domingo, 20 de julio de 2014

julio 20, 2014
Eduardo Ibarra Aguirre / Utopía 1420 / 21-VII-14

Las movilizaciones de hombres y mujeres principalmente de la sociedad rural que empezaron ayer en el Distrito Federal y numerosas ciudades del país, promovidas por una decena de organizaciones, para expresar su preocupación por las afectaciones que traerá la reforma energética al campo, muestra que aunque con tardanza una parte de los actores del movimiento social se dispone a presionar para que su voz, en defensa de sus intereses sectoriales, sea escuchada.

Importa no tanto porque exista voluntad política de la mayoría de los senadores y los diputados del cuarteto de partidos y sus dirigencias, encabezadas por el tricolor y éste por el titular del Ejecutivo federal, para escuchar voces que difieren de la verdad única que en materia energética, en sus leyes secundarias, se disponen a imponer a una sociedad que en múltiples encuestas, incluso las realizadas por firmas que laboran para la Presidencia, expresa su rechazo mayoritario a una privatización del sector energético.

Ni la extraordinaria ofensiva mediática ofreciendo, entre otras cosas, un “nuevo México” para después de 2018, justo cuando este gobierno dejará de ser tal y estará en el centro de las criticas y las denuncias, pudo cambiar el parecer de los mexicanos y con ello evidenciar un claro divorcio entre los representantes populares y los de los estados de la Federación con la percepción de la mayoría.

Divorcio que, todo parece indicar, es la fuente de la crisis de credibilidad que tienen los legisladores y buena parte de la autodenomina clase política, de la cual forma parte destacadísima el principal inquilino de Los Pinos. Todo permite prever que las aprobadas leyes de Hidrocarburos, la de Inversión Extranjera, la Minera y la de Asociaciones Público Privadas; así como las leyes de la Industria Eléctrica, de Energía Geotérmica y la de Aguas Nacionales, acentuarán más el divorcio político que ni es sano para el Legislativo federal, tampoco para los ciudadanos y menos para el incierto futuro democrático.

Incierto porque por más “reforma electoral histórica”, como dice la estridente propaganda, los canales y las verdaderas cámaras, las del muy legislativamente favorecido duopolio de Emilio Azcárraga III y Ricardo Salinas, la opinión de las mayorías es ignorada y desde ahora trabajan para que en 2015 no se produzca ninguna consulta ciudadana por más millones de firmas que acumulen el Partido de la Revolución Democrática y el Movimiento Regeneración Nacional, cada cual por su lado.

Por tal cerrazón oficial importa sobremanera que una parte del movimiento social tome, como anuncian sus dirigentes, avenidas, plazas, autopistas, casetas de cobro, puentes internacionales… Y lo hacen a partir del 91 aniversario del asesinato de Doroteo Arango, cuando quedó atrás la moda de reducirlo a bandido pero se pasó a la de convertir al proceso sociopolítico de 1910-17 en un mito. ¿Igual que “el mito genial de la pobreza” descubierto por Pedro Aspe? Pero un cuarto de siglo después el gobierno de Enrique Peña emprendió la Cruzada Nacional contra el Hambre para atender a la mitad de los hambrientos. Mientras, un Aspe Armella muy enriquecido dirige el Fondo Evercore México Capital Partners que succiona a Petróleos Mexicanos.

Con la extraña ausencia de Morena –que en septiembre creará su propio grupo en San Lázaro con más de 15 diputados–, como tal en la defensa de sus propias opiniones en materia energética en las calles y un PRD concentrado en las cámaras y la recolección de firmas, es saludable que esta decena de organizaciones opten por la movilización, como bien lo valora hasta el jefe de gobierno capitalino.   

Acuse de recibo


José Sobrevilla, periodista e integrante del Grupo María Cristina, comenta: “Sobre tu Utopía 1419 (Mucho trabajo para unos y nada para otros), mi querido Eduardo, trabajar mucho es estresante, pero estar desempleado más. La calidad de trabajo en las instituciones de gobierno es terrible. Nuestros políticos se sienten omnipotentes y se convierten en omniprepotentes. Humillan a su inferior y éste al que sigue, hasta llegar al empleado que vive temeroso de perder su fuente de ingreso. El burnout en oficinas públicas (y muchas privadas) alcanza niveles alarmantes al grado que estamos creando una generación de desquiciados laborales”… Y el colega Gustavo Cortés Campa añade: “Me divertí con tus acertados comentarios sobre esa curiosa inclinación de los políticos, principalmente del PRI, pero no ajena a otros partidos y organizaciones privadas o sociales. Mi finado amigo Fernando Moraga, quien trabajó con LEA en la Universidad del Tercer Mundo, me confió que el expresidente era atendido por un urólogo, por problemas derivados de encabezar sesiones de 16 y 20 horas, sin nunca levantarse de su asiento. También Hugo Cervantes del Río, miembro del gabinete, tuvo el atrevimiento, frente al presidente, de expresar críticas a esas prácticas, que ‘desperdician el tiempo de funcionarios que deben atender múltiples problemas’ (…)”