miércoles, 14 de mayo de 2014

mayo 14, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Pepito le preguntó a su padre: "Papi: ¿qué es una prostituta?". Tomado por sorpresa el señor carraspeó para ganar tiempo y luego respondió: "Una prostituta, hijo, es una mujer que venera a un dios llamado Prosti. Pero dime: ¿de dónde sacaste esa pregunta?". "Olvídate de la pregunta -replicó Pepito-. ¿De dónde sacaste esa respuesta?"... Sonorosa palabra es "tolondrón". Igualmente sonoro es su sinónimo "chichón", protuberancia que se forma en la cabeza por efecto de un golpe. En otros tiempos a los adultos no les gustaba que los niños hicieran preguntas, Quizá eso se debía, como en el cuento de Pepito y su papá, a que las más de las veces no podían contestar las preguntas infantiles: "¿Por qué las pelotas son redondas?". "¿Por qué los hombres tenemos chichitas?". "¿Por qué cuando sales tú entra el vecino?". Si un niño preguntaba: "¿Qué es esto?", casi siempre obtenía como respuesta una frase consagrada: "Tolondrones para los preguntones". El hijo de Babalucas le preguntó: "¿Dónde está el Mar Muerto?". "Respondió él: "No sé". Inquirió el niño: "¿Qué es un triángulo equilátero?". "No sé" -volvió a contestar el badulaque. Preguntó el chiquillo: "¿Cuál es la capital de Grecia?". "No sé" -dijo de nuevo el pasmarote. Intervino en ese momento la mamá del niño. "Ya deja en paz a tu papá -le dijo-. No le estés haciendo tantas preguntas". "Déjalo, mujer -dijo Babalucas, magnánimo-. Si el niño no pregunta ¿cómo va a aprender?". Los mexicanos hemos empezado -¡por fin!- a hacerles preguntas a los gobernantes. Eso es lo mismo que empezar a cuestionar, es decir a controvertir, a expresar dudas. Durante muchos años nos limitamos a callar y obedecer, según la despótica norma absolutista dictada en la época colonial por el marqués de Croix. Ahora los ciudadanos preguntamos, y si los detentadores del poder no nos contestan nos inconformamos. He ahí una buena señal: estamos avanzando, siquiera sea lentamente, en el camino del ejercicio democrático. Los funcionarios públicos, del mayor al menor, y los llamados representantes populares empiezan a percatarse de que deben dar cuenta de sus actos. Eso es importante, pues tiene que ver con la participación de la ciudadanía, sin la cual la práctica de la democracia no es cabal. Yo mismo tengo una pregunta, y me apresuro a hacerla, no sea que alguien me gane el turno de preguntar. Mi pregunta es esta: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?... Don Cornulio le dijo a su esposa: "Sé que me eres infiel". "Es cierto -respondió ella-. Pero toma en cuenta las muchas veces que te he sido fiel"... Astatrasio Garrajarra, el borrachín del pueblo, entró ebrio en el cementerio municipal y cayó en una tumba recién abierta. Ahí se quedó dormido. A la mañana siguiente despertó y se vio en aquella situación. Dijo hablando consigo mismo: "No dejemos que nos invada el pánico, y razonemos. Una de dos: o estoy vivo o estoy muerto. Si estoy vivo: ¿por qué estoy en esta tumba? Y si estoy muerto ¿por qué tengo tantas ganas de mear?"... A un criador de reses bravas le indultaron un toro. En adelante el valioso ejemplar se la pasó en la dehesa cubriendo a las vacas de la ganadería. Cansado de ver al animal en esa gratísima función el ganadero hizo que el caporal lo pegara a un arado y lo pusiera a arar todos los días. Explicó: "Quiero que el toro aprenda que no todo en la vida es diversión"... La madura señora le daba consejos a la chica que se iba a casar. "Desde el principio -le dijo-, toma las riendas de tu casa. El primer día de mi matrimonio, hace 20 años, le dije a mi marido que tendría que dejar de fumar, de beber y de ver a sus amigos". Preguntó la muchacha: "¿Y dejó de hacer eso?". "No lo sé -respondió la señora-. Tengo 20 años de no verlo"... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, iba con un amigo, y pasó junto a ellos una mujer de opimas formas y ubérrimos encantos. Pródigo era su tetamen, espléndido su tafanario, y sus piernas semejaban torneadas sendas que conducían a ocultos paraísos. Declaró Afrodisio: "A esa mujer yo empezaría a besarla desde la pata". "¡Qué vulgar! -lo apostrofó el amigo-. Querrás decir 'desde el pie'". "No -precisó Pitongo-. Desde la pata de la cama"... FIN.(Milenio)