viernes, 16 de mayo de 2014

mayo 16, 2014
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de mayo.- Juan Villoro está listo para patear un balón. Sus zapatos negros lucen como botines con los que puede jugar una cascarita. A unos días de que inicie el Mundial de Brasil 2014, el cronista mexicano agita las manos y por momentos sube el tono de voz cuando habla de futbol, una de sus pasiones.

Del Tri no tiene grandes expectativas, sobre todo después de que el equipo tuviera una "desastrosa" y "ridícula" fase eliminatoria. Aunque también agradece que tenga un técnico como Miguel el Piojo Herrera, un personaje "muy seguro de sus ilusiones", con fama de motivador.



"Si nos íbamos a estrellar, pues más vale estrellarnos de la mano de un optimista", menciona el autor que quiso ser futbolista —solía tener la posición de extremo derecho en las categorías juveniles de Pumas—, y que descubrió la magia de las palabras en las metáforas del narrador Ángel Fernández.

Más allá de lo que ocurra con la Selección en el Mundial, según Villoro, el ánimo de fiesta de la afición mexicana al ver los partidos de la Copa ya tiene su pase a la siguiente ronda.

"Hay muchos problemas en el futbol mexicano, uno de ellos es que nosotros no asociamos nuestra creencia en el juego ni nuestra afición con los resultados", dice el autor de Balón dividido, su texto más recientes de crónicas y reflexiones futbolísticas.


"Lo importante para el aficionado mexicano es la oportunidad que el futbol le brinda de convertirse en una gran fiesta. Lo significativo es ir al estadio, formar parte de una comunidad, estar todos juntos, compartir comida sabrosa, pintarse la cara, emborracharse, ligarse una chava", agrega.

El motivo de la fiesta, el futbol y los resultados en la cancha, pasan a segundo plano, igual que cuando alguien se cuela a la fiesta de una boda, sin saber quiénes son los novios.

"Esto es muy mexicano, y lo importante para nosotros es el jolgorio. El futbol no va a impedir con sus resultados que seamos aficionados y que nos la pasemos bien", apunta el escritor de Dios es redondo y Los 11 de la tribu.

Sin quinto partido

Villoro firma autógrafos en una librería del sur de la capital mexicana. De pronto se detiene en la página 15 de uno de sus libros, y corrige con un rayón de su pluma un error de imprenta: donde dice Raúl Gutiérrez, debe decir Raúl Jiménez. Tanto en el futbol como en los libros hay errores que deben enmendarse.

El escritor mexicano lamenta que después de los problemas que tuvo el Tri para calificar al Mundial no existiera una autocrítica de los directivos, para enmendar la estructura del futbol nacional y anteponer el tema deportivo al del gran negocio.

"México llega al Mundial con tres rivales difíciles, yo no creo que tenga México posibilidades de pasar a la siguiente ronda, y por supuesto no tiene ninguna de llegar al quinto partido", dice el escritor que ha elaborado crónicas de los mundiales de Francia 98, Corea-Japón 2002 y Sudáfrica 2010.

El juego impredecible

En Balón dividido, Villoro cuenta historias como la del delantero argentino Martín Palermo, que quiso jugar un partido con Boca Juniors apenas un par de días después de que ocurriera la cremación de su hijo recién nacido.

En aquel duelo contra Banfield, Palermo anotó dos goles en La Bombonera, antes de soltarse a llorar sobre el césped. El futbol tiene héroes con tachones. Y parte de esa magia puede ocurrir en el Mundial de Brasil.

"Afortunadamente el futbol te depara circunstancias no previstas", dijo el cronista.

"Creo que el Mundial de Brasil no será de una calidad tan pareja como la Champions. Pero los mundiales son la utopía de la pertenencia, el sentir por un momento que formas parte de un país y que ese país puede hacer algo en la cancha. Es una manera de asociarnos con la identidad", agregó.

Un autor 'desenredado'

Facebook y Twitter son una extensión de las tribunas.

Mientras corre cada partido los tuiteros cantan los goles en 140 caracteres y elaboran memes en los que se burlan de los contrarios. Pero para Villoro ese mundo no representa una opción estimulante.

"En general me ha aburrido bastante Twitter, y no lo sigo mucho. Sé que es una gran herramienta, por momentos me parece interesante. Pero yo jamás cambiaría ver un partido de futbol en el estadio", comenta el escritor que tiene la cuenta @JuanVilloro56.

La ruina por felicidad

¿Qué pasaría si por alguna circunstancia México llegara a ganar un Mundial?

Villoro cree que no hay ninguna posibilidad de que eso ocurra en el corto plazo. Pero juega con esa utopía y vislumbra un escenario en el que el país quede en estado de catatonia después de conquistar el trofeo.

"Yo creo que no estamos preparados para eso. Creo que durante un año no haríamos nada más que celebrar y estar en estado de sorpresa… estaríamos paralizados de felicidad. Si de por sí no somos muy productivos, esto nos llevaría a la ruina por felicidad", dice el escritor.

"Tendríamos una crisis de éxito". (CNNMéxico)