viernes, 18 de abril de 2014

abril 18, 2014
EL VATICANO, 18 de abril.- En su segunda Semana Santa, el Papa recordó que se rememora “el día de la institución del sacerdocio y de la propia ordenación sacerdotal” y por ello su sermón estuvo dedicado a cómo deben comportarse los sacerdotes. Bergoglio le pidió a los sacerdotes que traten a la Iglesia como “su escogida y única amada y a serle siempre fiel”. A su vez, afirmó que no se trata “de que todos nosotros estemos ‘inmaculados’, pues somos pecadores”. Además, Bergoglio realizará su segundo lavado de pies, como marca la tradición. “La disponibilidad del sacerdote hace que la iglesia sea una casa de puertas abiertas, refugio de los pecadores, hogar para los que viven en la calle, casa de auxilio para los enfermos, camping para los jóvenes”, dijo el Papa en la misa en la basílica de San Pedro.

El Papa Francisco durante las misas de Semana Santa (foto: AFP)

Llamó a los sacerdotes a conservar su alegría, a no encerrarse en sí mismos y recibir la ayuda del pueblo y sus fieles. 

“Alegría custodiada por el rebaño y por tres hermanas que la rodean, la cuidan, la defienden: la hermana pobreza, la hermana fidelidad y la hermana obediencia”, dijo el Papa Francisco, haciendo hincapié en tres rasgos significativos en la alegría sacerdotal: “nos unge, es incorruptible y es misionera”.

Ayer Jueves Santo, el Obispo de Roma presidió la Santa Misa Crismal, dio la bendición de los santos óleos para la unción de los catecúmenos, la unción de los enfermos y el crisma para los grandes sacramentos que confieren el Espíritu Santo, es decir: Confirmación, Ordenación Sacerdotal y Ordenación Episcopal. 

En su homilía, dirigiéndose a los “queridos hermanos en el sacerdocio”, el Papa recordó que “en el Jueves Santo, en el que Cristo nos amó hasta el extremo (cf. Jn 13, 1), hacemos memoria del día feliz de la institución del sacerdocio y de nuestra propia ordenación sacerdotal”. Y señaló tres rasgos significativos en la alegría sacerdotal: “es una alegría que nos unge –dijo- (no que nos unta y nos vuelve untuosos, suntuosos y presuntuosos), es una alegría incorruptible y es una alegría misionera que irradia y atrae a todos, comenzando al revés: por los más lejanos”.

Por los que ya tienen varios años de ministerio “que sepan rezar como Nehemías: la alegría del Señor es mi fortaleza” (cf. Ne 8,10), dijo y pidió también por los sacerdotes ancianos, sanos o enfermos “que sientan la alegría de pasar la antorcha, la alegría de ver crecer a los hijos de los hijos y de saludar, sonriendo y mansamente, las promesas, en esa esperanza que no defrauda”. (Diario El Argentino)