lunes, 3 de marzo de 2014

marzo 03, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

La guapa y voluptuosa secretaria no se presentó aquel día a trabajar. El jefe de personal la llamó a su celular. Cuando ella contestó el que llamaba notó que la chica respiraba agitadamente. “¿Está usted enferma?”  -le preguntó con inquietud. “No -respondió ella-. Al contrario, pocas veces me he sentido tan bien”. “Entonces -aventuró el otro- ¿no vino porque no está contenta con su posición?”. “Estoy contentísima -replicó la chica sin dejar de respirar cada vez más agitadamente-. Y cuando acabe de hablar con usted vamos a probar otra”... Un fervoroso misionero, preocupado por la salvación de las almas de los pobrecitos paganos, se internó en lo más profundo de la selva africana, ahí donde la mano del hombre jamás había puesto el pie. Llegó a donde habitaba una tribu desconocida. “¡Aleluya, hijos míos! -les anunció a los aborígenes-. ¡He venido a salvarlos!”. “¡Y vaya que nos salvas! -le dijo lleno de júbilo el jefe de la tribu-. ¡Hace tres días que no comemos!”... Astatrasio Garrajarra, ebrio con su itinerario, iba por el parque cuando vio a una joven madre que con naturalidad amamantaba con su generoso busto a su bebé. El temulento se quitó el sombrero y le dijo ceremoniosamente a la muchacha: “Mis felicitaciones al chef”... La esposa de Capronio le reclamó, llorosa: “¿Por qué dices que te gustaría enterrar a mi mamá?”. “Mujer -respondió el incivil sujeto-, tú misma me has dicho que es un tesoro”... El maestro de Derecho Penal les explicó en forma sencilla a sus alumnos la tipificación de algunos delitos sexuales. “Miren -les dijo-. Si la mujer es mayor de edad y no quiere, eso es violación. Si la mujer quiere, pero es menor de edad, eso es estupro”. Preguntó un estudiante: “¿Y si la mujer es mayor de edad y quiere?”. Respondió el profesor: “Entonces no es delito: es buena suerte”... En el cuarto de hotel la muchacha de tacón dorado trataba en vano de escribir en el cheque que su maduro -y mohíno- cliente le había dado para que lo llenara. Le dice: “¡Caramba, señor! ¡Tampoco su pluma funciona!”... El PAN afronta pugnas interiores, e igual el PRD. Divididos están uno y el otro; hay en ellos facciones, tribus, bandos que tiran cada uno por su lado. Contrasta con eso la solidez monolítica del PRI. Hemos vuelto a los pasados tiempos de hegemonía priista, cuando el partido y el gobierno eran una misma cosa y ni una hoja de máquina se movía en el partido oficial sin la aprobación del presidente de la República. Esa “disciplina” se sustentaba, desde luego, en un eficientísimo sistema que tenía sus raíces en la corrupción. Recuerdo a un cierto líder campesino que le pidió una chamba al gobernador de su Estado. El señor le dio un empleo de oficina en cierta oscura dependencia donde no había nada qué hacer aparte de cobrar el sueldo. Aun así el hombre no se dio por satisfecho, y al mes le fue a llevar la renuncia al gobernante. “¿Por qué te vas?” -le preguntó éste. Respondió el sujeto: “Es que ahí donde me puso usté no hay manoteyo”. Quería decir que no había manoteo, es decir manos libres para llenarse los bolsillos y hacer fortuna rápida. En eso del manoteo los partidos no son distintos unos de otros, como lo muestran los desvíos de fondos en el PRI, los moches en el PAN y la compra de voluntades en el PRD. Dijo un viejo revolucionario al hablar de los maderistas, carrancistas, villistas, zapatistas, obregonistas, callistas y demás -istas de la Revolución. “Éranos los mesmos; lo que pasa es que andábanos devididos”. Pues bien: según se ve, los priistas no andan ahora devididos... Un agente viajero le contó a su amigo: “En el hotel me tocó estar junto a la habitación de unos novios que pasaban ahí su noche de bodas. Ella hablaba, y según iba usando menos palabras las cosas se iban poniendo más ardientes”. Dice el otro: “No te entiendo”. Explica el viajero: “Primero dijo ella: ‘¡Ay, Libidiano, así no se puede hacer!’. Luego dijo: ‘¡Ay, Libidiano, así no se puede!’. Seguidamente dijo: ‘¡Ay, Libidiano, así no sé!’. Dijo a continuación: ‘¡Ay, Libidiano, así no!’. En seguida dijo: ‘¡Ay, Libidiano, así!’. Luego dijo: ‘¡Ay, Libidiano!’. Y finalmente dijo con un suspiro de satisfacción: ‘¡Ay!’”... FIN..