viernes, 17 de enero de 2014

enero 17, 2014
Pedro Echeverría V.

1. Con excepción del gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-40) que fue el menos peor de todos los gobiernos mexicanos en por lo menos un siglo (porque le tocó aplicar la política keynesiana –como hizo Roosevelt en EEUU- para frenar el terrible desempleo provocado por la gran crisis del 29), todos los gobiernos mexicanos se han dedicado a servir fielmente a los grandes empresarios que son los que han tenido organización y fuerza para exigir o en otro caso para protestar contra cualquier medida gubernamental que no les satisfaga. Por ello los empresarios como Manuel Clouthier – máximo dirigente del Consejo Coordinador Empresarial, primero militante del PRI luego del PAN- parodiando los 10 días trágicos de febrero de 1913 que llevaron al asesinato de Madero y Pino Suárez, bautizaron en 1982 a los gobiernos sexenales priístas de Echeverría Álvarez y López Portillo (1970-82) como  “la docena trágica”.

2. Sin embargo aquel bautizo de “docena trágica” volvió a repetirse pero ahora no por los empresarios sino por los militantes del PRI calificando a los sexenios presidenciales del PAN de Vicente Fox y Felipe Calderón  (2000-12) que se distinguieron por la profunda corrupción y por las muertes y asesinatos de 100 mil mexicanos. Es bien conocido el comportamiento de esas presidencias abiertamente empresariales: uno que se dedicó ha realizar gigantescos negocios familiares y el otro que para asegurar su gobierno colocó al ejército en las calles provocando las muertes y asesinatos más grandes de la historia. El PRD no ha ocupado la Presidencia de la República, pero sí la regencia, jefatura o gubernatura del DF durante 17 años y, aunque la tendencia ha ido de la posición centrista hacia la derecha, todavía no alcanza “tan notable” calificación.

3. Revisando aquellos años de los setenta encuentro una especie de despertar de la lucha obrera en el sexenio de Luis Echeverría (LEA) y el surgimiento del “boon” petrolero durante el sexenio de López Portillo. Para recuperar la confianza por la terrible represión y matanza de estudiantes en 1968, LEA tuvo que abrir válvulas a las luchas obreras encabezadas por Rafael Galván, el FAT, los sindicatos universitarios y los asesorados por Ortega Arenas que se llamó el sindicalismo obrero independiente.  Las batallas provocaron fuertes encontronazos con el líder de la CTM Fidel Velázquez que desde 1941 ocupaba la CTM. No puede olvidarse las huelgas de la VW, de la Datsun, de Tula, de Cinsa y Cifunsa y de Spicer que gozaron del apoyo de cientos de organizaciones nacionales y extranjeras. La devaluación del peso en 1976, llevó más al desprestigio de LEA.

4. La CTM también adoptó posiciones radicales para no perder ante la expansión del descontento porque los sindicatos que se hallaban al margen de su control lograban aumentos y prestaciones muy por encima de lo otorgado a ella. En la rama automotriz, los trabajadores de la VW, Chrysler y Nissan obtuvieron logros basados en su participación y el sindicalismo independiente seguía proliferando. La CTM planteó la implantación de la semana laboral de 40 horas con pago de 56 y dio muchos argumentos para demostrar que se beneficiarían los obreros, sus familias, la producción y el país. Obvio, los empresarios se opusieron hablando de la inflación, de la reducción de exportaciones y el mercado interno, así como que habría más desempleo. Los empresarios presionaron atrasando la resolución hasta el fin del gobierno de LEA.

5. Se logró la demanda pero sólo en sectores como la burocracia, el magisterio, los bancos y empresas paraestatales; pero en las fábricas privadas sólo sirvió para firmas de contratos colectivos. La realidad es que con la aparición de la “gran bonanza petrolera” en 1977 y el arribo  al gobierno de López Portillo (JLP), las luchas obreras fueron desviadas. En ese año de abrió la Reforma política-electoral que otorgó gigantescos privilegios a los partidos políticos. Fue un golpe magistral que asestó la burguesía política al movimiento social y obrero que avanzaba hacia su independencia. Dado que los “intelectuales” y políticos de centro-izquierda estuvieron muy contentos porque ya podían acceder a la legislatura, casi nadie ha querido ver y estudiar esa Reforma como un fuerte golpe al movimiento social.

6. El gobierno de López Portillo y el “boom” petrolero produjo enormes riquezas y engañó tanto a México que JLP gritó que “no había desempleo porque habían vacantes”. Desapareció la lucha electricista, la de lo sindicatos del la UNAM y otros más. La realidad es que la calificación empresarial de “docena trágica” fue por el disgusto que les provocó JLP cuando vino la estatización de la banca” aquel septiembre de 1982, pero los millones de la venta del petróleo y los miles de negocios a su alrededor,  fueron a parar en las bolsas de los más poderosos empresarios y políticos y la presión de los sindicatos independientes concluyó en 1977 con la “reforma política” que otorgó cargos y mucho dinero entre los partidos. Lo que hoy se vive en los acuerdos de recámara y los pactos entre los partidos, nació entonces.

7. La válvula de escape que abrió el gobierno de LEA en 1970 para paliar o desviar el descontento que produjo la década de los sesenta, en particular la matanza de 1968, logró cerrarse siete años después. Las huelgas y grandes movilizaciones, así como las guerrillas rurales y urbanas de esos mismo años, casi desaparecieron en automático cuando se capturó a partidos, militantes e “intelectuales” de centro-izquierda desesperados por cobrar “sus sacrificios” anteriores. Nuestra debilidad política en la izquierda social de hoy viene de aquellos años en que fue subsidiado lo oportunismo rampante por el electoralismo. Espero que no vuelva a repetirse, pero puede ser sólo un simple deseo ante una realidad en que el control capitalista sólo cambia de forma y de métodos, pero resulta exactamente lo mismo. (16/I/14)