jueves, 12 de diciembre de 2013

diciembre 12, 2013
CIUDAD DEL VATICANO, 11 de diciembre.- En una plaza de San Pedro vestida ya de Navidad, unos 30 mil peregrinos y fieles han llegado hoy desde todos los rincones del mundo para asistir a la audiencia general de los miércoles del papa Francisco que, como de costumbre, ha realizado varias vueltas a la plaza a bordo de un coche jeep.

No tengáis miedo del Juicio final de Dios, pero abrid el corazón a su amor. Estas han sido las invitaciones expresadas por el papa Francisco durante la última catequesis sobre la fe, reflexionando sobre la afirmación “creo en la vida eterna”.

En especial ha insistido sobre el juicio final, “pero”, ha dicho, “¡no tened miedo! Escuchemos lo que dice la Palabra de Dios. Sobre esto, leemos en el evangelio de Mateo: Entonces Cristo “vendrá en su gloria, con todos sus ángeles... y se reunirán ante él todos los pueblos, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras, y pondrá a las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda... Y se irán, estos a suplicio eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt 25,31-33.46)”.

Después de la catequesis, el Papa ha recordado que ayer Cáritas lanzó una nueva campaña mundial para luchar contra el hambre y el desperdicio de comida con el lema: “Una sola familia humana, comida para todos”. “Una sola familia humana, ¡comida para todos! --ha exclamado el Papa--, ¿lo recordamos? ¿Lo repetimos juntos?"

Cuando pensamos “en la vuelta de Cristo y en su juicio final” --ha dicho el Pontífice-- que manifestará, hasta sus últimas consecuencias, el bien que cada uno haya realizado o habrá dejado de realizar durante su vida terrenal, percibimos que nos encontramos frente a un misterio que nos sobrepasa, que no logramos siquiera a imaginar. Un misterio que casi instintivamente suscita en cada uno de nosotros un sentido de temor, y quizá también de temblor. Pero si reflexionamos bien sobre esta realidad –ha subrayado-- ésta no puede sino ensanchar el corazón de un cristiano y construir un gran motivo de consuelo y de confianza”.


Por este motivo –ha continuado-- el testimonio de las primeras comunidades cristianas suena ahora más que sugerente. Éstas, de hecho, solían acompañar las celebraciones y las oraciones con la aclamación Maranathà, una expresión construida de dos palabras aramaicas que, según como sean pronunciadas, se pueden entender como una súplica: “¡Ven, Señor!”, o bien como una certeza alimentada por la fe: “Sí, el Señor viene, el Señor está cerca”. Es la exclamación con la que culmina toda la Revelación cristiana, al término de la maravillosa contemplación que se nos ofrece en el Apocalipsis de Juan (cfr Ap 22,20)”.

El Papa ha explicado que el “juicio final ya ha comenzado, empieza ahora, en el curso de nuestra existencia. Este juicio viene pronunciado en cada instante de la vida, como respuesta de nuestra acogida con fe de la salvación presente en Cristo, o por el contrario, de nuestra incredulidad, con consiguiente cerrarnos en nosotros mismos”.

Y después sin leer el texto preparado ha puesto en evidencia: “Pero si nosotros nos cerramos –nosotros mismos-- al amor de Jesús, sonos nosotros mismos que nos condenamos. Somos condenados por nosotros mismos. La salvación está en abrirse a Jesús y Él nos salva. Si somos pecadores –todos, todos lo somos, ¡todos!-- le pedimos perdón y si vamos a Él con el deseo de ser buenos, el Señor nos perdona. Pero para ello hay que abrirnos al amor de Jesús, que es más fuerte que todas las otras cosas. El amor de Jesús es grande, el amor de Jesús es misericordioso, el amor de Jesús perdona, pero tienes que abrirte y abrirte significa arrepentirse, acusarnos de cosas que no son buenas y que hicimos”.

Y después Francisco ha concluido: “Adelante, piensen en este juicio que comienza ahora. Adelante, asegurándonos de que nuestro corazón se abra a Jesús y a su salvación; adelante sin miedo, porque el amor de Jesús es más grande y si pedimos perdón por nuestros pecados, Él nos perdona. ¡Es así Jesús! ¡Adelante, pues, con esta certeza, que nos llevará a la gloria de los cielos. ¡Gracias!”.

Después de la catequesis ha recordado que ayer Cáritas lanzó una nueva campaña mundial para luchar contra el hambre y el desperdicio de comida con el lema: “Una sola familia humana, comida para todos”. “Una sola familia humana, ¡comida para todos! --ha exclamado el Papa--, ¿lo recordamos? ¿Lo repetimos juntos?Una sola familia humana, ¡comida para todos!... los millones de personas que sufren el hambre no tiene que paraizarnos, sino  –ha insistido Francisco-- empujarnos a actuar, todos, solteros, familias, comunidades, instituciones, gobiernos, para eliminar esta injusticia. El Evangelio de Jesús nos muestra el camino: fiarse de la providencia del Padre y compartir el pan diario sin desperdiciarlo. Animo a Cáritas a llevar adelante este objetivo e invito a todos a unirse a esta “onda” de solidaridad”.

Y el Papa, con motivo de la fiesta de la Vírgen de Guadalupe –en México, uno de los santuarios más frecuentados de toda América Latina-- ha dedicado un mensaje especial a Latinoamerica: en español ha recordado que el mensaje de Guadalupe es “una señal profética y un abrazo para todos los habitantes de las diversas tierras latinoamericanas”. “Este abrazo de María, ha dicho el Pontífice, ha caracterizado siempre Latinoamérica: una tierra donde pueden convivir distintos pueblos, una tierra capaz de respetar la vida humana en todas sus fases, desde el seno materno hasta la vejez, capaz de acoger los emigrantes, así como los pobres y los marginados de cuaquier época. Una tierra generosa”.(Vatican Insider)

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