lunes, 16 de diciembre de 2013

diciembre 16, 2013
Juan Acuesta Rodríguez

Nunca hay tiempo suficiente en la vida para tener enfrente al Señor Nuestro Dios.

Buenas noches. Siempre he escrito y he sido crítico de asuntos políticos. Hoy, con el respeto y admiración que me merece Fernando Presbítero, me referiré a él como la gran y valiosa persona que fue.  

El padre Fernando Castro nació en la ciudad de Valladolid, Yucatán, el 23 de junio de 1933 e ingresó al Seminario Conciliar de Nuestra Señora del Rosario y San Ildefonso en septiembre de 1949, donde cursó todas las etapas de su formación sacerdotal, hasta que fue ordenado presbítero el 11 de junio de 1960 por el Excelentísimo Arzobispo don Fernando Ruiz Solórzano, en la parroquia de San Servacio, Valladolid. En su largo período como sacerdote, siempre demostró su entrega y amor a Cristo y su amor por el pueblo, en cada una de las parroquias en donde en alguna ocasión fungió como párroco. Un hombre muy inquieto y de grandes ideas. Muy a pesar de sus males, que lo fueron disminuyendo poco a poco, nunca dejó de celebrar la Sagrada Eucaristía. 

La Arquidiócesis de Yucatán refiere su trayectoria de cincuenta y tres años de fecunda labor pastoral. Fue vicario cooperador de la parroquia de Santiago Apóstol en Mérida (1960-1963); asesor del Colegio Central (1963-1966); vicario cooperador de la parroquia del Perpetuo Socorro, Itzimná (1966-1967); párroco de Santa Clara, en Cenotillo (1967-1970); párroco de Nuestra Señora de Guadalupe, Tizimín (1970-1978); director espiritual del Seminario Menor (1978-1985); director espiritual del Curso Propedéutico en el Seminario (1985-1987). Párroco de San Antonio de Padua, en el fraccionamiento Reparto Las Granjas (1987-2000); rector de la iglesia del Espíritu Santo en el fraccionamiento Jardines de Mérida (2000-2009); rector de la Iglesia de Santa Isabel, desde el año 2009 hasta el día de su fallecimiento. 

En algunos lugares, la gente se decía que tardaban mucho sus misas. Él lo sabía, pero siempre decía que no hay tiempo suficiente en la vida para tener enfrente al Señor Nuestro Dios, lo cual es una gran verdad.  

De niño, las que fueron sus maestras decían que era muy inquieto y muy travieso, pero muy inteligente y muy dedicado, en lo cual no se equivocaron. Siempre humilde y atento a los feligreses, para los cuales siempre tenía una respuesta para calmar su mal, su rabia o su rencor. 

Fernando Castro Andrade, el día de ayer en una misa de cuerpo presente concelebrada por el Arzobispo Emilio Carlos Berlie Belaunzarán y el clero de Yucatán, 13 sacerdotes. Emilio Carlos destacó la gran pérdida que la Arquidiócesis tenía por la partida de este hombre, pero también mencionó todos los valores y atributos que en vida hizo y dejó a la grey católica. 

Ante una multitud que lo veló, que hizo guardias ante su féretro, gente de todas las clases sociales de diversos puntos de Yucatán, centenares de personas que lo querían despidieron a Fernando presbítero con lágrimas y aplausos. Un emotivo final para un gran y humilde personaje como lo fue este señor. Una emotiva despedida que no requirió de publicidad ni promoción alguna, más que el amor a un ser de tanto valor. 

Aún lo recuerdo en su silla de ruedas entrando a la parroquia a celebrar la Sagrada Eucaristía. Aún lo recuerdo cuando me le acerco con mi esposa para agradecerle las misas que durante un mes ofició por un familiar nuestro que quiso mucho. Su respuesta fue inmediata: "Amor con amor se paga". 

Nosotros, junto con esa multitud, lo acompañamos a su última morada al encuentro con Dios Nuestro Señor.

Descanse en paz Fernando Presbítero.