jueves, 29 de mayo de 2014

mayo 29, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 29-V-14

A los pocos días de que llegó al penal de máxima seguridad del Altiplano, ubicado en el Estado de México, Joaquín El Chapo Guzmán Loera tuvo dos quejas que para sus custodios resultaron inesperadas: quería una chamarra para mitigar el frío y crema para sus manos que se estaban resecando. No se quejó de la comida ni de las literas, del baño ni del trato, pero sí de que casi no lo dejaban salir al sol.


Según me relatan fuentes de alto nivel, desde el gobierno federal llegó la orden de ofrecerle un trato: le permitirían chamarra, crema, una hora de sol al día y un libro para entretenerse a cambio de que les contestara una pregunta: ¿quién lo protegía?


El Chapo recibió los privilegios, pero las autoridades no obtuvieron las respuestas que esperaban.

– ¿Te protegía el secretario de Seguridad Pública de Culiacán?

– No. A ese le cargan todo, pero no.

– ¿Malova? (Mario López Valdés, el gobernador de Sinaloa)

El Chapo se quedó en silencio, reflexionó y se acomodó en la silla antes de explicarse.

– Nadie me protegía a mí directamente. Desde luego pagábamos para proteger la operación de la organización, pero era para la operación, no para mí en particular.

No dio un nombre. Ni un cargo. Ni una sola pista.

Las autoridades federales no le creyeron y le suspendieron los privilegios que le habían concedido inicialmente, que incluían visitas sin restricción de sus abogados, que le ayudaban a no estar en total aislamiento.

Según las mismas fuentes, El Chapo quiere más que una chamarra y una crema de manos. El trato que propuso a las autoridades es otro: que la agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA, lo “dejara de molestar” (lo que esto signifique) y que la Procuraduría General de la República en México suspendiera los procesos contra sus hijos.

La respuesta oficial fue no. No, para ambas solicitudes. Y le recordaron que tras el operativo de su captura en Mazatlán, sus hijas, su esposa, la nana y la cocinera fueron puestas de inmediato en libertad (y que eso ya era un gesto), pero que varios de sus hijos varones están metidos de lleno en el mundo del crimen organizado.

Los hijos de El Chapo son muy activos en las redes sociales y suelen presumir lujos y viajes. En referencia a lo que dijo su padre cuando fue detenido por primera vez, en 1993, dicen que se dedican a sembrar. “Soy agricultor como mi Apá”, publicó uno de ellos en Twitter.

Para las autoridades, el fantasma de una posible nueva fuga de Guzmán Loera no es tema menor. Estuvo en la mesa de los responsables de la seguridad desde el momento en que fue aprehendido en Mazatlán.

Apenas el miércoles pasado, una noticia volvió a prender las alertas. En Culiacán, la ciudad reina de las redes de protección que disfrutó durante sus 13 años de prófugo, se registró la fuga del penal estatal de tres delincuentes identificados como operadores de Guzmán Loera.

SACIAMORBOS

El suicidio de la botarga es atractivo, pero los textos recientes de Moisés y las imágenes de este fin de semana son entre inéditas, dolorosas y peligrosas.