viernes, 28 de marzo de 2014

marzo 28, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

El marido le dijo a su mujer: "Hace mucho tiempo que no tenemos sexo". Replicó ella: "No pluralices". Buñuelo Dalino, poeta surrealista, le contó a un amigo: "Fui a una conferencia sobre surrealismo". "¿De veras? -se interesó el otro-. ¿Cuántas personas asistieron?". Respondió Dalino: "Octubre". Don Algón cometió un desliz de carácter erótico-sensual. Su esposa lo acusó de adulterio, y señaló como "la otra" a Rosibel, la linda secretaria del salaz ejecutivo. El fiscal le preguntó a la apenada chica: "¿Estuvo usted aquella noche con el acusado en el Hotel Boffer?". "Sí -confesó llorosa ella-, pero es que él me engañó. Cuando se registró en el hotel le dijo al encargado que yo era su esposa"... La teogonía de los griegos, igual que todas las teogonías, estaba llena de seres espantosos. En efecto, las creencias religiosas dan origen a más monstruos que la ciencia, y la metafísica inventa horrores más grandes que los que existen en el mundo físico. Dos cabos del mar Tirreno, el uno frente al otro, presentaban para los griegos un grave riesgo en la navegación, por sus escollos y arrecifes, por las corrientes traicioneras que formaban. Con frecuencia naufragaban ahí los barcos. Así, los imaginativos habitantes de la Hélade inventaron monstruos para explicar los riesgos del paso por los cabos, y les dieron nombre: Escila y Caribdis. Pues bien: con Gustavo Madero y Ernesto Cordero como aspirantes a dirigir el PAN los panistas están entre Escila y Caribdis. Bajo la dirigencia de Madero se han visto en el partido blanquiazul casos de corrupción que nunca se habían registrado en Acción Nacional. Cordero, por su parte, representa el calderonismo de tristísima memoria. Los panistas, para decirlo en lenguaje culterano, deberán escoger entre Escila y Caribdis, entre Madero y Cordero. Y, para decirlo en lenguaje popular, tan malo es el pinto como el colorado. Había en la región sureste del continente asiático un pequeño pueblo llamado Braputrashivanagradabanaba. En el dialecto local esa palabra quiere decir "flor". El líder o gurú del pueblo era un sabio varón de nombre Uk, vocablo que significa "Señor de las alturas; hijo del cielo y de la tierra, amado de todos y venerado por su sabiduría y por la calidad de su ropa y sus sandalias". Sucedió que cerca de la aldea merodeaba un feroz tigre que cada día mataba una vaca. En vano intentaron los aldeanos darle caza: la fiera se les escabullía, astuta, y regresaba al día siguiente día a cobrar otra presa. Como Uk no tenía vacas dictaminó que aquella carnicería cotidiana era voluntad de los dioses; había por tanto que resignarse a ella. "In bamana" -respondieron los campesinos. En el dialecto local esa expresión significa: "Ni madres". Fueron y contrataron los servicios de un famoso cazador blanco, Hubert Highbuttocks, gran matador de tigres. Le dijeron que le darían su peso en oro si los libraba de la temible fiera. Highbuttocks se puso de inmediato a consumir alimentos ricos en grasas, azúcares, proteínas y carbohidratos, con el propósito de subir de peso. Luego se aplicó a buscar al tigre. No lo encontró, pues a su paso el ahora obeso cazador no sólo removía la maleza, sino hacía caer robustos árboles, con el consecuente chillar de monos y estrepitosa algarabía de aves. Tal ruido ponía sobre aviso al tigre, que se ocultaba. El afán de obtener la recompensa, sin embargo, llevó a Highbuttocks a idear una ingeniosa estratagema que, si bien era bastante peligrosa, podía hacer que el tigre saliera de su escondite y se acercara hasta ponerse al alcance de su certero rifle Magnum. Se cubrió el cazador con una piel de vaca, y así disfrazado salió aquella misma noche a la espesura, confiado en que el tigre lo tomaría por una res y se aproximaría. No había pasado mucho tiempo cuando se oyeron gritos desesperados, y tremendos alaridos de dolor. Los aldeanos pensaron que el feroz tigre había atacado a Highbuttocks. Quizá le había dado muerte ya, y lo estaba devorando. Pero en eso apareció el cazador. Caminaba penosamente; llevaba la ropa hecha girones; se le veía desgreñado y lleno de lacerias. Antes de que los campesinos pudieran pronunciar palabra les reclamó furioso el cazador: "¿Quién fue el jijo de la tiznada que dejó suelto al toro?". FIN.