miércoles, 11 de junio de 2014

junio 11, 2014
Ivette Laviada

Si Dios nos llama en este momento de nuestra vida, ¿Estaremos preparados?...

Recordando un pasaje de la Biblia en donde Jesús menciona que basta una porción de levadura para hacer fermentar tres de harina, reflexionamos que para que la levadura se active es necesaria el agua, si no, no crece. ¿Hemos pensado tal vez, que esa podría ser nuestra misión? ¿Cuáles son los “tantos de harina” que Dios nos ha dado en dones? ¿Tenemos el agua de la Fe? Sólo Dios puede hacer que demos frutos en el amor si le damos lo que tenemos.


El Pbro. Jorge Laviada Molina, fue llamado a la casa del Padre -de improviso, para nosotros- con 48 años. Sería lógico pensar: “¡Cómo, si era un gran sacerdote!” “¡Le va a hacer mucha falta al Seminario!” “¡Tantos proyectos bien llevados! ¿Qué sucederá ahora?”, etc. Y sí, pensar eso y mucho más es muy humano sobre todo cuando le hemos conocido y sabíamos de su gran inteligencia, capacidad, liderazgo, espiritualidad, rectitud y más aún su humildad.

El P. Jorge siempre decía que podemos llegar temprano o tarde a cualquier cita, pero que los tiempos de Dios son perfectos si se trata de gozar de su presencia, y ésa es la única cita a la que siempre vamos a llegar a tiempo.

Él ha llegado a esa cita con las manos llenas, definitivamente cumplió su misión, tenía en su haber más de tres medidas de harina necesarias: Inteligencia, voluntad y generosidad, tres grandes componentes de su persona que desplegó a todos cuantos tocó en algún momento de su vida.

Comprometido siempre con sus jóvenes seminaristas, con la educación, con los que menos tienen, destacó por ser un gran promotor de los valores, poseía una voluntad que lo movía a lograr todo lo que se proponía.

Supo ganarse el corazón y el cariño no sólo de su familia; sino de sus amigos, compañeros de la escuela con quienes emprendió importantes tareas como la de Impulso Universitario; o bien infundiendo esperanza y una guía muy atinada a quienes colaboramos en Vida y Familia entre otras actividades de gran impacto social.

¿Qué decir de sus compañeros sacerdotes? Para ellos ha sido un gran hermano, un gran amigo, y para sus hijos espirituales del seminario: un excelente formador, involucrado cien por ciento en sus actividades, siempre atento a sus necesidades, invitándoles a servir con libertad y alegría a Dios, gozando de la vocación a la que fueron llamados.

Su alegría y optimismo siempre fueron contagiosos, en cada edición de la Kermesse del Seminario, siempre estaba atento a sus fieles, participando de todas las acciones, recordando que la Iglesia la hacemos todos.

Hombre de no muchas palabras, pero sí cargadas de un gran sentido y profundidad, apegadas a la verdad y siempre mostrando el gran amor que le tenía a Dios, a la Virgen y a la Iglesia, como lo demostraron sus homilías. 

Siempre tenía una frase amable, un gesto cariñoso, una gran disposición al servicio de los demás, un carisma que pocos tienen.

El agua que necesitaba para poder activar toda esa “harina” la recogió en casa, sus padres que le inculcaron el amor y la Fe en Dios -la levadura- para hacer crecer todos los dones que recibió.

¿Cómo podemos estar tan seguros? La “harina” fermentó, ¡Y de que manera!

Fue un testigo de Dios, dio testimonio de ello. A Jorge Dios no lo sorprendió con su llamado, él simplemente hacía extraordinaria cualquier cosa ordinaria, estaba siempre listo.

Lo extrañaremos, pero tenemos la certeza de que ya goza de la presencia de Dios y le pedimos que sea nuestro intercesor.