jueves, 12 de junio de 2014

junio 12, 2014
CIUDAD DEL VATICANO, 12 de junio.- Fabricantes de armas, explotadores del “trabajo esclavo” y corruptos un día “deberán rendir cuentas a Dios”. Lo ha dicho el Papa Francisco en la audiencia general en la Plaza de San Pedro, que ha terminado con un llamamiento contra el trabajo infantil.


Jorge Mario Bergoglio ha terminado ayer  un ciclo de catequesis sobre los siete “dones del espíritu”hablando del “temor de Dios”. El temor de Dios, ha explicado, “no significa tener miedo de Dios: no, no es eso. Sabemos bien que Dios es Padre y que nos ama y quiere que nos salvemos, y siempre nos perdona: ¡siempre! Por eso no hay motivos para tenerle miedo. El temor de Dios es el don del Espíritu que nos recuerda como somos pequeños frente a Dios y su amor, y que nuestro bien está en ponernos, con humildad, respeto y confianza, en sus manos. Esto es el temor de Dios: este abandono en la bondad de nuestro Padre que nos quiere tanto”. El “temor de Dios abre los corazones, nos hace tomar conciencia de que todo viene por la gracia y que nuestra verdadera fuerza está únicamente en seguir al Señor Jesús y en dejar que el Padre pueda dejar caer sobre nosotros su bondad y su misericordia”. Un corazón abierto “porque el perdón, la misericordia, la bondad, las caricias del Padre, vengan hacia nosotros. Porque nosotros somos hijos amados infinitamente”.


Pero el “don del temor de Dios –ha continuado el Papa-- es también una alarma frente a la insistencia del pecado. Cuando una persona vive en el mal, cuando bestemia contra Dios, cuando explota a los otros, cuando vive solo por el dinero, por la vanidad o el poder, por el orgullo, entonces el santo temor de Dios nos mete en alerta: 'Atención, con todo este poder, con todo este dinero, todo tu orgullo y vanidad, no serás feliz. Ninguno –ha dicho el Papa Francisco entre los aplausos de los fieles que llenaban la Plaza de San Pedro-- puede llevar consigo mismo al otro lado ni el dinero ni el poder, ni la vanidad ni el orgullo: ¡nada! Solo podemos llevar el amor que Dios Padre nos da, las caricias de Dios recibidas con amor. Y podemos llevar lo que hemos hecho por los otros. Pienso por ejemplo –ha continuado Bergoglio-- a las personas que tienen responsabiliadad sobre otras personas y se dejan corromper: ¿pero vosotros creéis que una persona corrupta será feliz en el otro lado? ¡No! Todo el fruto de la corrupción ha corrompido su corazón, y será difícil llegar hasta el Señor. Pienso en quienes viven de la trata de personas y del trabajo esclavo: ¿vosotros creéis que estas personas tienen en su corazón el amor de Dios, uno que trafica con personas, uno que explota a otras personas esclavizándolas? ¡No! No tienen temor de Dios. Y no son felices, no lo son”. Pienso, ha dicho el Papa, “en quienes fabrican armas para fomentar las guerras... ¡pero creéis que esto es un trabajo! Estoy seguro –ha dicho el Papa dirigiéndose a los fieles-- que si yo hago ahora la pregunta: ¿cuántos de vosotros sois fabricantes de armas? Ninguno, ninguno, porque estos no vienen a oir la Palabra de Dios. Estos fabrican la muerte, son mercaderes de la muerte. Que el temor de Dios les haga comprender que un día todo acabará y que deberán rendir cuentas a Dios”.

Después de dos días de “pequeña indisposición” que le han llevado a cancelar diversos actos públicos, el lunes y el martes, ayer el Papa Francisco ha iniciado la audiencia general pasando por el aula de Paula VI, antes de llegar a la Plaza de San Pedro en jeep, para saludar a los enfermos que, a causa del calor, han seguido la audiencia desde las pantallas instaladas en este aula. Terminando la audiencia, el Papa ha hecho un llamamiento en vista de la próxima Jornada Mundial contra la explotación del trabajo infantil que se celebra hoy.

“Decenas de millones de niños...escuchad con atención: decenas de millones de niños son obligados a trabajar en condiciones degradantes, expuestos a formas de esclavitud y explotación, abusos, maltratos y discriminación”, ha dicho. “Espero vivamente que la comunidad internacional pueda ampliar la protección social a los menores para acabar con esta plaga. Renovemos todos nuestro empeño, en especial las familias, para garantizar a cada niño y niña la salvaguardia de su dignidad y la posibilidad de un crecimiento sano. Una esperanza infantil permite a los niños mirar con confianza la vida y el futuro. Os invito a todos a rezar a la Virgen, que ha tenido a Jesús niño en brazos, pedirla por estos niños y niñas que son explotados con el trabajo  y con los abusos”. Mientras leía el apelo, el Papa ha mostrado el panfleto “Todos juntos contra el trabajo infantil”. Entre los saludos finales, Bergoglio se ha dirigido a los participantes de un congreso sobre ética y finanzas en el Augustiniarum (“de verdad las finanzas hoy tienen necesidad de ética”), a los fieles de Castel San Giovanni que recuerdan el centenario del nacimiento del cardenal Agostino Casaroli (“Un gran hombre este Casaroli”), y a los obreros de la fábrica de Fiat en Pomigliano de Arco, que han llegado a la audiencia para regalar al Papa un coche Panda, recordando cómo Bergoglio había usado ese mismo modelo de vehículo Fiat durante su visita a Asís. (La Stampa / La Razón)