miércoles, 23 de julio de 2014

julio 23, 2014
“Y al tercer día resucitó y subió al cielo”.

Simón Hernández López.

Hace tres días, mientras bajaba las escaleras del infierno, iba acompañado de Virgilio, a quien considero un hombre sabio, recto y de moral intachable, y el rey Minos, en cuyo libro leí nombres que me eran muy familiares, por lo que le pregunte - ¿rey Minos, porque están los nombres de estas personas en tu lista?- El me comentó - en el viaje que recorrerás estos tres días, a través de los nueve círculos del infierno, observarás cada uno de los pecados más graves que ellos cometieron, por lo cual ya reservaron su lugar en el eterno sufrimiento.


Me sorprendió saber que tales personas ya hayan labrado su nombre en las paredes del inframundo, todo esto fue para mí algo “desconcertante”, pero a su vez, algo ya esperado, la pregunta obligada es ¿Por qué a unos simples mortales de la Facultad de Química, ya se les ha negado la entrada al paraíso?

El primer nombre que me llamo la atención fue del ex director José Antonio Manzanilla Cano, el cual me comentó Virgilio, tenía un lugar reservado en el círculo de la ira, me contó que durante su gestión se caracterizó por ser un hombre intratable, que gustaba de levantar la voz a las personas, sobre todo a los que consideraba “débiles”, para amedrentarlos y que de esta manera no regresaran a pedirle apoyo, haciendo uso de su puesto fue cruel y despiadado tanto con maestros como con alumnos no “alineados”. En este mismo círculo me encontré con el nombre de Carmen Quintero, personaje de la misma calaña del ex director, prepotente, autoritaria, con la que los alumnos y maestros de la Facultad de Química vivieron el auténtico infierno, ya que las solicitudes para hablar con ella eran grandes calvarios, cuya oficina era custodiada por su secretaria, de triste recuerdo en la Facultad, la cual, como el mismísimo Cerbero, custodiaba la entrada y permitía el paso a esas pobres almas que tenían el infortunio de llegar ahí a realizar algún trámite de titulación o académico.

Siguiendo por el camino pasamos por la avaricia, en cuyas paredes vi un nombre, que recordé por haber visto en mis constancias escolares, el EHDL Jorge Castro Mañé, la historia fue muy similar a la anterior, pero con el grave delito de la avaricia, en cuyo caso me contaba Virgilio, era un hombre que usaba su posición para llenar sus bolsillos de más y cada vez mas de eso que a diario manejaba, utilizando el laboratorio de análisis clínicos como sí fuera de su propiedad, manipulando a los proveedores para sacar provecho propio y negando las peticiones que se le hacían por más pequeñas o simples que fuesen, lo cual me recordaba al viejo Scrooge, hombre avaro y tacaño de la novela de Charles Dickens.

En el círculo correspondiente al fraude, vi varios nombres que me intrigó conocer sus historias, a lo cual el sabio Virgilio me comentó, este es el más odiado por dios de los círculos, todas estas pobres almas tienen cabida aquí por tener en común el ser aduladores, hipócritas, estafadores, malos consejeros y sembradores de discordia, me sorprendió ver nombres como el de Nallely Padilla, Gumersindo Mirón, Aida Pérez, Wendy Brito, Mariana Quesada, entre otros más, que sobre todo estaban de acuerdo en que los más pequeños de la Facultad, (los alumnos) debían de pagar los platos rotos al trasladarse de un lugar a otro en una Facultad dividida en dos edificios, para que ellos estuvieran cómodos en sus laboratorios de “investigación” con aires acondicionados y libres de toda presión de horario, mientras los demás tendríamos que tardar una hora en camión para llegar a clase.

En la punta de infierno, el ultimo circulo, había un lugar donde vi el nombre del Dr. Gonzalo Mena y le pregunté a Virgilio porque este desdichado se encontraba ahí, me susurro al oído, este es el circulo de la traición, aquí se encuentran todos aquellos que traicionaban a sus bienhechores, a aquellos que habían confiado en él, robando sus investigaciones y sobre todo difamando desde las sombras, a aquellos que alguna vez colaboraron con él, para que con el trabajo ajeno, agrande su perfil en el SNI (sistema nacional de investigadores) y de esta manera tenga acceso a grandes sumas de dinero, y escalara puestos, le cuestione a Virgilio, porque no estaba entonces en el círculo de fraude, a lo que me contestó, porque es más grave ser un traidor que un estafador, lo cual me pareció lógico.

Finalmente salimos de la morada de Lucifer, donde paciente espera la llegada de quienes en vida no dejaran huella alguna de su paso, más que tristes manchas en la memoria de las personas que dañaron, pero que al final terminaran en el pozo del olvido.

Pasando por el purgatorio, le pregunté a Virgilio, si las almas que vimos tenían salvación, a lo cual me respondió, nuestros actos determinan las personas que somos, y así como el árbol, que su tallo torcido no puede enderezar, es muy difícil que su senda puedan rectificar, no pude más que sentir lastima por todas esas viles mentes, que en vez de dedicarse al estudio y enseñanza, solo piensan en el poder por sobre todas las cosas, y cueste lo que cueste.

Afortunadamente en el paraíso no hay más que tranquilidad, y es a lo que, los que tenemos el sano juicio, aspiramos, libres de todo pecado y lejos del flagelo de la injusticia, mentira y soberbia. Es aquí donde encontraremos la paz que los hombres anhelan, la paz que nos permitirá trabajar con tranquilidad en bien de la humanidad.