lunes, 9 de junio de 2014

junio 09, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Naufragó el barco. Un hombre y una mujer consiguieron llegar a una isla desierta, y estuvieron ahí 20 años. En el curso de ese tiempo tuvieron 15 hijos. Finalmente llegó un navío a rescatarlos. Él se despidió de mano de ella y le dijo: "Fue un gusto conocerte, linda. Espero que alguna vez nos volvamos a ver bajo mejores circunstancias"... Don Astasio le envió un mensaje a un amigo: "Estoy empezando a tener dudas acerca de mi esposa. Por motivos de trabajo nos mudamos de Tapachula a Ciudad Juárez. Y ella sigue teniendo el mismo repartidor de agua"... El malandro y la malandrina  caminaban por una oscura calle. En eso se escuchó la sirena de una patrulla policíaca. "¡Hamponio! -exclamó ella extasiada-. ¡Están tocando nuestra canción!". El gran violinista iba a dar un recital en el teatro donde Babalucas trabajaba. Le comentó: "Mi violín tiene 300 años". "No se preocupe -le dijo el tonto roque-. A nadie se lo diré"... Capronio, ruin sujeto, relató: "Llevé a mi suegra al zoológico, pero no la quisieron"... Un viajero iba por el campo en su automóvil y el vehículo sufrió una descompostura. Era de noche ya y llovía copiosamente, de modo que el viajero se vio obligado a pedir posada a un granjero. El hombre le dijo: "Podrá usted dormir en la cama de la nena. Pondré una almohada entre los dos para que ella no lo moleste". El visitante pensó que la nena era una bebita, de modo que se sorprendió al ver en el lecho a una garrida moza de 18 abriles. Respetuoso de las leyes de la hospitalidad, sin embargo, no intentó nada en el curso de la noche. Al día siguiente la chica le mostró la granja. Una ráfaga se llevó el sombrerito que lucía la muchacha y lo hizo caer al otro lado de un muro. Dijo el viajero: "Saltaré la barda y te traeré tu sombrerito". "¡Bah! -masculló ella-. ¡No saltó la almohada, y dice que va a saltar la barda!"... Me agradó la visita de Peña Nieto al Papa. Atrás quedaron definitivamente las pugnas que durante mucho tiempo impidieron el trato diplomático entre México y el Vaticano, y ahora hay relaciones normales entre los dos Estados. Ojalá el Papa Francisco visite pronto nuestro país. Sería recibido, estoy seguro, con el mismo entusiasmo con que lo fue Juan Pablo Segundo. En la hora actual los mexicanos necesitamos aliento y esperanza. Una visita papal nos traería esos valiosos dones... Bucolio, joven labrador originario y vecino de San Juan de los Cabuches, juntó dinero durante10 años para cumplir su sueño de ir a la capital y visitar El Unicornio de Oro, que así se llamaba, le habían dicho, la casa de mala nota más notable de la gran urbe. Ahí se gastaría en una sola noche -era su plan- todo el dinero que en esa década había logrado reunir a base de trabajo y ahorro. Sus amigos lo fueron a despedir a la estación del tren, y le hicieron prometer que a su regreso les contaría su experiencia, paso por paso y con lujo de detalles. Hizo el viaje Bucolio, en efecto, y llevó a cabo su propósito. Cuando estuvo de vuelta se reunió con sus amigos en la cantina del pueblo, y después de brindar con ellos por el feliz retorno procedió a relatarles su aventura. "El burdel es de ensueño -comenzó-. Mármoles, brocados, maderas preciosas, bronces... No hay nada igual en San Juan de los Cabuches". "¿Y qué más?" -lo acuciaron los amigos. "Había por todas partes mujeres hermosísimas -prosiguió Bucolio-. Negras, blancas, mulatas, orientales, de todo. No hay nada igual en San Juan de los Cabuches". "¿Y luego? ¿Y luego?" -preguntaron ansiosamente los otros. "Me llevaron a un cuarto que tenía alfombra roja; muebles forrados en terciopelo del mismo color con aplicaciones doradas; espejos en el techo y las paredes, y una cama redonda con sábanas negras de encaje y seda. No hay nada igual en San Juan de los Cabuches". "¿Y qué sucedió después?" -preguntaron los amigos, impacientes. "Llegó una mujer bellísima -prosiguió Bucolio-. Encendió un braserillo con incienso, puso música romántica y disminuyó la intensidad de la luz. No hay nada igual en San Juan de los Cabuches. En seguida se desnudó completamente y subió al lecho. Yo hice lo mismo". "¿Y qué más? ¿Qué más?" -quisieron saber los amigos. Dijo Bucolio: "De ahí en adelante ya todo fue igual que en San Juan de los Cabuches"... FIN. (Milenio)