miércoles, 3 de septiembre de 2014

septiembre 03, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 3-IX-14

Eran dos finalistas. Pero la información que me llega es que el arquitecto Enrique Norten no ha recibido comunicación oficial desde hace varios días mientras que su homólogo Fernando Romero anduvo festejando el fin de semana.

Norten y Romero fueron los dos mexicanos cuyos proyectos llegaron a la final por el diseño del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, definido por el presidente Peña Nieto en su segundo Informe de Gobierno como la obra de infraestructura más importante del sexenio.


Y así, todo apunta a que hoy el primer mandatario anunciará que EL GANADOR es el de Fernando Romero en alianza con uno de los arquitectos más prestigiados del mundo, Norman Foster.


Del británico Foster no hay nada que discutir: premio Pritzker, premio Príncipe de Asturias, Wembley, aeropuerto de Hong Kong. Es uno de los monstruos internacionales de su área. Párese frente a cualquiera de sus obras y derrúmbese por dentro ante la inmensidad de su genio.

Fernando Romero es un arquitecto muy polémico. En lo personal —no soy más que un observador urbano sin mayor conocimiento especializado— me gustan las obras que le conozco, como el Museo Soumaya y los edificios que le circundan en la zona de Polanco del Distrito Federal.

Sin embargo, muchos críticos lo han vapuleado: no les gusta su propuesta y atribuyen su éxito al incomparable poder económico de su suegro: el ingeniero Carlos Slim, el hombre más rico del mundo.

No se puede entender de otra forma: el triunfo de Fernando Romero sería el triunfo de Carlos Slim. El poder fáctico más importante del país se estaría quedando con la obra del sexenio.

Desde el control del proyecto arquitectónico, el ingeniero a través de su yerno tendría un enorme margen de maniobra para comerse el verdadero pastel: el aeropuerto implicará una inversión del orden de ¡10 mil millones de dólares!

Porque el asunto no es quién lo proyecte. El negocio es quién lo construye: ahí está el grueso del dinero. Y el ingeniero Slim es dueño de una de las empresas constructoras más grandes del país: Ideal. Sin vigilancia o con permiso, un proyecto arquitectónico puede sesgar la licitación de la construcción a favor de una empresa.

Según fuentes bien informadas, el plan oficial es repartir “pedazos de aeropuerto” a las mega constructoras que operan en México. Pero no sólo a éstas: aguardan a que varios pequeños y medianos constructores se agrupen en un consorcio para contender también en la que será una jugosa licitación.

Veremos los candados. Sabremos si hay llaves.

(Uno de mis trabajos es en Televisa, que mantiene una disputa conocida con las empresas del ingeniero Slim. Estoy a favor de que todos los que podamos tener conflictos de interés por ello lo transparentemos ante nuestras audiencias. Lástima que no todas ni todos lo hacen).

SACIAMORBOS

La palabra corrupción apareció sólo una vez en el discurso del informe.