jueves, 26 de junio de 2014

junio 26, 2014
SAO PAULO, 26 de junio.- Hace casi diez años iniciaron juntos una de las revoluciones más profundas vividas por el fútbol alemán. Joachim Löw y Jürgen Klinsmann volverán a compartir escenario en el Arena Pernambuco en el Mundial de Brasil, aunque esta vez como rivales en los banquillos de Alemania y Estados Unidos.

La relación que cambió la cara al fútbol germano comenzó el 29 de julio de 2004, cuando Klinsmann, recién nombrado como nuevo técnico de Alemania, citó a Löw en una casa a orillas del lago Como en Italia para proponerle ser su asistente y afrontar un reto inmenso: reanimar a la entonces decaída selección para el Mundial de Alemania 2006.

"Hablamos durante tres horas en la casa de un amigo. Mis hijos estaban jugando en el jardín. Era un lío", recordó Klinsmann. Su propuesta a Löw se resumió en un lema: "No soy el jefe. Estamos juntos en el mismo barco".

Jürgen Klinsmann, técnico de Estados Unidos, es alemán y tiene sentimientos encontrados por tener que enfrentarse hoy a sus compatriotas. Pero dijo: "Soy muy amigo de Jogi (Löw), pero él hace su trabajo y yo el mío”. En la misma línea se ha expresado Löw: “Jürgen y yo hemos tenido una muy buena y cercana relación por mucho tiempo. Hemos intercambiado ideas, aunque eso seguro cambiará antes de enfrentarnos”.(AFP) 

Klinsmann, entonces a punto de cumplir 40 años, era conocido como el ex internacional con 108 partidos a sus espaldas y el título en la Copa del Mundo de 1990. Había entrado en contacto con Löw, cinco años mayor, al formarse como técnico en la escuela deportiva de Hennef. "Había sido profesional durante 18 años, y en esos 18 años ningún técnico supo explicarme cómo se mueve una defensa de cuatro. Con 'Jogi' lo entendí en un minuto", recordó el actual técnico de Estados Unidos. "Lo que me fascinaba era su forma de pensar clara y directa".


Klinsmann convocó a Löw como asistente al asumir como técnico. "Queremos ser campeones del mundo", anunció. La idea sonaba más insólita que hoy: Alemania estaba en crisis tras la dura eliminación en fase de grupos de la Eurocopa 2004 al mando de Rudi Völler. El dúo sacudió pronto todos los estamentos del fútbol alemán y lo renovó tanto dentro como fuera de la cancha.

La "Mannschaft" sumó un mánager, entrenadores físicos importados de Estados Unidos, psicólogos deportivos, expertos de otros deportes, mientras su juego dejaba atrás la tradición pesada y avasalladora del fútbol alemán por un juego más joven, de toque y alegre.

Dos años más tarde, el Mundial en Alemania vio una selección rejuvenecida y con una imagen nueva, que incluso logró que las calles se llenaran de banderas dejando atrás la fobia alemana que produce desde la guerra cualquier forma de nacionalismo. "Klinsmann tuvo una enorme parte de responsabilidad en que llegaran aires nuevos al fútbol alemán", comentó Per Mertesacker, jugador con los dos técnicos. Al mismo tiempo, ambos entrenadores se enriquecieron mutuamente con la relación. Klinsmann creció tácticamente y Löw ganó como motivador.

Cuando la aventura alemana en su Mundial terminó en semifinales frente a Italia, Klinsmann dejó el equipo y Löw ocupó el cargo como una sucesión natural. "Desarrollamos enormemente el fútbol. Los hinchas reconocen nuestra forma de jugar", se enorgulleció recientemente Löw.

El técnico de 54 años cumplió 100 partidos antes del Mundial y cuenta con un respaldo unánime de federación e hinchas. La gran renovación del fútbol alemán espera coronarse aún con un título después de los tropiezos en las Eurocopas 2008 y 2012 y en el Mundial de Sudáfrica 2010.

El cuarto gran intento de Löw chocará, paradójicamente, contra su mentor, en un duelo en el que un empate clasificaría a ambas selecciones a los octavos de final. Sin embargo, una derrota podría dejar a uno de los dos amigos fuera de los 16 mejores. "A los dos nos habría gustado evitarlo", contó el técnico de Alemania tras el sorteo mundialista en diciembre.

Klinsmann, alma de una selección estadounidense que ya ha dado muestras de su competitividad en Brasil y ante Alemania podría sellar su pase a octavos, se resigna a los sentimientos encontrados. "Es contra el grupo que yo mismo formé", reconoció ante el partido, aunque dejando claro de qué lado está su corazón: "Cuando hayan pasado los 90 minutos, cruzaré los dedos para que consigan el título". (DPA)