV y XVI, Cook y Borah (1971) apuntan algunos factores que causaron el descenso poblacional. Frente a la disyuntiva señalada por la “Leyenda negra” y la “leyenda rosa”, los autores indican que “lo que realmente se necesita son estudios basados en los datos”, en la prueba empírica incontrastable para tener un horizonte de la magnitud del impacto que causaron los distintos factores. Además de la introducción de las enfermedades hasta entonces desconocidas en las Américas, habría que considerar los estragos de la conquista y la explotación de la población originaria, así como la implantación de nuevas formas culturales y de sistemas socioeconómicos. Otros factores a considerar en la merma demográfica pueden ser la reorganización de la producción, las políticas de congregación, la movilización de la población[3].

Por último, refiramos que el análisis multivariante de la caída demográfica no es nuevo propiamente, y podríamos establecer su origen, como señalamos en el principio de este ensayo, con Fray Toribio Benavente, mejor conocido como Motolinía, uno de los 12 franciscanos que llegaron en 1524 después de la caída de la capital de los mexicas para emprender la evangelización de México. Aunque Motolinía inicia su relación de las plagas con una sentencia muy al estilo teológico del “castigo divino” que se destilaba en el pensamiento cristiano de la época[4] -“Hirió Dios y castigó esta tierra, y a los que en ella se hallaron, así naturales y extranjeros, con diez plagas” (Motolinía, 2003: 69)- sus diez plagas desbordan la estrecha interpretación teológica del XVI. Motolinía indica diez plagas que fueron factores del despoblamiento: a) La viruela y el sarampión; b) la segunda plaga fue la guerra, “los muchos que murieron en la conquista de Nueva España”; c) la tercera plaga fue la desestructuración económica produciendo “una gran hambre luego como fue tomada la ciudad”; d) la cuarta plaga “fue de los calpixques, o estancieros, y negros, que luego que la tierra se repartió, los conquistadores pusieron en sus repartimientos y pueblos a ellos encomendados”; e) la quinta fue “los grandes tributos y servicios que los indios hacían”; f) la sexta fue “las minas del oro”; g) la séptima “fue la edificación de la gran ciudad de México, en la cual los primeros años andaban más gente que en la edificación del templo de Jerusalén”; h) la octavo fue “los esclavos, que hicieron para echar en las minas. Fue tanta la prisa que en algunos años dieron a hacer esclavos, que de todas partes entraban en México tan grandes manadas como de ovejas, para echarles el hierro”; i) la novena fue el servicio a minas, “a las cuales iban de sesenta leguas y más a llevar mantenimientos los indios cargados”; j) y la décima plaga, “fue las divisiones y bandos que hubo entre los españoles que estaban en México” (Motolinía, 2003: 69-76). Livi Bacci, autor moderno, señala la modernidad del fraile franciscano en la interpretación de la caída demográfica utilizando un análisis multivariante[5] siguiendo la jerga, por supuesto, de su época fuertemente cristiana, lo que nos posibilita señalar, a modo de conclusión, que no podemos desligar del estudio de los procesos históricos, de los diversos factores para la comprensión de los hechos. La caída demográficas no fueron sólo epidemias.[6]

Resumiendo, podemos decir que el 12 de octubre fue un momento, desde luego significativo para la humanidad entera: no podemos desdeñar eso, de que fue una maravilla para el ojo occidental esa experiencia única de la “otredad” (aunque con particularidades, hay que reconocer que Mestizoamérica es parte de la cultura occidental, un “Occidente excéntrico,” diría Octavio Paz). 

Además, desde luego que fue mucho mejor el reino de Nueva España, que el imperio genocida de los mexicas hambrientos de corazones para su dios Huichilobos; y desde luego que "los pueblos originarios" sufrieron mucho, yo diría que hasta mucho peor, con los cacicazgos bárbaros, como los xiu o cocom en la península, que con el sistema colonial implantado. Si analizamos bien el concepto de “genocidio” con el que se intenta minusvalorar la gesta de los “castilanes” a tierras del Nuevo Mundo, desde luego que las guerras floridas -quitándole esencialismos infantiles de religiosidades que no se entienden- y las matanzas inter-tribales fueron genocidas en toda la extensión de la palabra. 

Tal vez, y esta es una hipótesis que traigo desde mucho tiempo antes, las culturas originarias llegaron a un callejón sin salida en su proceso cultural, si a términos tecnológicos se refiere....Determinista o no, 1492, estoy seguro, se hubiera realizado antes o después. Evolucionista o no, desde luego que podemos decir, que hay que ponernos en los zapatos (o las botas, si se quiere seguir con la metáfora) de los que pisaron por vez primera y fueron partícipes de una radical otredad. Eso, eso no cualquiera, ni menos cualquier indianista rencoroso de albarrada yucateca.

[1] En este sentido, véase Melville (1999), que hace un análisis del suelo virgen, además de las plagas de ovejas que modificaron el equilibrio ecológico en las sociedades indias.
[2] En su estudio sobre el matlazahuatl, Molina (2001) utiliza la interpretación de Pérez Moreda, en el sentido de que las crisis de mortalidad y su contexto social determinan el abandono simultáneo de las actividades laborales con el resultado inmediato de la caída de la producción. Motolinía, en la tercera plaga, habla de “un gran hambre” después de que fue tomada Tenochtitlán, “que como no pudieron sembrar con las grandes guerras, unos defendiendo la tierra ayudando a los mexicanos, otros siendo a favor de los españoles, y los que sembraban unos los otros los talaban y destruían, no tuvieron qué comer” (Motolinía, 2003: 72).
[3] En otro texto, Cook (1996: 11-16) apuntaba los factores que contribuyeron al descalabro: 1.-El contacto físico. 2.- La enfermedad. 3.- La desestructuración alimentaria producida por la introducción de nuevos animales y plantas. 4.- El sexo, que trae la mezcla de “razas”.5.- El cambio social, económico, político, ético y religioso.
[4] Sobre esta interpretación –y legitimación- de la conquista como “castigo divino” que Dios hiciera a los indios por sus idolatrías y canibalismo, Villoro, en el análisis del discurso sahaguniano, refiere: “La conquista se presenta como el punto central que nos dará la clave de todo acaecer en el nuevo continente; indica ésta el nacimiento de América a una nueva vida; señala el instante del vuelco más significativo en su destino, la conversión. Después de ella la historia americana tendrá que ser radicalmente la contraria de la anterior. La vida de América anterior a la conquista que, según hemos visto, sólo había presentado un carácter negativo (era muerte, que no vida) tomará, en su conversión final, un significado que la justifique […]: expiación del pecado y gracia. Significaba, ante todo, el castigo de las abominaciones cometidas; la idolatría, nos dice Sahagún, “fue la causa que todos vuestros antepasados tuvieron grandes trabajos, de continuas guerras, hambres y mortandades, y al fin envió Dios contra ellos a sus siervos los cristianos, que los destruyeron a ellos y a todos sus dioses”. La conquista, instrumento de Dios y vehículo de la conversión, es castigo del indio por su pecado; la purificación total de su culpa sólo se alcanza en la destrucción de su civilización y en la muerte de sus dioses (Villoro, 1987: 46)
[5] Indica Livi Bacci (2006: 42) que, en suma, la obra de Motolinía, con su descripción de las diez plagas, es “un catálogo de los factores de la destrucción de los indios, que resume las razones del desastre utilizando categorías que, a siglos de distancia, se han vuelto útiles”.
[6] Gilberto Avilez Tax, 2011, “La dinámica poblacional indígena en México frente al contacto indoeuropeo y el dominio colonial”, manuscrito sin publicar.