lunes, 21 de julio de 2014

julio 21, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Lord Feebledick sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers, en apretado trance de fornicio con el guardabosque Wellh Ung. Sin perder la compostura dijo con flema británica: “Esto no me gusta nada”. “Tiene usted razón, milord -admitió el guardabosque-. Visto desde afuera el espectáculo no es ciertamente estético”... Pepito invitó a Rosilita, la hija de la vecina, a jugar en su alberquita. “Nos descalzaremos -le propuso-, y jugaremos en el agua”. “¿Y si me mojo mi ropita?” -se inquietó la pequeña. “Eso no sucederá -la tranquilizó Pepito-. Nos descalzaremos hasta arriba”... Otro de Pepito. Cierto día le preguntó a su mami cómo nacían los niños. La señora, algo turbada por aquella súbita pregunta, trató de explicarle el milagro de la vida recurriendo al tradicional ejemplo de los pajaritos y las florecitas. Una semana después la familia de Pepito fue a una boda. El novio era flacucho y esmirriado, enclenque, raquítico y escuchimizado. La desposada, por el contrario, era torosa, rebolluda, crasa y dueña de prominente tetamen y abultado nalgatorio. Pepito se inclinó hacia su mamá y le dijo al oído: “Se me hace muy poco pajarito para tamaña floresota”... Doña Holofernes, matrona con mucha ciencia de la vida, amonestaba a sus nietas sobre los riesgos del trato con los hombres. “Si un pelado las invita a tomar copas -les decía-, no acepten”. “¿Podríamos acabar abajo de la mesa, abuela?” -preguntó sonriendo una de las chicas. “No -respondió doña Holofernes-. Podrían acabar abajo del pelado”... La cartomanciana le anunció a la chica que la consultaba: “Muy pronto llegará a tu vida un hombre”. “Ya llegó” -le dijo sonriendo la muchacha. “El que yo digo es otro -precisa la adivinadora-. Te lo entregarán en la clínica de maternidad aproximadamente dentro de 8 meses”... Uglilia, muchacha rica, pero fea -o muchacha fea, pero rica; según se vea- le decía a su novio, gemebunda: “¡No lo niegues, Braguetino! ¡Te quieres casar conmigo porque tengo dinero!”. “Todo lo contrario, mi vida -le aseguró él-. Me quiero casar contigo porque yo no tengo dinero”... Irritado y mohíno le dijo Edison a su mujer: “¿Cómo que con el foco prendido no? ¡Pero si para esto lo inventé!”... Una tía de Pirulina, que vivía en otra ciudad, tenía algún tiempo de no ver a la muchacha. Con motivo de las vacaciones fue a su casa. En el curso de la conversación le preguntó con una sonrisa traviesa: “¿Ya te picó el gusanito del amor?”. “No es ningún gusanito, tía -respondió Pirulina bajando la voz-. ¡Si conocieras a mi novio!”... Este día no voy a orientar a la República. Es lunes, y bien puede pasarse la Nación sin mi palabra admonitoria. Después de todo se trata de un solo día. En vez de hablar de política recordaré para mis cuatro lectores una oración muy útil en la vida cotidiana. Si esa plegaria se reza con verdadera devoción protege contra uno de los mayores peligros que en la existencia diaria podemos encontrar. Hago una aclaración: debemos evitar a toda costa actuar de tal manera que los demás tengan que recitar esa invocación para protegerse de nosotros. La oración que en seguida ofrezco no viene en ningún breviario, eucologio, libro de preces o devocionario. Así, bien harán mis lectores en aprenderla de memoria para poder decirla. He aquí el texto de esa útil oración: “¡Oh Señor, Señor, Señor! / Mándame pena y dolor. / Mándame males añejos. / Pero lidiar con pendejos, / ¡no me lo mandes, Señor!”... (Debe rezarse todas las mañanas antes de salir de la casa, o al empezar una junta de trabajo)... FIN.