sábado, 28 de junio de 2014

junio 28, 2014
BELO HORIZONTE, Brasil, 28 de junio.- La forma en la que reaccionaron unos y otros al concluir la prórroga era reveladora del elemento que dominaba la escena: el miedo. Brasil lo sentía de tal forma que todos miraron a su portero, aislado. Había preferido retirarse poco a poco. Caminaba desde su portería. El fútbol no le había llegado al anfitrión donde le llega el corazón, y en ese momento todos necesitaban del personaje que en este país nadie quiere interpretar. Fueron a hablar con él David Luiz, Dante, Alves... Julio César asentía como un poseso, compulsivamente, hasta echarlos a todos de su lado. Quería estar a solas con sus pensamientos, quería sentirse como se siente un portero ante el trance de su vida. Llegaba justo ahora, con 34 años y cuando había decidido acabar su carrera lejos del fútbol de élite, en Toronto. El sueño de millones de personas y el crédito de un Estado al que la pelota ha concedido una tregua, se encontraban en dos puños, en dos manos con las que Julio César sujetó lo que sus compañeros no habían podido empujar con los pies para evitar otro Maracanazo, esta vez en Belo Horizonte, y desatar una bomba emocional.


Adonde no llegaron sus manos, después de detener los lanzamientos de Pinilla y Alexis, lo hizo una fuerza intangible, quizás el destino, cuando el último penalti de Jara se fue al palo. Antes, en los últimos minutos de la prórroga, su larguero rechazó un remate de Pinilla. Jefferson cree que fue otra fuerza, un ser supremo, y por ello se arrodilló a rezar en ese lugar. También Neymar, descompuesto tras el paso por la cámara de los horrores de Chile. El penalti que jamás podía fallar lo llevó al extremo de la presión. Una vez superada, este Brasil que no juega tanto como cree, es capaz de cualquier cosa.


Neymar llora tras convertir el quinto penalti de Brasil.


Una situación semejante endurece. Es difícil encontrar un campeón que no tenga que pasar por algo así. A Chile le sucedió lo contrario. Se sintió campeón en cuanto acabó la prórroga. Era evidente en la forma en que saltaron los suplentes al campo, los ayudantes de Jorge Sampaoli, después de haber pegado todas las patadas posible a los sacos de hielo. Se equivocaron.

Jorge Sampaoli no lo hizo. Estuvo cauto. La obra de este entrenador es inmensa, mejora a la de Marcelo Bielsa. Se pasó todo el partido de un lado a otro de la zona técnica. Es como muchos escritores: piensa andando. Ni siquiera cedió el calentamiento a sus ayudantes. Lo dirigió como si quisiera que sus jugadores se inyectaran de su energía. Ha echado al vigente campeón, España, y ha hecho todo lo que un entrenador puede hacer para someter al anfitrión. Una vez en el punto de penalti, el futbolista está desnudo.

Fallos de Alexis y Hulk


Uno de aquellos a los que correspondió el error fue el menos esperado. Alexis, que erró el segundo lanzamiento, empató y estuvo muy activo. Lo mismo le sucedió a Hulk, al que Howard Webb anuló un gol, y de menos a más en el choque a medida que menguaban las fuerzas de Neymar. Chile confiaba en el estado de gracia de Bravo, portero que acaba de fichar por el Barcelona. Había detenido disparos durísimos pero en el momento clave, sólo paró el lanzamiento de Hulk. Willian lanzó fuera.

Fue en el centro del campo donde a Brasil le falta jerarquía, dominio, compás para hacer los partidos suyos y no conceder alternativas.

El papel de Julio César refuerza, asimismo, a Felipao Scolari, un técnico que ha querido, desde el principio, que el síntoma de estabilidad empiece por el once. En Belo Horizonte, sólo un cambio: Fernandinho por Paulinho. Fue en el centro del campo, en definitiva, donde a esta selección le falta jerarquía, dominio, compás para hacer los partidos suyos y no conceder alternativas. Ese mediocentro, sin embargo, no aparece, por lo que Scolari mina esa zona y busca conectar las piezas con las que se siente más fuerte con líneas rectas, balones directos. Son la defensa y Neymar.

El astro del Barcelona, aquejado en un tobillo, buscó esa profundidad, pero las ayudas de Chile le impidieron encontrar situaciones de uno contra uno, apenas pudo definir. Cuando esa conexión entre David Luiz y Thiago Silva, y Neymar falla, no hay nada en este Brasil tan peligroso como el balón parado. De esa forma se adelantó. Tocó Thiago Silva y David Luiz, en el límite, batió a Bravo, con la colaboración de Jara. Mal día el suyo. Lo que ya no esperaba Scolari era que esa defensa se despistara en un saque de banda aprovechado por Vargas y Alexis, directo al gol, y directo a la tortura para un estadio y un país que hoy se siente más capaz de todo. (Agencias)