miércoles, 25 de junio de 2014

junio 25, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

El elefante contempló al hombre desnudo y le dijo: “Se ve simpática, pero ¿puedes agarrar cacahuates con ella?”. Babalucas y su amigo Boborrongo contrataron a un piloto para que los llevara en su avioneta a un remoto paraje donde cazarían venados bura, animales que por su alzada y peso se conocen en inglés como mule deer, venados mula. Cazaron tres cada uno. Llegado el día del regreso el piloto les hizo saber que sólo podrían llevar cuatro de los seis venados, pues la capacidad de carga del pequeño avión no daba para más. Ellos alegaron que el año anterior también había cazado seis buras, y el piloto les había permitido llevarlos todos. “Y la avioneta -adujo Babalucas- era del mismo tipo, modelo y capacidad que ésta”. No muy convencido el piloto terminó por aceptar que los cazadores llevaran consigo los seis venados. Pero apenas había levantado el vuelo cuando la avioneta empezó a perder altura por el excesivo peso que llevaba, y terminó por estrellarse en la espesura. Maltrechos, quebrantados, doloridos, salieron los tres pasajeros de la destruida nave. Le preguntó Boborrongo, preocupado, a Babalucas: “¿Sabes dónde nos encontramos?”. “Sí -contestó él-. Más o menos en el mismo sitio donde nos estrellamos el año pasado”. Dijo el conferencista: “Las hembras de algunos animales devoran a sus crías”. Comentó por lo bajo la mamá del adolescente: “Me lo explico”. La ignorancia ayuda mucho a opinar sobre cualquier asunto. De no ser por la ignorancia casi todas las conversaciones languidecerían. Yo aprendí a hablar a los 2 años. Tengo 75, y aún no puedo decir: “No sé”. Con la osadía que la ignorancia da he opinado de futbol en estos días. ¿Quién no lo ha hecho? Desde el intelectual al barrendero -lo digo en escala ascendente- todos han echado su cuarto a espadas sobre los juegos de la Copa, y todos nos hemos convertido de la noche a la mañana, como el jocoque, en técnicos sapientes e infalibles. Y es que si hoy por hoy no hablas de futbol quedas al margen del mundo y de la vida, condenado a mudez permanente, silencioso cartujo en medio de muchedumbre gárrula. No puedo entonces dejar de aplaudir -con ambas manos, para mayor efecto- a nuestra Selección por su espléndido triunfo sobre el equipo nacional de Croacia. (Por cierto ¡cómo hizo falta en ese partido un árbitro de la categoría de don Arturo Brizio!). Los futbolistas mexicanos demostraron que no hay enemigo pequeño. (Tomen en cuenta eso nuestros seleccionados cuando se enfrenten el domingo a Holanda). Yo digo que sea cual sea el resultado de ese próximo juego el equipo mexicano puede ya regresar a su país con la satisfacción del deber cumplido, si me es permitido usar esa expresión inédita. El empate con Brasil y la contundente victoria sobre los croatas -sin olvidar el partido ganado a Camerún- constituyen méritos más que suficientes para volver a casa con la frente en alto. Desde luego ganarle a un equipo como Holanda, esa máquina de jugar futbol, tendría sabor de gloria, pero que eso no tensione a nuestros jugadores. Salgan ellos a jugar como lo hacían de niños en el llano, con alegría, sin presiones, y todo lo demás se dará por añadidura. Ya hicieron mucho. Ya hicieron más que grandes equipos como España, Italia o Inglaterra. Suceda lo que suceda el próximo domingo, ya se ganaron el respeto y el reconocimiento de los aficionados y de los legos que en estos días nos hemos convertido, aunque sea interinamente, en catecúmenos de esa gran religión universal, el futbol.La mamá de Pepito lo amonestó: “Si sigues chupándote el dedo te vas a poner panzón”. El mismo día llegó de visita la tía de Pepito, que tenía un embarazo de ocho meses. “¡Ajá! -le dijo el chiquillo-. ¡Ya sé lo que has estado haciendo!”. Don Avaricio le preguntó a su hijo: “¿Cuánto costó la última cita con tu novia?”. Respondió el muchacho: “50 pesos”. “Está bien -refunfuñó el ruin sujeto-. No es mucho”. Dice el muchacho: “Eso es todo lo que ella traía”. Pirulina le confesó al Padre Arsilio lo que había hecho con su novio la noche anterior. “De penitencia -le dijo el buen sacerdote- te pondré 10 avemarías”. “Póngame 20, padrecito -le sugirió Pirulina-. Seguramente esta noche le vamos a seguir”. FIN.