lunes, 10 de marzo de 2014

marzo 10, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Ruborosa, Dulcilí no hallaba cómo decirle a su novio que temía estar embarazada. "Ya pasaron tres semanas de mi fecha -le comentó-, y no me he enfermado". "¡Así me gustan! -exclamó entusiasmado el galancete-. ¡Sanotas!"... Himenia Camafría y su amiguita Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, tenían en sociedad una farmacia. Cierto día llegó un sujeto con traza de angustiado. Le dijo a la señorita Celiberia: "Padezco una erotomanía incontenible: cada hora debo hacerle el amor a una mujer, pues si no hago eso me vuelvo loco. ¿Qué me puede dar?". "Permítame un momentito, por favor" -le pidió la señorita Celiberia. Regresó un minuto después y le dijo al individuo: "Consulté el caso con mi socia. Podemos darle un coche y la mitad de la farmacia"... Pirulina, joven mujer con mucha ciencia de la vida, le propuso a Simpliciano, ingenuo y cándido mancebo: "Vamos a mi departamento. Acabo de comprar una cama de agua". "No, gracias -contestó el boquirrubio-. No tengo sed"... Ovonio Grandbolier era tan perezoso, pero tan perezoso, que aprovechó  para casarse la circunstancia de que un volcán entró en actividad y provocó frecuentes temblores de tierra ¡El gran harón quería lograr los movimientos de los seísmos para no tener él que fatigarse en los meneos propios del himeneo! Don Languidio, senescente caballero, le comentó a su esposa: "El médico quiere que deje el cigarro. Me aconsejó fumar solamente después de hacer el amor". "Eso está bien -respondió fríamente la señora-. Fumarte un cigarro cada tres meses es casi como dejar el vicio"... Pepito recitaba sus oraciones de la noche: "Por favor, Diosito, haz que el hijo de la vecina ya no me haga bullying. Y me permito recordarte que no es la primera vez que te menciono este asunto"... Un profesor de Filosofía llegó a su casa y sorprendió a su mujer en brazos de otro hombre. "¿Qué es esto?" -preguntó hecho una furia. La mujer se volvió hacia su compañero y le dijo con tono desdeñoso: "¿Qué te parece mi marido? Dice que es filósofo, y mira las preguntas tan idiotas que hace"... La gran interrogante ahora es si los partidos políticos podrán ponerse de acuerdo en las leyes secundarias que normarán la aplicación de las reformas hechas a la Constitución. Muchas veces resulta más sencillo introducir un cambio en la ley máxima que dar forma al marco jurídico que regulará su vigencia. Esperemos que los partidos políticos principales logren llegar a acuerdos que permitan que esas reformas, especialmente la energética, no queden en agua de borrajas, en meras entelequias sin concreción real... Un amigo de Babalucas le dijo: "Compré un telescopio magnífico. Aunque el edificio donde vives está a veinte cuadras de aquí, ayer por la tarde te estuve viendo por la ventana haciendo el amor con tu mujer". "Entonces no sirve el telescopio -afirmó Babalucas-. Yo no estuve en mi casa en toda la tarde"... Le dijo Susiflor a su mamá: "Mami: me está cambiando la voz". "¿Cómo es eso?" -se sorprendió la señora. "Sí -explicó ella-. Antes, cuando salía con muchachos, siempre les decía que no. Ahora estoy empezando a decirles que sí"... Venancio le pidió a su amigo Pacorro, boticario, que le vendiera una bolsa de agua caliente, pues la suya se le había roto y no podía dormir por causa de sus pies fríos. Le dijo Pacorro: "Las bolsas de agua caliente se me terminaron, y las que pedí me llegarán hasta la próxima semana. Entretanto llévate a mi gato, que hará las veces de la bolsa de agua caliente". Una semana después llegó Venancio a la botica. Iba todo arañado, rasguñado de los pies a la cabeza. "¿Qué te pasó?" -le preguntó Pacorro con alarma. Contestó Venancio: "Batallaba mucho para meterle el embudo al gato en el trasero, pero cuando le echaba el agua caliente se ponía siempre hecho una fiera"... Sor Bette, religiosa ya viejita, era muy terca y le gustaba hacer siempre su santa voluntad. Aquel día se efectuaba el rezo del oficio, y las monjitas debían estar todas de rodillas. Sor Bette permaneció de pie. "Hínquese, madre'' -le dijo por lo bajo una de las hermanas-. Ella siguió de pie. "Madre, hínquese'' -repitió con énfasis mayor la religiosa-. Sor Bette no se movió. "¡Hincada, madre!'' -se enojó la monja. Y replicó Sor Bette, empecinada: "Así con maldiciones menos me voy a hincar'... FIN. (Milenio)