domingo, 14 de septiembre de 2014

septiembre 14, 2014
Gilberto Avilez Tax

Días después del asalto al cuartel de Peto y del asalto y toma de Catmís por los rebeldes de Peto encabezados por Rivero en 1911, en la Villa de Peto se dio un hecho curioso digno de haber sido escrito por el fabulador de Aracataca, Gabriel García Márquez.


Y es que en plena zozobra en que se encontraba el pueblo debido al temor de que de un momento a otro, los “revoltosos” de Rivero se presentaran a Peto para tomarlo y prenderle fuego, se vio por las calles polvosas y desérticas del pueblo, a una figura extraña y reluciente en pleno invierno terminal y cálido del pueblo: vestido con toda la gala militar, la parafernalia, las charreteras, su medalla de oro de veterano de la guerra con los indios; y un sable forjado 50 años atrás y manchado de óxido viejo a imitación de la cara empergaminada de arrugas de su dueño, iba caminando con paso marcial y firme el veterano capitán de la Guerra de Castas, don Gerónimo Ceballos.

Enjuto, flaco de carnes y con 81 años a cuestas, este hijo de Peto, despidiéndose de su esposa aquella mañana, le dijo que iba decidido a batirse con ese enemigo que decía frases extrañas como “Viva Madero y muera la dictadura":

Es de consignarse que el veterano don Gerónimo Ceballos, en los momentos en que la población estaba más alarmada, acudió al cuartel a ofrecer sus servicios para la defensa de la población.[1]

Don Gerónimo Ceballos no era el único fantasma de la Guerra de Castas que aparecía nuevamente en este pueblo de frontera. ¿Pero quién era don Gerónimo? Noticias de él nos dicen que el 4 de agosto de 1857, Juan María Novelo envió al comandante general del Estado la relación del capitán Gerónimo Ceballos procedente del pueblo de Chikindzonot, que había sido invadido por los rebeldes.[2] El censo de 1880 dice que Ceballos contaba con 50 años y que era un “labrador” que sabían escribir. En una relación de fincas de pueblo de 1890, Ceballos era dueño de la finca San Pedro, del municipio de Peto, donde cultiva caña y maíz. En 1883, Ceballos ocupó el cargo de juez suplente del pueblo, y no dudo que otros cargos en los años posteriores. La actitud resuelta de Ceballos en los días en que Peto estaba en alarma permanente por las acciones de Catmís, son otro ejemplo de que los fantasmas de la Guerra de Castas tardarían en morir en el pueblo. Habría de pasar más de una generación para que las cenizas se calmaran, pero las acciones de Catmís tenían un basamento similar a lo que sucedió en 1847: modificar el estado injusto en que una élite oligárquica mantenía a los destinos de los pobres del campo yucateco. El patriotismo de Ceballos, desde luego, era un patriotismo étnico, pues a los rebeldes de Peto, los dzules del pueblo no los veían como sus iguales: eran simples indios a los que habrían que combatir.

[1] “Grandísima alarma en Peto”. Diario Yucateco. La tarde. 9 de marzo de 1911.
[2] AGEY, Poder Ejecutivo, serie milicia, sección comandancia en jefe Brigada Novelo, c. 197, vol. 147, exp. 2 (1857).