martes, 29 de julio de 2014

julio 29, 2014
Gilberto Avilez Tax

Es un hecho que el grueso de los ejércitos que cimbrarían la Península en 1847-1848, se trató de población maya campesina, pero considero que es un error no menor, decir "Guerra Social Maya" a lo que se inició el 30 de julio de 1847 en Tepich, porque no fueron únicamente “mayas” los que participaron en ella: el vallisoletano Bonifacio Novelo, los petuleños José María Barrera y José María Torres, así como Leandro Santos o Dionisio Zapata; y tantos otros líderes mestizos de los pueblos, algunos “chinos” y negros de Belice, lucharon a la par con indígenas como Chi, Pat (aunque, de este último, igual se señala su posible origen mestizo) y Crescencio Poot (en varias descripciones de Poot que he tenido la suerte de analizar, se le describe con características “africanas”). La pregunta es, ¿es válido todavía ningunear al concepto "Guerra de Castas"?

Podemos sostener, que es muy superficial –o muy ideológico- mayanizar totalmente un conflicto que tuvo sus matices y sus ricas diversidades, como rico y diverso son los pueblos yucatecos hasta hoy en día. Y por ese solo hecho, considero que el término “Guerra de Castas” todavía es el más correcto para nombrar a ese conflicto de larga duración, aunque no desconozco los orígenes sociales y agrarios de aquella Gran Guerra, los cuales defiendo a ultranza y sin tiquismiquis, frente a los “revisionistas” de toda laya.

Las características de la naturaleza primigenia de la “Guerra de Castas” han sido descritas por innumerables estudiosos, demostrando cómo el largo conflicto dividió geográficamente a Yucatán en la segunda mitad del siglo XIX. “Guerra Social” la denominó Berzunza Pinto;[1] “guerra campesina” la adjetivó Quintal Martín;[2] guerra popular contra la economía asimétrica, sostuvo Canto López;[3] guerra tanto “agraria como étnica” con predominancia campesina, apuntó Dumond[4]; lo cierto es que podríamos interpretar este conflicto como multiclasista (hacendados como Pat convivían en los campos de batalla con líderes militares como don Cecilio Chi, o “prófugos de la justicia” como el “desnaturalizado” Bonifacio Novelo); o bien, revisitando documentación de la época, llegar a la conclusión a que Reed llegó posterior a su célebre libro: la “Guerra de Castas” fue un conflicto multiétnico y cuyas causas no fueron una sino múltiples.[5]

En su reciente estudio sobre el “mestizo”[6]  de Valladolid Bonifacio Novelo -que al igual que José María Barrera para la región de Peto, combatió del lado de los “mayas rebeldes” y fue líder indiscutible a finales de la década de 1860 en Chan Santa Cruz-, Canto Alcocer concluyó que la sublevación de 1847 no fue solamente indígena como la hiciera creer la ideología decimonónica criolla, y Novelo –así como Barrera, apunto aquí- es “un contundente mentís” a esa retórica. Bonifacio Novelo era un mestizo, un auténtico líder que pugnaba por espacios de poder en la sociedad cerrada vallisoletana, pero “los espacios de desarrollo estaban plenamente cerrados en aquel Valladolid de mediados del XIX, y Bonifacio tomó la decisión de combatir esa desesperante realidad con las armas en la mano.”[7]

Creo que he hablado mucho de José María Barrera, un “mestizo de Peto que, por causas ignoradas, había desertado de los suyos para pasarse al bando de los indios,”[8] y ahora podríamos hablar de otro ladino petuleño que decidió pelear del bando de los mayas. Me refiero a “Don José María Torres.” El “Don” aparece en varias ocasiones cuando se habla de Torres en la documentación de la época.

Ruinas de la iglesia de Tihosuco.

Don José María Torres era otro de aquellos “mestizos” petuleños que secundaría la rebelión de 1847. Natural y vecino de la Villa de Peto, para finales de diciembre de 1849 era un “comisionado de los sublevados”, y al parecer, su lugarteniente en Kantemó –paraje cercano a Peto, por el rumbo de la bahía de Chichankanab- era el comandante José Tun, muerto en un ataque que 100 soldados yucatecos hicieron a su posición que defendía. Antes del ataque a Kantemó del 25 de diciembre de 1849, los capturados, entre ellos un tal Tiburcio Kú, aseguraron:

[…] que un día antes de ser aprehendidos, había estado en Kantemó un comisionado de los sublevados, llamado José Torres, natural y vecino de Peto, á prevenirles que todos los que estuviesen allí reunidos, fuesen á obstruir el camino principal que de este pueblo va al de Barbachano, y que concluida esta operación, volviesen al mismo punto, para que al primer aviso suyo, viniesen a sitiar a este cuartel [de Peto].[9]

Con esta somera lista de líderes de la primera época de la Guerra de Castas, podemos dudar, o matizar las señalizaciones que actualmente se le efectúa, diciendo que la guerra de larga duración iniciada en Tepich el 30 de julio de 1847, se trató exclusivamente de una “Guerra Maya”. Fue una Guerra Maya, desde luego, pero también fue una guerra donde los mestizos de los pueblos no veían etnicidades para luchar, al igual que los “mayas” no veían sino una posibilidad de que el mundo neocolonial yucateco fuera modificado para dar cabida a la diversidad étnica de poder. Si bien es cierto que el grueso de los combatientes fue a todas luces de origen maya campesino, no hay que dejar en el tintero del olvido a estos mestizos que decidieron pelear movidos únicamente por términos de justicia, y no así por términos “raciales.” Venancio Pec, para 1849, recordaba que en un futuro territorio liberado del colonialismo y el racismo de las élites yucatecas, no veía “objeción ninguna á que los blancos residiesen dentro del territorio que pretendían obtener, pero que nunca consentirían en que estos ejerciesen autoridad en el lugar que residiesen.”[10].

Sin embargo, con el correr de los años –se señala el año de 1867 como el predominio de los elementos tradicionalistas en Chan Santa Cruz-, lo que comenzó como una lucha multiétnica, devendría en un reforzamiento de la indianidad combativa en el oriente de la Península.

[1] Ramón Berzunza Pinto, Guerra social en Yucatán (Guerra de Castas), Mérida, Maldonado Editores– Gobierno del Estado de Yucatán – Secretaria de Educación, 1997.
[2] Fidelio Quintal Martín, “Interpretación de la Guerra Campesina de Yucatán de 1847”, Revista de la Universidad de Yucatán, Marzo-Abril de 1976, número 104, año XVIII,  Vol. XVIII, pp. 60-89.
[3] Antonio Canto López, La Guerra de Castas en Yucatán, Mérida, Ediciones de la Universidad de Yucatán, 1976.
[4] Don E. Dumond, The Machete and the Cross. Campesino Rebellion in Yucatan, University of Nebraska Press, 1997.
[5] Nelson Reed, “Liderazgo de blancos y mestizos entre los cruzoob”, en Saastun. Revista de cultura maya, año 0, número 1, abril, Mérida Yucatán, México, 1997, pp. 63-88.
[6] Entiendo la palabra “mestizo”, muy distinta a lo que en el habla actual de Yucatán se entiende: como población no indígena. Los mestizos son los “no indígenas”, los cuales en el Yucatán de la segunda mitad del siglo XIX, coparon y seguirían copando, las estructuras de poder de los partidos y los ayuntamiento. Incluso se ha planteado la hipótesis de que el término “mestizo” para denominar a la población indígena de Yucatán, tuvo sus orígenes posterior a la segunda mitad del siglo XIX, como una forma para “exorcizar” la indianidad de la población maya yucateca viviendo dentro de las fronteras, y cuyo objetiva era que, mediante la palabra mestizo, se borrara todo nexo posible con los “indios bárbaros” de Chan Santa Cruz.
[7] Jorge Alberto Canto Alcocer, “Las otras castas de la guerra: Bonifacio Novelo y los mestizos de Valladolid en la guerra social de 1847”, en Jorge Canto Alcocer y Terry Rugeley (coordinadores), Ventana de Zací: otras miradas de la Guerra de Castas, Valladolid, Yucatán, Universidad de Oriente, 2013, p. 132.
[8] Alfonso Villa Rojas, 1987, Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo, México, INI, p. 98.
[9] “Comandancia principal del cuartel de Peto”. Boletín oficial del Gobierno de Yucatán, 29 de diciembre de 1849.
[10] “Guerra de bárbaros”, El Fénix, Campeche, 25 de enero de 1850.