sábado, 30 de agosto de 2014

agosto 30, 2014
Manuel Francisco Lizarraga López

La temporada de huracanes termina el 30 de noviembre, e inicia la temporada de tormentas políticas en los partidos políticos. Se esperan fuertes disputas por las nominaciones a cargos públicos en los dos partidos más representativos en nuestra entidad. Para nadie es un secreto que la alcaldía de nuestra capital le han dado por llamar la Joya de la Corona, por lo tanto los candidatos a ese puesto tienen que tener el perfil idóneo y no el simple apoyo de su partido.


En el PRI se miden dos fuerzas políticas; cualquiera de las dos que se imponga con su candidato, será motivo de pugnas internas al grado de convertirse en tormenta política, y estará enviando una clara señal de poder, pero eso no garantiza un triunfo asegurado de su candidato, pues por un lado lo ven como una imposición del gobernador en funciones y por el otro la mano que sigue meciendo muchas cunas, la de la ex gobernadora, quien tiene a dos aventajados pupilos en acción permanente. Lo más sensato es que se pongan de acuerdo para llevar a sus mejores hombres y mujeres a la contienda pues el ciudadano es cada vez más reflexivo a la hora de votar y se fija más en la persona que en el partido que lo postula.

El fuego amigo es un peligro latente para ambos bandos, lo que los de enfrente pueden aprovechar a pesar de que su delfín anda muy golpeado por una travesura que al final de cuentas aceptó. Sin embargo, no hay que olvidarnos de que muchas veces las victorias son el resultado de votar en contra del otro partido y no precisamente por estar de acuerdo con el candidato participante. 

En fin, creo que la trayectoria política de cada aspirante será definitoria para alcanzar la postulación; lo criticable es que muchos, en su afán de ser candidatos, abandonan sus responsabilidades para las que constitucionalmente fueron elegidos.