lunes, 22 de septiembre de 2014

septiembre 22, 2014
Pedro Echeverría V.

1. Hace 14 años, se publicó el libro: “El almanaque mexicano” de Sergio Aguayo. Inmediatamente lo compré porque me llaman mucho la atención los libros que contienen datos y estadísticas políticas que mucho me ayudan. No está demás comentarles que –aunque no le tengo confianza alguna a Televisa- poseo muchos tomos de “Almanaque mundial” que leyéndolos críticamente, me dan un panorama general de la situación de muchos países. Obviamente deben tomarse “con pinzas” porque las ideologías deforman la realidad. Sin embargo también año tras año acudo invitado al Seminario Internacional convocado por el PT a escuchar ponencias de muchos países.

2. Los datos estadísticos –así como todas las noticias en los medios de información- siempre deben tomarse con desconfianza; sin embargo no hay otros que pudieran acercarnos a lo que es. ¿Cómo carajos saber si en México hoy hay 115 o 120 millones de habitantes sino a partir del INEGI que monopoliza los datos? ¿Cómo saber si somos 80 o 100 millones de pobres si el gobierno interviene siempre en el INEGI para decir lo que se informa y lo que no? Obvio, alguien diría que esos datos no deben interesarnos porque es evidente que el pueblo muere de hambre y nadie puede engañarnos. ¿Pero, cómo saber de los enormes ingresos y miserias en las clases sociales?

3. Aguayo por ejemplo publica un breve artículo sobre el estado de la educación en México a partir de estadísticas que investigó con su equipo. Plantea que “la reducción de los presupuestos oficiales ha provocado la caída en la calidad de la educación pública. Que entre las consecuencias de dicha caída está la expansión de la educación privada que ha registrado un crecimiento espectacular pero que también tiene una calidad desigual”. Con todo y aportaciones de gobiernos estatales y municipales apenas llega al 5.5 del PIB y éstas varían enormemente entre Oaxaca y Baja California. ¿Sabías que 5.5 es lo mínimo ante países que aportan el 8 y el 12 % del PIB?

4. Sin duda este es el “quid” del asunto. Desde que se creó la UNESCO allí en 1946 se recomendó a todos los países aplicar en educación el 8 por ciento (cosa mínima) de su PIB para los problemas educativos de analfabetismo, de educación primaria, media, media superior y superior. El gobierno de México de Miguel Alemán y los siguientes –sin ver en perspectiva la educación del pueblo- aplicó cada sexenio el 4 por ciento, es decir, la mitad de lo recomendado. ¿Puede olvidarse además que los altos directivos de la SEP siempre cobraron 10 veces lo que un profesor y que muchos gastos de la secretaría estuvieron en la categoría de suntuarios?

5. La izquierda siempre denunció la situación, pero fue sólo hasta 1984 cuando Reyes Heroles, secretario de educación, que se denunció que nuestra escolaridad en México era de cuatro años y que habría que hacer un “revolución educativa”. Obvio ésta no se hizo, Reyes falleció y el SNTE de los líderes espurios impuso su poder. De pronto, como si fuera un milagro, a los dos o tres años ya se hablaba que la escolaridad en México era de siete años y que se haría el nivel de secundaria como obligatorio. Aquí también las estadísticas se pusieron al servicio total de poder para demostrar los avances de México y “lo de Reyes Heroles fue un ex abrupto”.

6. Aguayo escribió que “entre las consecuencias de dicha caída del presupuesto púbico, está la expansión de la educación privada que ha registrado un crecimiento espectacular pero que también tiene una calidad desigual”. En México no se prohibió la educación privada, pero jamás se dejó crecer a más de 5 por ciento, reservando como pública, gratuita y laica el 95 por ciento. Sin embargo, al irresponsabilizarse el Estado en inversión educativa, impulsó que la enseñanza privada creciera hasta un 40 por ciento. Con ello no sólo se abandonó a los edificios escolares sino también los salarios del magisterio se deterioraron al mismo ritmo que los cursos de capacitación de los profesores.

7. Estos dos puntos que trata Aguayo: a) el recorte del presupuesto y b) la privatización educativa, son sin duda la clave para comprender todo el proceso educativo en México que significa deteriorar la educación pública, desprestigiarla, para justificar su privatización. No es ningún problema de profesores, su preparación o sus exámenes, sino un asunto de privatización que es una consigna internacional del imperio yanqui. Por ello los 300 mil profesores de la Coordinadora (CNTE) no han dejado de luchar contra la privatización educativa que sólo beneficia a los que tienen dinero, así como defender la escuela pública, gratuita y laica para todo el pueblo.

8. Sin embargo tampoco puede soslayarse que también el problema principal de la educación es la pobreza y la miseria del 70 por ciento de los estudiantes. ¿Cuántos niños –hijos de padres desempleados o con sueldos miserables- acuden a la escuela sin haber comido, sin idea del significado concreto de la educación, sin los códigos y sin comprender lo que el profesor dice y con los problemas diarios del hogar? ¿Cómo comparar a estos alumnos con los hijos de la clase rica o los de las clases medias que tienen para pagar una colegiatura y para alimentar a sus hijos? (18/IX/14)