viernes, 21 de febrero de 2014

febrero 21, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

La suegra de Capronio le reclamó muy enojada: "¿Usted le dijo a la vecina que soy una bruja?". "Le juro que no, suegrita -respondió el majadero-. Quién sabe cómo lo descubriría". Babalucas le preguntó a un señor: "¿Qué autobús debo tomar para ir al centro?". "El número 32" -le informó el interrogado. Horas después volvió a pasar el señor, y vio todavía ahí  a Babalucas. Le preguntó, asombrado: "¿Aún está esperando el autobús?". "Sí -contestó el badulaque-. Hasta ahora nada más han pasado 25". Don Poseidón salió de su oficina, y cuando regresó por la tarde notó que todos lo estaban esperando ansiosamente. "Eso demuestra -le dijo a su secretaria-, lo indispensable que soy". "No, jefe -respondió ella-. Lo que sucede es que se llevó usted las llaves de los baños". La mujer de don Hamponio le pidió a su marido 100 mil pesos. Le dijo el gangster: "Ahora está abierto el banco, pero cuando cierre iré a traerte el dinero". "No hagas esperar demasiado a tus pacientes -le recomendó la esposa del médico a su marido-. Recuerda que el tiempo todo lo cura". El señor Tapio le contó a un amigo: "Acabo de comprarme un aparato para la sordera. Es el mejor que hay en el mercado". Le preguntó el otro: "¿Cuánto te costó?". Respondió el señor Tapio viendo su reloj: "Un cuarto para las 2". Madanita, muchacha con bastante sobrepeso, oyó decir que el cuerpo humano contiene aproximadamente un 57 por ciento de agua. "Magnífica noticia -se alegró-. Eso quiere decir que no estoy gorda: simplemente estoy inundada". ¡Alto ahí, columnista! Noto que estás narrando sólo chistes blancos, o sea sin chiste. ¿Por qué lo haces? Porque al final viene uno que roza los últimos extremos de la sicalipsis, y es necesario equilibrar las cosas. Leyó ese desaforado cuento doña Tebaida Tridua, censora de la pública moral, e ipso facto fue acometida por un ataque de piturriaca que ningún placativo pudo atemperar, y que en tres días la dejó en los huesos. ¡Infeliz dama! ¿De dónde sacará fuerzas ahora para imponer su visión del mundo a los demás, tarea que los moralistas cumplen con ferocidad? Yo le deseo pronta recuperación, pero aprovecho su oportuna ausencia para dar a los tórculos el chascarrillo que antes anuncié. Con las debidas precauciones léanlo mis cuatro lectores. Letreros de todo orden y desorden conservo en la memoria, y otros tengo que guardo en el olvido. Recuerdo algunos. El que anunciaba: "Calzado. Se hace de hombre y de mujer". El otro que decía: "Vendo piano en 2 mil pesos. Lo menos lo menos mil". Aquel que proclamaba: "Se visten niños dioses y se capan gatos". El que advertía en el estacionamiento de un casino: "La empresa no se hace responsable de los objetos que los clientes dejen en sus vehículos, ni de sus vidas". Y este que acabo de ver en una calle de la Ciudad de México: "Tocar el claxon es clara manifestación de una sexualidad pobre. No se ponga en evidencia y respete la tranquilidad de los vecinos". Pues bien: al ver lo que está sucediendo en Venezuela me dan ganas de poner este letrero en todo el territorio mexicano: "Advertencia: populismo caudillista más adelante". Y más no digo porque ya dije bastante. Sigue ahora el execrable chascarrillo que arriba se anunció. Dos amigos, ambos entrados ya en edad, charlaban en la banca del parque al que iban cotidianamente. Veían a las garbosas chicas que pasaban luciendo con majeza sus encantos. Comentó uno de ellos: "¡Qué injusto fue Diosito con nosotros los hombres! A las mujeres les dio ese par de atributos pectorales que saben lucir con arrogancia. Mira cómo van: 'con el bravío pecho empitonando la camisa', según la bella frase del poeta jerezano. En cambio a nosotros los varones nada nos dio el Creador para presumir. Debió ponernos en la frente nuestro atributo varonil. Con él como enhiesto pendón o erguida grímpola iríamos por el mundo, igual que gallardos unicornios, mostrando al aire nuestra masculinidad". Habló el otro: "Ni lo digas. A nuestra edad, con los gurruños que ahora tenemos, iríamos más bien soplando continuamente para hacer a un lado la caída parte y que no nos obstruyera la visión". (No le entendí). FIN. (MILENIO)