miércoles, 5 de marzo de 2014

marzo 05, 2014
CIUDAD DEL VATICANO, 5 de marzo.- Primer Miércoles de Ceniza para Papa Francisco en el Aventino. Jorge Mario Bergoglio presidió el rito inicial del periodo de la Cuaresma según la tradición, exhortando a los fieles, en la homilía pronunciada en la Basílica de Santa Sabina, a aprovechar la ocasión de este tiempo de penitencia que precede a la Pascua para superar la rutina y salir del propio «terruño». Además, se pronunció una vez más en contra de las «luchas de poder» que vivimos en la cotidianidad.

Este Miércoles de Ceniza se llevó a cabo la procesión que da inicio a la Cuaresma; después la Misa y imposición de la ceniza . Hay que ir más allá del propio «terruño». El año pasado, la Misa de Benedicto XVI fue justamente a pocos días de su renuncia.

El Papa argentino llegó a las 16.30 a la Basílica de San Anselmo, sobre la colina romana del Aventino, desde donde partió la procesión de cardenales, obispos y monjes benedictinos y dominicos hacia la cercana Basílica de Santa Sabina.


En la homilía, el Pontífice comenzó su refelxión citando las palabras del profeta Joel de la liturgia de hoy, para explicar el sentido de la «conversión de los corazones». «El llamado profético constituye un desafío para todos nosotros, sin exclusión, y nos recuerda que la conversión no se reduce a formas exteriores o vagos propósitos, sino que involucra y transforma toda la existencia a partir del centro de la persona, de la consciencia. Hemos sido invitados a emprender un camino en el cual, desafiando la rutina, nos esforcemos para abrir los ojos y las orejas, pero sobre todo el corazón, para salir de nuestro “terruño”». En este tiempo marcado por «una cultura del hacer, de lo útil», la Cuaresma «nos llama a sacudirnos, a acordarnos de que nosotros somos criaturas, que no somos Dios». Bergoglio añadió: «Cuando veo en el pequeño ambiente cotidiano algunas luchas de poder por espacios, pienso: “¡Pero esta gente juega a ser Dios Creador! ¡Todavía no se han dado cuenta de que no son Dios!”». Después indicó tres elementos de este camino espiritual: oración, ayuno y limosna. En cuanto a la oración, el Papa argentino explicó que «frente a todas las heridas que nos hacen daño y que nos podrían endurecer el corazón, nosotros debemos arrojarnos al mar de la oración, que es el mar del amor sin medidas de Dios, para saborear su ternura. La Cuaresma es tiempo de oración, de una oración más intensa, más asidua, que sea más capaz de hacerse cargo de las necesidades de los hermanos, de interceder ante Dios por tantas situaciones de pobreza y de sufrimiento».

El ayuno, segundo elemento, no debe ser una práctica formal «o que en verdad nos sacie porque nos haga sentir bien. El ayuno implica la elección de una vida sobria, que no desecha, que no descarta»; debería ayudarnos, explicó, a «cultivar el estilo del Buen Samaritano, porque es una muestra de una mayor consciencia «y responsabilidad ante las injusticias, sobre todo para con los pobres y los pequeños, y es signo de la confianza que ponemos en Dios y en su Providencia». La limosna, último elemento, indica la gratuidad, «porque en la limosna se da a alguien del que no se espera recibir nada a cambio». Hoy, subrayó Bergoglio, «la gratuidad no forma parte de la vida cotidiana, en la que todo se vende y se compra. Todo es cálculo y medida. La limosna nos ayuda a compartir con los demás el propio bienestar». La Cuaresma, vivida de esta manera, «nos despierta providencialmente, nos sacude del torpor, del peligro de seguir adelante por inercia», además de llevar a los fieles a «volver a Dios». Y, se preguntó el Papa, «¿por qué debemos volver a Dios? ¡Porque algo no va bien en nosotros, no va bien en la sociedad y en la Iglesia, y necesitamos cambiar, dar un cambio, y esto se llama tener necesidad de convertirnos!».

La Misa concluyó con el tradicional rito de la imposición de la ceniza. Como un simple fiel, Papa Francisco recibió la ceniza de manos del anciano cardenal Josef Tomko, que hizo el gesto pronunciando la fórmula «Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás». Al final de la Misa, antes de volver al Vaticano, el Papa se reunió con la comunidad religiosa de los dominicos en la Curia generalicia al lado de la Basílica de Santa Sabina. El año pasado, el Miércoles de Ceniza fue el 13 de febrero, dos días después del anuncio de la renuncia al Pontificado de Benedicto XVI. Durante la Misa, que debido al flujo imponente de fieles se llevó a cabo en la Basílica de San Pedro y no en el Aventino, Joseph Ratzinger pronunció una homilía de tonos dramáticos: «Efectivamente –dijo, entre otras cosas, el actual Papa emérito al comentar las palabras del profeta Joel–, también en nuestros días muchos están listos para desgarrarse las vestiduras frente a los escándalos y las injusticias (naturalmente, cometidos por otros), pero pocos parecen dispuestos a actuar sobre el propio corazón, sobre la propia consciencia y sobre las propias intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta». (IACOPO SCARAMUZZI / Vatican Insider)