jueves, 6 de marzo de 2014

marzo 06, 2014
JMRM

Hace varias semanas, acudí por encargo a las oficinas del Diario de Yucatán a pagar un obituario.

No hubiera ido por iniciativa propia. No porque no apreciara a la persona fallecida sino porque sé lo mal que los empleados de Grupo Megamedia (empresa dueña del Diario) atienden a los clientes y desde hace meses tengo el firme propósito de no destinar un centavo de mi dinero a dicha compañía.

Llevaba una foto de la persona, pero la vendedora de mostrador Brenda Sosa Sierra me dijo que la imagen debía ser de los últimos diez años, tras lo cual tuve que correr a mi casa para enviarle una foto más reciente por correo electrónico.

Más tarde tuve que llamar a la redacción, ya que la señorita Sosa Sierra entiende por hermanos políticos a los cónyuges de los hermanos, mas no a los hermanos del cónyuge, por lo cual tachó tres nombres que tuve que pedir especialmente que se incluyeran. Por fortuna, la gente a cargo de redacción tiene más claros esos conceptos, básicos para la elaboración de cualquier nota necrológica.

El día de hoy abro el Diario en su versión electrónica y veo esto:


¿Cuál será el secreto de la fallecida para verse tan bien a los 85 años o más? Sobra decir que es evidente que dicha foto es mucho más antigua.

No descubrí el hilo negro, ni nada que no supiera ya. El Diario tiene dos pesas, dos medidas. Los clientes a quienes tienen la instrucción, desde arriba, de tratar con todas las atenciones, y los que entran desde la calle, sin ser recomendados especialmente. A los primeros todo, a los segundos lo mínimo.

Los obituarios están sujetos a horarios estrictos. Si llegas un minuto después, ya no te publican el obituario. No así los clientes VIP, a quienes se les atiende las 24 horas. Otros medios impresos no hacen esta distinción, ya que dinero es dinero, venga de quien venga.

Yo ya me había prometido que esta empresa no vería un centavo de mi dinero nuevamente. Lo hice después de que la señorita Alicia Pérez Loría se negó a venderme unas fotos por no contar con una carta de quienes en ellas aparecen dándome permiso, a pesar de que anteriormente compré varias en su portal sin contar con tal documento.