domingo, 22 de junio de 2014

junio 22, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

"La cigüeña va a venir a la casa -le anunció el papá de Pepito al chiquitín-, y traerá un bebé". "¡No lo puedo creer! -exclamó Pepito con asombro-. ¿Te la tiraste?". Don Algón, dineroso señor propincuo a placeres de la carne, mantenía un romance secreto con una linda chica italiana que vino a México a estudiar nuestra cultura. A resultas de esos frecuentes coloquios fornicarios la muchacha vino a quedar en estado de buena esperanza, vale decir embarazada. Don Algón, temeroso de perder la buena imagen que tenía en la comunidad, de la cual era pilar muy prestigiado, le dio a la joven una buena suma de dinero para que regresara a Italia con su familia. Le prometió que le enviaría cada mes lo necesario para la crianza del hijo por nacer y para su futura educación hasta llegar a la mayoría de edad. Le pidió, eso sí, que lo mantuviera informado, y para tal efecto convino una clave con la futura madre: cuando naciera el niño ella le enviaría un mensaje que diría simplemente: "Espagueti". Eso significaría que el niño había nacido ya. Pasaron unos meses, y cierto día la esposa de don Algón le dijo: "Recibiste un mensaje de lo más extraño. Dice: "Espagueti. Espagueti. Espagueti. Dos con albóndigas; uno sin ellas". Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, se acordó por fin de que tenía abuela, y fue a visitarla en el lejano poblado rural donde vivía la anciana. La viejecita se alegró mucho al verla, y como supuso que su nieta vendría con hambre le ofreció una sopa. Doña Panoplia notó que el plato en que se la iba a servir no se veía muy limpio, y con algo de pena se lo hizo notar a la abuelita. Ella le dijo: "Está tan limpio como el agua fría lo puede dejar". A la hora de la cena volvió a suceder lo mismo: la visitante observó que su plato mostraba no estar muy bien lavado, y de nuevo se lo dijo a la ancianita. Replicó ella: "Ya te dije que el plato está tan limpio como lo puede dejar el agua fría". Cenó, pues, doña Panoplia en aquel plato, y se dispuso a ir a la recámara que su abuela le había asignado. Sin embargo el perro de la casa se le puso delante, y gruñendo amenazadoramente le impedía el paso. "Abuela -le dijo doña Panoplia a la señora-. Tu perro no me deja pasar". Con voz enérgica le ordenó la viejita al animal: "¡Quítate de ahí, Aguafría!". Sonó el teléfono y Babalucas contestó. Le preguntó una voz: "¿Quién habla?". Respondió el badulaque: "Usted, ¿no?". Rosilita leyó en un libro que todos los adultos tienen lo que se llama "un esqueleto en el clóset", o sea un oscuro misterio en su vida, algo turbio que deben ocultar. Pensó la precoz niña que si eso era cierto entonces sería cosa fácil chantajear a los adultos y obtener provecho de ellos. Para probar su tesis le dijo a su mamá con ominoso acento:"Lo sé todo". "¡Shhh! -le impuso silencio la señora, llena de alarma-. Toma estos 200 pesos y no le digas nada a tu papá". Se alegró mucho Rosilita al ver que su sistema funcionaba, y cuando esa noche su papá llegó a la casa Rosilita lo esperó en jardín y ahí le dijo: "Lo sé todo". El señor, asustado, echó rápidamente mano a su cartera, le dio 500 pesos a la niña y le pidió: "No le vayas a decir nada a tu mamá". Al día siguiente Rosilita, ya de plano en la senda del delito, vio llegar al cartero y le dijo: "Lo sé todo". El hombre respondió lleno de emoción: "¡Entonces ven a mis brazos, hija mía!". La mujer quiere un compromiso serio sin las complicaciones del sexo. El hombre quiere sexo sin las complicaciones de un compromiso serio.Termina esta columnejilla con un chiste de naturaleza surrealista, al mismo tiempo absurdo y tierno. Sucede que se casaron el huevo de gallina y la huevita, y se fueron a su viaje de luna de miel. La noche de bodas ella entró al baño a fin de disponerse para la ocasión, mientras él la aguardaba ansiosamente. Salió poco después la huevita. Lucía un vaporoso negligé que dejaba a la vista todos sus encantos. Su marfilina blancura era un prodigio de belleza; sus ebúrneas redondeces constituían una invitación a la sensualidad. Al verla el huevito se cubrió inmediatamente el cuerpo con las manos, como para protegerse. La huevita le preguntó, asombrada: "¿Por qué haces eso?". Con temblorosa voz respondió el huevo: "La última vez que me puse así de duro alguien me dio de cucharazos para romperme". FIN. (Milenio)