domingo, 3 de agosto de 2014

agosto 03, 2014
Gilberto Avilez Tax

Ahora que están desatados los fundamentalistas de toda laya y de todo peladaje porque la clase política yucateca ha dado el visto bueno para la supresión de los torneos de lazo, han surgido enésimas ofensas y bombardeos contra las corridas de toros (tanto la corrida de toros de Mérida como la de los pueblos yucatecos). Los fundamentalistas –entre los que se encuentran, amantes de los animales, indianistas, “intelectuales mayas”, gente “pensante” y “distinguida”- han hecho un frente común para, además de prohibir los torneos de lazo (cosa que aplaudo y apoyo), ahora pretenden ir contra la "bestial fiesta" de los pueblos, las corridas de toros.

Incluso, se dice que la corrida de toros de los pueblos, no va y no entra en el catálogo de las tradiciones de la "mayanidad". Esto es lo que piensa el escritor Jorge Cocom Pech. ¿En verdad cree aquella ramplonada purista? Que le diga eso a los simples pueblerinos de las aldeas más perdidas de Yucatán, que se lo diga a los de Tixcacal Guardia (bastión, según los fundamentalistas, más puro de la “mayanidad” donde he visto la mejor corrida de toros habida y por haber), que le diga a cada "macehual" que se encuentre: que le diga que ya no tendrá su corrida de toros anual, ni su sabroso chocolomo, con su rico hueso meduloso.

El escritor Jorge Cocom Pech, dijo que "esa bestial fiesta" de la corrida de toros de los pueblos, debe ser “erradicada”. Yo le contesté lo siguiente:

Yo creo que “esa bestial fiesta", la corrida de toros de los pueblos, es muy distinta a los torneos de lazo, no hay comparación alguna. “Esa bestial fiesta” es un ejemplo claro y prístino de la readaptación y transformación de la continuidad cultural maya en nuevos contextos coloniales. El árbol del Yaxché, etc., preside la fiesta, y en la fiesta de los pueblos, la mayor parte de los toreros son de origen maya, y la charanga no es sino una música que cala hondo para un yucateco que se dé a respetar. Erradicar esa fiesta -no así los torneos de lazo, o las babosas charlotadas, esas sí, ¡que las erradiquen!- significa única y exclusivamente etnocidio. 

Jorge Cocom Pech reviró:

“Discrepo de tu punto de vista. Es una tradición ajena a nuestra cultura maya que adoptamos desde el siglo XVIII. Es desde la època de las haciendas, aunque su origen, occidental, es mucho más remoto. El ganado vacuno nos vino con los conquistadores, por lo que no es una fiesta originada desde nuestra cultura ancestral. Los tiempos, como las culturas se transfiguran. No todo siempre es igual, ni permanecerá inmutable”.

Yo volví a decir:

Claro que no es originaria, Jorge, pero lo importante es el hecho que fue adoptada, adaptada y recreada la corrida de toros. Tanto fue mayanizada esa fiesta, que ya señalé su continuidad prehispánica en el árbol del yaxché, y algo que demuestra la plasticidad de la cultura maya, es que el toro y todo lo que implica la ganadería, entraron en el mito: Juan Thul  y los ganados sirvieron mucho no solo a las haciendas, sino que en los pueblos, antes de la creación de una ley ganadera que dispuso llevar a potreros a los ganados (alrededor de 1970), los ganados sirvieron para la economía de la población maya y mestiza de los pueblos. No podemos seguir hablando de "imposiciones" ahora, porque si así fuera, no se comería tranquilamente el chocolomo....Juan Thul, ¿es maya, es español, es mestizo?



Una de esas “tradiciones” que se desea erradicar, sucede en el pueblo de Temozón, al oriente de Yucatán. En una memoria de un temoceño, se describe cuáles eran los preparativos de la fiesta anual en honor a la virgen de la Asunción. La fiesta iniciaba el primer viernes de agosto a las 4 de la tarde con el “corte de una mata de ceibo o ya’axché, “donde los hombres vestidos con sus ro­pas de gala y las mujeres de todas edades vestidas con sus coloridos ternos, bellas mestizas a acompa­ñados por la orquesta de músicos jaraneros ‘Charanga’ detonan vo­ladores, cortan la Ceiba en el terre­no de la casa de la persona que lo prometió a la virgen de la Asunción para las festividades dedicadas a su honor”. Esto sucedía en el Temozón de la década de 1940. Una vez cortado el ceibo, el presidente municipal de Temozón se sentaba “montando el árbol del “ya’axche’”, y los “hombres y mujeres de diferentes edades participantes en la tradicional corte de la ceiba la car­gan y recorren las calles acompañados con música de jaranas, reventando voladores, kiis buuts’ los “fiesteros” tomando aguardiente hasta llegar a la “plaza de toros” (tablados) y sembrarlo exactamente en el centro del ruedo”.

No sé si esta tradición sea bestial, pero para los temoseños, esta fiesta era válida, y no veían en ella ningún viso de “imposición”. Sin embargo, estas fiestas de los pueblos, hoy quieren ser erradicadas por los indianistas que, paradójicamente, resultan los más completos etnocidas.