martes, 25 de febrero de 2014

febrero 25, 2014
MÉXICO, 25 de febrero.- Más allá de su aparición simultánea en dos listas de rankings mundiales --la de los hombres más ricos del mundo y la de los delincuentes más buscados-- Joaquín "El Chapo" Guzmán es el narcotraficante más mediático y popular que México ha tenido en la última década. 


A partir de su fuga de la cárcel de Puente Grande, numerosos artículos y perfiles se han escrito sobre el número uno del Cártel de Sinaloa, que lo describen como un hombre de origen campesino, presuntamente acomplejado por su baja estatura y un mujeriego cuyos amores han desembocado en nueve hijos.

El sitio Sinembargo.mx publicó en enero de 2014 algunos aspectos de su personalidad destacados en un perfil criminológico elaborado por expertos para la Procuraduría General de la República en 2005, en el que era descrito como un tipo "seductor, espléndido y protector". 

Además de las especulaciones sobre su forma de ser, se ha puesto en duda la capacidad real que tiene para operar todas las piezas del Cártel de Sinaloa. "Dice el perfil que en su realidad interna no existe la culpa porque se reconoce a sí mismo como un líder de buenos sentimientos, de modo que su rol en la organización criminal es de autor, pero sin necesidad de la operación directa, lo que lo mantiene a salvo", se publicó en el sitio.

Debido a que hasta hoy, "El Chapo" permanecía absolutamente escondido, --al contrario de su número dos, Ismael "El Mayo" Zambada, quien en 2010 fue entrevistado por el periodista Julio Scherer para la revista Proceso--se convirtió en una figura mítica, terreno de muchas pasiones que lo dibujaron con distintas máscaras: la del villano máximo de la ley, la del criminal "protegido" de los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, y hasta la del redentor, el "bueno" de los "malos", pues él y su organización supuestamente reprueban los atentados contra civiles inocentes atribuidos a organizaciones más extremistas, como Los Zetas.

Precisamente el 22 de febrero pero del año pasado, el columnista que publica esta casa editorial, Raymundo Riva Palacio, escribía: "Joaquín Archivaldo Guzmán Loera es un fantasma en el imaginario colectivo del mundo. Lo ubica entre los multimillonarios del mundo y la ciudad de Chicago lo equiparó al legendario Al Capone al llamarlo 'el criminal más buscado'. Los medios lo señalan como uno de los grandes enemigos públicos del nuevo milenio, con la capacidad de controlar el tráfico de drogas en México, Estados Unidos, Centro y Suramérica, África y Oceanía, y ser un delincuente protegido por dos gobiernos panistas. Realidad y ficción se han construido a través ante lo elusivo de un criminal que tiene una relación especial con los mexicanos poco clara. ¿Fascinación? ¿Admiración? ¿Morbo? ¿Todo a la vez?".

Riva Palacio y otros periodistas han descrito la vida del "Chapo" como la de un forajido que se desliza por el monte: "No hay información sobre cuál es el estado anímico en el que se encuentra ni tampoco qué tan grande es su capacidad operativa y de liderazgo dentro del Cártel del Pacífico. Pero para efectos de opinión pública, eso no importa".

Y lo que no se conoce a ciencia cierta sobre los criminales, la ficción ha sabido aprovechar bien. Desde hace un tiempo, los líderes de las mafias latinoamericanas se han vuelto los nuevos antihéroes de libros, películas y teleseries, desencadenando una explosión de historias y de estereotipos que se repiten con éxito en las páginas y en las pantallas.

Por eso no sorprende el anuncio de la cadena de televisión UniMás a principios de este año, en el sentido de que en octubre se estrenará una serie titulada "El varón de la droga", basada en este Guzmán Loera.

El periodista Jenaro Villamil escribió un artículo el 28 de enero en Proceso sobre el boom de las series de televisión de narcotraficantes latinoamericanos, ficticios o verídicos, como "El patrón del mal", "El cártel de los sapos", "La reina del sur" y "El señor de los cielos".

Incluso, en producciones estadunidenses como "Breaking Bad" y "Weeds", el fenómeno del narcotráfico mexicano otorgó un nuevo contexto a las series sobre crimen que antes se cimentaban en las actividades de la vieja mafia italiana.

"Los antihéroes, los bandidos, los capos de la droga sustituirán las telenovelas esquemáticas, anticuadas y mal actuadas de Televisa no por su calidad sino porque masifican finalmente ese extraño sentimiento social de odio-atracción por 'los malos' que, finalmente, resultan los benefactores en la ley de la selva", escribe Villamil en su artículo.

Y agrega: "No nos extrañemos que luego veamos una teleserie con la historia de Los Zetas y, ahora que están de moda, esta mezcla de religión criminal y Estado paralelo que son los Caballeros Templarios de Michoacán. En ambos casos, hablamos ya no sólo de un capo en particular sino de un fenómeno psicosocial que pretende combatirse con armas y ejército cuando su fortaleza radica en el miedo, la paranoia social y su enorme capacidad de corrupción". (Brenda Ramos para El Informador)