jueves, 3 de abril de 2014

abril 03, 2014



Cuando murió el Obispo Rodríguez de la Gala, era Gobernador del Estado el General Palomino. Hombre de ideas liberales, pero de criterio amplio y conciliador, concedió de palabra permiso para que las campanas doblaran por el virtuoso difunto. Don Ramón Arzamendi, Oficial Mayor, que no estaba al tanto, corrió a comunicar al Gobernador aquella infracción de las Leyes de Reforma.

--"Hombre, don Ramón, --dijo el General-- ¿ha sido Ud. sacristán? ¿Cómo sabe Ud. que son dobles?... Yo, como no los he estudiado, no distingo los toques de campana". Y agregó: "Vaya, vaya, déjeme en paz a los curitas."