domingo, 23 de febrero de 2014

febrero 23, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre
La niñita le preguntó a su padre: “Papi: ¿todos los cuentos empiezan con las palabras ‘Había una vez...’?”. “No, hijita -respondió el señor-. Hay unos que empiezan con las palabras: ‘Hoy no: me duele la cabeza’. ‘Hoy no: estoy en mis días’, o ‘Esta noche no: mañana debo ir a ver al médico’”... El papá de Pepito lo llevó al zoológico, y ante la jaula del tigre le habló de la ferocidad del animal. Dijo el niño”. “No sé qué haría yo si el tigre escapara y te diera la muerte con sus colmillos y sus garras”. El señor se conmovió. “Dime entonces -prosiguió Pepito- qué autobús debo tomar para volver a casa”... En la cantina, frente a diez botellas de cerveza, Empédocles Etílez llamó por el celular a su señora: “Voy a llegar tarde, vieja -le anunció-. Acabo de toparme con un embotellamiento”... El doctor del pueblo fue a atender a la señora que iba a dar a luz en una cabaña del bosque. Cuando llegó era ya de noche, y la única persona que estaba ahí, a más de la parturienta, era el pequeño hijo de la mujer. El médico se vio en la necesidad de pedirle al chamaquito que lo ayudara sosteniendo una lámpara a cuya luz se llevó a cabo el alumbramiento. Alzó en alto el doctor al recién nacido y le dio la consabida nalgadita, con lo que el bebé empezó a llorar. “Péguele más, doctor -sugirió el chiquillo-. A quién se le ocurre ir a meterse ahí”... Doña Pasita era muy devota, tanto que  iba a confesarse todos los días. Con sus frecuentes confesiones aburría al padre Arsilio, y le quitaba tiempo haciéndole la relación de sus nimias culpas de mujer anciana. Cansado ya de esa piedad exagerada, cuando otra vez doña Pasita llegó al confesionario el buen sacerdote le dijo: “No te voy a confesar a menos que hayas matado a alguien o engañado a tu marido”.  La viejecita salió presurosa del confesionario. Al salir vio a su amiga, doña Rugadita, que también iba a confesarse. “Ni te formes -le aconsejó-. Esta tarde el padre está oyendo nada más asesinatos y adulterios”... Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, visitó con las señoras de su club a los presos de la cárcel. Le preguntó a un recluso: “Dígame usted, buen hombre: ¿cuándo años le impusieron de condena?”. Respondió con tristeza el prisionero: “475 años, señora”. “No se aflija -lo consoló doña Panoplia-. Ya casi se fue un día más”... Una mucama le dijo a otra: “Ya no aguanto este trabajo. Todo el día diciéndole a la patrona: “Sí, señora. Sí, señora. Sí, señora”. “Yo tampoco aguanto más -declaró la otra-. Toda la noche diciéndole al patrón: “No, señor. No, señor. No, señor”... “Lo siento -le indicó el director de la editorial al novel escritor-. Aquí manejamos sólo nombres muy conocidos”. “Ése precisamente es mi caso -se alegró el novato-. Me llamo Juan”... El guía le comentó al cazador: “Nos encontramos en una selva virgen”. “Me lo explico -replicó el otro-. Está muy fea”... En la suite nupcial le dijo la novia al novio: “¡No puedo creer que ya estemos casados!”. Contestó él: “Nada más deja que pueda desatarme este nudo del zapato y te lo demostraré”... Le confió un tipo a otro: “Mi esposa y yo ya no nos vemos por las noches”. “¿Por qué?” -se sorprendió el amigo. Explica aquél: “Un consejero matrimonial nos sugirió tener sexo todas las noches”... Le contó Susiflor a Rosibel: “Conocí a un chico que no fuma, no bebe, y no se la pasa siempre viendo en la tele partidos de futbol”. “¡Fantástico!” -exclamó, admirada, Rosibel. “Ni tanto -respondió, mohína, Susiflor-. También se hace sus propios vestidos”... La mamá de Rosilita salió embarazada. Le preguntó a la niña: “¿Qué te gustaría tener? ¿Un hermanito o una hermanita?”. Respondió la chiquilla: “Si no te afecta demasiado la figura me gustaría más bien  tener un caballito poni”... La hija de don Poseidón fue a la ciudad a inscribirse en la Universidad. Días después doña Holofernes, la mamá de la chica, recibió un mensaje de ella. Le comentó a su esposo: “Ya matricularon a nuestra hija”. Dijo con acento sombrío el vejancón: “Siempre supe que eso iba a suceder”... Aquella pareja se presentó en el hotel como marido y mujer. El encargado de la recepción le preguntó al hombre: “¿Quieren cama matrimonial o camas gemelas?”. Se volvió el caballero hacia la dama y le preguntó a su vez: “¿Qué prefieres, mi vida?”. Respondió ella: “Lo que usted quiera, señor”... FIN.(MILENIO)