jueves, 22 de mayo de 2014

mayo 22, 2014
GUANAJUATO, México, 22 de mayo.- Fue en el ciclo escolar 2012-2013 cuando “T”, una adolescente de 13 años, comenzó a vivir una pesadilla al tener que soportar el acoso de su profesor de español.

En las oficinas del Centro de Derechos Humanos “Victoria Díez”, la madre de la estudiante de secundaria narra a Apro las circunstancias que la llevaron a denunciar penalmente al maestro Antonio Jesús Aguirre Zúñiga en noviembre del año pasado, a cambiar a su hija de la secundaria general Insurgente número 8 de la colonia Las Trojes, a pedir el apoyo de esta asociación y a reclamar la complicidad del personal de la escuela, las omisiones del Ministerio Público y la indiferencia de la Secretaría de Educación del estado.

“Me atrae mucho tu cuerpo”, le dijo el profesor de español, Antonio Jesús Aguirre Zúñiga a la entonces alumna del primer grado.

Fue la primera vez que el maestro le hizo saber verbalmente lo que ya era obvio con sus miradas. Las compañeras de la adolescente de 13 años ya le habían hecho notar la forma insistente y lasciva en que el mentor la veía.

“¿Cómo creen? Es el maestro”, respondía ella.

Pero el maestro no estaba dispuesto a perder a su presa y dio un paso más al confesarle abiertamente que le gustaba.

La joven compartió con sus amigas la confidencia y una de ellas la animó a contarle lo sucedido a la directora, Laura Aranda Moreno.

Pero en lugar de recibir el apoyo de la máxima autoridad del plantel, se llevó una reprimenda.

“¡No es cierto!, eres una mentirosa, ¿cómo se te ocurre? El maestro es muy recto. Tienes mucha imaginación”, le dijo la directora, quien en todas las intervenciones que tuvo frente a la menor, a sus padres y al resto del personal, no se movió de esa postura.

Laura Aranda ha sido una directora polémica. De 2010 a la fecha ha tenido varios conflictos lo mismo con alumnos que con padres de familia que han derivado en escándalos. Por ejemplo, en alguna ocasión la acusaron de quedarse con las “cuotas voluntarias”. En septiembre del año pasado, un alumno falleció a consecuencia de una sobredosis de droga que se inyectó en el interior de la escuela, y el caso más reciente es la del profesor denunciado por abuso sexual.

En el siguiente ciclo escolar que comenzó en agosto del 2013, el maestro Aguirre Zúñiga reanudó el acoso, pero ahora fue más insistente.

“¿Sabías que estás muy bonita? No sé por qué, pero me atraes mucho”, le dijo.

La alumna recurrió entonces a las trabajadoras sociales de la secundaria, a quienes dio cuenta del acoso. Una de ellas, de nombre Marina, registró el reporte y habló con la directora, pero ésta le pidió que no interviniera, que ella, personalmente, se haría cargo de resolver esa situación, según refiere la madre de la menor.

Pero Aranda Moreno no hizo más que volver a reprender a “T”. La acusó de “querer llamar la atención”.

Prosigue la madre de la víctima:

“Fue hasta entonces cuando mi hija nos contó todo. Su papá se presentó en la escuela y habló con la directora. Ella se mantuvo en su dicho, que no era cierto, que el profesor era muy decente. Pero ante nuestra insistencia ofreció hablar con el maestro y que si hubiera algo, ahí se acababa y no habría más problemas”.

A partir de ese hecho, el maestro cambió de actitud y del asedió pasó a la amenaza. Le decomisó el celular a la alumna con el pretexto de que había sonado en clase, la comenzó a llamar, primero para pedirle y luego para exigirle que lo viera a la salida de la escuela, en una pizzería cercana.

“Un día, el la obligó a subirse a su auto. Le dijo que si no lo hacía, le iría muy mal. Le acarició las piernas. Ella lloraba, él le dijo que ya estaba bastante grandecita para saber lo que le podía pasar. Mi hija le insistía en que no estaba bien, que era su maestro. Entonces él le contestó: Pero también soy hombre”, dice la madre.

De acuerdo con su testimonio, Antonio Aguirre obligó a la menor a callar, bajo la amenaza de que dañaría a sus papás. Específicamente, que le “echaría el auto” a su mamá cuando fuera a recoger a su hermanito al jardín de niños.

A partir de ese momento, cambió la conducta de “T”, situación que no pasó desapercibida por su madre. Cuenta que la joven “a veces parecía que me quería decir algo, pero luego se arrepentía. Yo le preguntaba que si le pasaba algo, y me decía que los exámenes, que las materias. Luego me empezó a pedir que fuera por ella a la escuela, que no se quería regresar sola a casa. (Pero) en ese entonces yo trabajaba”.

Aprovechándose de esa situación, el profesor siguió obligando a la joven a subir a su auto o a veces la acompañaba en el autobús, siempre con la amenaza de que se quedara callada o, de lo contrario, dañaría a su familia.

El 18 de octubre de 2013, el profesor volvió a forzar a la joven a irse con él en su auto. Pero esta vez la obligó a doblarse el cuello del uniforme y a ponerse encima una camisa de él. El hombre la agachó dentro del vehículo y entró a un motel ubicado en la salida a Silao, donde la violó y le tomó fotografías.

“Se burló de ella, la agarró del pelo y le volvió a decir que ya sabía que se tenía que quedar callada, y que ya le había echado el ojo a otra compañera que también le gustaba mucho”, cuenta la madre de “T”.

Enterada de lo sucedido, en ausencia de la directora Aranda Moreno una de sus amigas denunció la violación a otros profesores de la secundaria, a mediados de noviembre.

“Los maestros la metieron a una sala donde le dijeron que ella tenía que contar que había querido, que se fue voluntariamente con él, porque si no, le iba a ir muy mal a profesor, iba a perder su trabajo porque ella era una niña”.

Por más que les explicaba que la llevó contra su voluntad y les hablaba de las amenazas –relata la madre- insistieron en hacerla redactar una carta donde afirmara que sostuvo relaciones sexuales con el profesor con su consentimiento.

Al presentarse la directora, ésta cerró el círculo de complicidad. Llamó a los padres y les dio su versión de “la relación” entre ‘T’ y el maestro Aguirre; les mostró el papel. La menor rechazó la historia y narró a sus padres lo que el personal de la escuela había hecho con ella tras denunciar el abuso.

Cuando la mamá de “T” acudió a la delegación regional de la Secretaría de Educación, que encabeza Francisco Javier Zavala, a fin de abordar el caso, personal de esta oficina le indicó que es levantaría un acta administrativa.

Luego de rendir su testimonio, las autoridades le prometieron que se efectuaría una investigación.

Sin embargo, unos cuantos días después, madre e hija fueron citadas en la propia secundaria, “porque iban a carear a mi hija con el maestro. Pero yo no la llevé, si ya sabía cómo la habían tratado y que le decían mentirosa, y ella estaba mal, ya no quería hablar”, señaló la mamá.

La SEG, a través de la delegación con sede en León, indicó que el profesor había sido “inmediatamente suspendido” de su labor al frente del grupo, lo cual en realidad no sucedió, puesto que por lo menos hasta enero de este año seguía acudiendo a la escuela, como lo pudo corroborar la familia de la menor porque así se lo hicieron saber otros padres.

Y aunque ahora la Secretaría de Educación (SEG) ahora refiere que el profesor sólo estuvo en esa secundaria de agosto a noviembre del 2013 cubriendo un interinato, en realidad impartió clases por lo menos desde enero, pues existe un registro del pago retroactivo por parte de la SEP a Aguirre Zúñiga en el primer trimestre del 2013, correspondiente a labores en esa escuela.

La que sí salió de la secundaria 8 casi de inmediato fue la niña, porque la directora Laura Aranda Moreno le dejó en claro a sus padres que ya no la quería tener ahí.

Antonio Aguirre, por su parte, era también profesor en las secundarias generales 1 y 10

La Procuraduría la revictimiza

En el Ministerio Público las cosas no fueron muy diferentes.

Ese 15 de noviembre, la víctima y sus papás acudieron al Ministerio Público a presentar la denuncia. Los pasaron a la Agencia 40, a cargo de Blanca Isabel Gasca Curiel (la misma que unas cuantas semanas atrás incurrió en diversas anomalías, confirmadas por la Procuraduría Estatal de los Derechos Humanos, en el caso de Laura Patricia Vázquez, asesinada por su pareja).

Cuando se disponían a entrar con su hija para que ésta hiciera la declaración que abriría el expediente 24779/2013, los obligaron a quedarse afuera e hicieron entrar a la menor sola, “porque ya estaba bastante grande para dar su declaración y no necesitaba que estuviéramos”.

Sin embargo, sí se hizo firmar el documento donde se asentó la supuesta declaración de “T” a su madre, quien ni siquiera se dio cuenta de su contenido.

Después se dieron cuenta de que en el expediente, “T” presuntamente había confirmado que había sostenido relaciones sexuales con el profesor sin que éste hubiera ejercido alguna amenaza o de manera forzada, a pesar de que ella refirió las advertencias expresas de éste de que les haría daño a sus padres, y cómo en la escuela la conminaron a librarlo de toda responsabilidad.

Una vez a solas con sus padres, la joven contó que durante el interrogatorio, la agente del MP le preguntó si le atraía su maestro, si se le hacía guapo o si le gustaba su forma de vestirse o su loción.

En ese entonces, la Procuraduría General de Justicia, a través de Aarón Castro, no dio detalles del caso bajo el argumento de que se trataba de un delito en contra de una menor, pero se dijo que el presunto responsable estaba plenamente identificado.

En diciembre, cuando “T” y su madre se encontraban en el Ministerio Público para una cita con peritos, el subprocurador Manuel Ángel Hernández las llamó a su oficina.

Prosigue la madre:

“Me dijo: quiero hablar con ella porque quiero hacerle unas preguntas; que en Guanajuato había pasado un caso similar, que una niña se había enamorado de su maestro de música y nunca lo quiso denunciar. La menor le aclaró que ella nunca había estado enamorada del profesor. ‘Estás muy alegoncita, guárdate tu alegadera para después, porque lo vas a necesitar”, le dijo el Subprocurador.

Ella se quejó de que su hija hubiera declarado sola, sin su presencia. El Subprocurador convalidó la actuación de la agente del Ministerio Público porque la menor “ya no era una bebé como para que yo le tuviera que ayudar. Me sacaba su libro y me decía delito por delito, y que éste era estupro por lo que mi hija había declarado, aunque no pusieron lo que ella dijo, porque según él, ya estaba firmado y ya no se podía cambiar. Y nos fuimos”.

“T” sufrió con el trato de la psicóloga y la médico legista, encargadas de elaborar los peritajes respectivos, particularmente en la revisión médica.

Su madre, que estuvo presente, recuerda:

“Nos hicieron pasar unas humillaciones. Le decían: Tienes qué cooperar; hay niñas más chiquitas que cooperan y tú por qué nos estás haciendo pasar tanto trabajo…y no le dieron terapia, hasta después nos llamaron del DIF, pero ella ya no quiso ir porque todas querían que repitiera y repitiera lo que pasó, se la pasaban preguntándole”.

Todo lo que la familia supo fue que se le iba a acusar a él de estupro y que nunca declaró.

Mientras tanto, distintas autoridades hablaban de un respaldo, de que le brindaban ayuda psicológica a la niña, de que se le había cambiado de escuela y hasta de que tenía asesoría legal, como lo señalaron a fines del año pasado Adriana Rodríguez Vizcarra, directora del Instituto de la Mujer Guanajuatense, y la presidenta de la asociación de padres de familia, Minerva Galicia, a quien algunos medios identificaban como abogada de la víctima.

La familia apenas y se enteró, y de todo lo ofrecido, nunca vio nada.

Sin embargo, con el apoyo del Centro Victoria Díez, los padres solicitaron una orden de protección, debido a que vieron en varias ocasiones al profesor rondando a la niña.

Hace unas semanas, cuando la mamá de la víctima acudió al Ministerio Público para preguntar cómo iba el caso, le informaron que el 19 de abril lo turnaron al Juzgado II Menor; que se había librado una orden de aprehensión, pero que ni la orden de protección ni la de captura se habían podido cumplir “porque no lo encontraban”.

Al concluir su relato, la madre de “T” tiene un solo reclamo:

“¿Por qué a él nunca lo hicieron presentarse y nosotras a cada rato tenemos que ir? A veces ni para los camiones tenemos. ¿Por qué no le han creído a mi hija?”. (Verónica Espinosa para Proceso)