lunes, 30 de junio de 2014

junio 30, 2014
MADRID, 30 de junio.- Polémico y brillante a partes iguales, Marlon Brando dejó a su muerte, hace 10 años, una herencia de fantásticas interpretaciones y una vida plena de amores, hijos y escándalos. Pero por encima de todo, será para siempre Vito Corleone, el “padrino”.

Con su segunda película, A streetcar named desire, este actor nacido en Omaha (Nebraska, Estados Unidos) se convirtió en un símbolo sexual y una promesa del cine.

Un insistente Francis Ford Coppola, empeñado en conseguir a Marlon Brando como protagonista, puso en sus manos el libreto de The Godfather y con él, uno de los mejores papeles de su vida.

Pero más allá de los escándalos, si por algo destaca la figura de Brando es por su peculiar carácter, que lo mantuvo alejado de la superficialidad de la industria, que tanto odiaba, y que le hizo pasar sus últimos años casi aislado.

Hace diez años, 1 de julio de 2004, murió a los 80 años el mayor de todos: Marlon Brando. Intratable, dividido entre tragedias personales, existenciales e inmersión total en el "método" del Actor´s Studio, Marlon Brando fue a través de cuarenta años de cine entre interpretaciones magistrales a pequeñas participaciones de valor más que dudoso.

Es una de las escenas más estereotipadas de los Premios Óscar: se escucha el nombre del galardonado y este sube al escenario, sonriente, para recibir la estatuilla y comentar en muchos casos: “¡Pesa más de lo que imaginaba!”. Puede que esta sea una de las pocas situaciones convencionales que vivió Marlon Brando en el mundo del cine, cuando recogió el Oscar al Mejor actor en 1955 de manos de Bette Davis por On the waterfront. Porque la vida del actor fue de todo menos convencional.

Nacido el 3 de abril de 1924 en Omaha, Nebraska, desde el principio ("Mi cuerpo te pertenece", "Un tranvía llamado deseo") fue considerado como el heredero de Lawrence Olivier, pero Brando inmediatamente demostró ser más atormentado, pero también más sensible al dinero que su ilustre colega británico. (ansa)

Ya ha pasado una década desde que Brando falleciera en Los Ángeles (California), el 1 de julio de 2004 a los 80 años, debido a un problema respiratorio. El que para muchos era “el mejor actor del mundo” dejaba atrás no solo una memorable galería de personajes, entre los que destaca el del padrino más famoso de todos los tiempos, Vito Corleone. También quedaba la imagen de una estrella que se salía de los cánones de Hollywood.

Inicios prometedores

Seguidor y uno de los principales estandartes del “método”, del que bebió gracias a su profesora Stella Adler, Brando demostró desde el principio su capacidad para sumergirse a fondo en sus roles. Debutó en el cine con The men (1950), con un papel de parapléjico para el que se preparó estando un tiempo sin desprenderse de una silla de ruedas.

En 1951 en "Un tranvía llamado deseo", junto a Vivien Leigh.

Apenas un año después, con su segunda película, A streetcar named desire, que antes había interpretado sobre las tablas, este actor nacido en Omaha (Nebraska, Estados Unidos) se convirtió en un símbolo sexual y una promesa del séptimo arte. El texto de Tennessee Williams, dirigido por Elia Kazan, le aportó algunas de sus primeras escenas memorables, a las que seguirían muchas otras.

Su Zapata (Viva Zapata!) -que le valió el reconocimiento en el Festival de Cannes-, Marco Antonio (Julius Caesar) y Johnny Strabler (The wild one) fueron las máscaras bajo las cuales Brando vivió su mejor etapa, rematada por On the waterfront con el que por fin, después de tres nominaciones, llegó el Premio de la Academia de Hollywood.

Y llegó Don Vito

Tras el Óscar, la carrera del actor empezó a sufrir altibajos, ya que Brando, como hizo hasta el final de su trayectoria, no dudaba en compaginar las películas que eran de su agrado con otras en las que la principal motivación era el dinero. También hizo una incursión en el mundo de la dirección, cuando sustituyó a Stanley Kubrick en One-Eyed Jacks (1961).

Pero llegó el año 1972, y con él, el papel cor el que bordó definitivamente con letras de oro su nombre en el mundo cinematográfico. Un insistente Francis Ford Coppola, empeñado en conseguir a Brando como protagonista, puso en sus manos el libreto de The Godfather y con él, la oportunidad uno de los mejores papeles de su vida.

En "¡Viva Zapata!" (1952).

"Reflejos de un ojo dorado" (1967) con Elizabeth Taylor.

En "La condesa de Hong Kong", con Sophia Loren, en 1967.

Pontecorvo, quien peleó mucho en el set con el actor, años más tarde declaró: "Por su cultura e inteligencia, destacó muy por encima del resto de las estrellas estadounidenses y es el mejor actor con que jamás he trabajado".

Bernardo Bertolucci lo dirigió en "El último tango en París" (1972).

Su co-protagonista fue Maria Schneider, quien falleció de cáncer de pulmón en 2011.

María Schneider tenía 19 años en "El último tango". Después no volvió a aparecer desnuda en ninguna película, tuvo una vida difícil, se hizo adicta a las drogas e incluso intentó suicidarse en al menos una ocasión.

Francis Ford Coppola lo dirigió en "El padrino" (1972).

Su interpretación de un capo anciano al tener sólo 47 años le valió su segundo Oscar.

Así, bajo una capa de maquillaje que le daba un aspecto más envejecido, un cuidado lenguaje gestual y una voz modulada a la perfección, Don Vito conseguía atrapar todas las miradas.

El segundo Óscar no se hizo esperar. Pero en esta ocasión, no fue a recoger el premio, sino que fue la actriz Sacheen Littlefeather quien rechazó el galardón en su nombre. Con ello, Brando quería protestar contra la industria del cine y su tratamiento a los indios y otras minorías étnicas, basado en clichés.

El destino aún le deparaba dos trabajos por los que también será recordado, Ultimo tango a Parigi (1972), de Bernardo Bertolucci, y Apocalypse now (1979), de nuevo con Coppola. Pero sus papeles restantes, que pasaron a un más que discreto segundo plano, palidecían al lado de sus brillantes antecedentes. The score (2001), en la que trabajó con Robert De Niro, cerró su filmografía.

Polémico dentro y fuera del Plató

La vida privada de Brando estuvo muy lejos de ser tranquila. Se casó tres veces, con Anna Kashfi, Movita Castaneda y Tarita Teriipia. Matrimonios que acabaron con anulación o divorcio y con los que tuvo cinco de sus hijos. De su relación con su ama de llaves, Maria Christina Ruiz, nacieron tres hijos más, a los que se suman los adoptados y algunos ilegítimos.

Como Kurz en "Apocalypse Now" (1979) con Coppola. La película es una adaptación de "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad.

Con los hijos Brando pasó por toda clase de desgracias: su hija Cheyenne se suicidó y Christian fue acusado de asesinar al amante de su hermanastra. Aquí padre e hijo durante el juicio en 1991 por el que fue Christian fue condenado a cinco años. (ansa)

En "Don Juan DeMarco" (1995, con Faye Dunaway).
Su descendencia hizo que pasara uno de los tragos más duros de su vida, cuando uno de sus hijos, Christian, fue acusado de matar a la pareja de su hermanastra Cheyenne, quien después se suicidó.

Estas experiencias personales quedaron fuera en su autobiografía, Songs my mother taught me, que publicó en 1994 junto al periodista Robert Lindsey. En ella habló de su dura infancia y la relación que tuvo con sus padres.

Enlace a Las despiadadas confesiones sexuales de Marlon Brando

El actor tuvo sus diferencias con algunos compañeros de trabajo como Sophia Loren en la grabación de A countess from Hong Kong (1967), de Charles Chaplin, y con el cineasta responsable de Queimada (1969), Gillo Pontecorvo. Otro ejemplo fue el rodaje de Apocalypse now, en el que apareció con bastantes kilos de más. Por otra parte, en The score se refería al director, Frank Ozz, como “Miss Peggy”, por haber dado voz a algunos personajes de 'The Muppets'.

Actor y todo un carácter

Si por algo destacó fue por su peculiar carácter, que lo mantuvo alejado de la superficialidad de la industria, que tanto odiaba, y que le hizo pasar sus últimos años casi aislado. La distancia la marcó también físicamente, y llegó a comprar una isla en Tahití, donde decía haber encontrado la paz.

En 1957, cuando trabajaba en el rodaje de Sayonara, el director Joshua Logan le advirtió que tuviera cuidado con no quedarse a solas con Truman Capote, quien buscaba escribir un artículo sobre él. Brando no le escuchó y un tiempo después salió a la luz en The New Yorker "The duke in his domain", pieza que no fue del agrado del actor, y en la que reconocía que su vida era un “caos”.

“He considerado seriamente dejar el negocio (...) ¿Cuál es el objetivo de ser un actor de éxito, si no lleva a nada?”, reflexionaba, como tantas veces hizo, aportando su visión sobre el oficio.

Para él, la interpretación era sinónimo de “mecanismo de supervivencia”. Así lo afirmaba en 'The Dick Cavett Show' en 1972. “Todo el mundo”, según decía Brando, “es un actor”, una idea que volvió a plasmar en sus encuentros con Lawrence Grobel, el periodista de Playboy que pasó diez días con él en su isla y que publicó Conversations with Marlon Brando. “Todos hemos pasado momentos en los que sentimos una cosa y no la demostramos. Eso es actuar”, defendía delante del periodista.

No entendía, entonces, por qué el oficio interpretativo deslumbra tanto. Tras su fallecimiento, Coppola dijo que Brando habría odiado “que todo el mundo comentara su muerte”.(EFE / Repubblica)