lunes, 18 de noviembre de 2013

noviembre 18, 2013
Opinión de JMRM

"Si no haces el Servicio Militar no podrás conseguir ningún trabajo", me dijo hace ya más de 10 años un compañero de secundaria. Él, como yo en su momento, fue víctima del engaño de quienes mienten para mantenernos sometidos.

Hace varias décadas, el Servicio Militar era un verdadero martirio. Los jóvenes de 18 años a fuerzas tenían que irse a Veracruz por varios meses y verse sometidos al sistema castrense.

Hoy día esta práctica arcaica y autoritaria se ha visto degradada a una mera molestia: Ir los fines de semana a la base de la 42 Sur, alfabetizar en zonas marginales, cortar el pelo a la gente y arrancar hierba y participar en el desfile con motivo de la Independencia en septiembre. Eso sí, persiste la insistencia en la obediencia, ya que es la última oportunidad del Estado de, obligatoriamente, recordarte que antes que ser un individuo eres de su propiedad y tienes que obedecer porque sí o sí. Todo esto usando una playera blanca con las siglas SMN y pantalones de mezclilla.

Así que cuando fue mi turno, en el año 2005, registré mis datos en la oficina de la 62 (Junta Municipal de Reclutamiento). A las personas que ahí "trabajaban" entonces les valía su trabajo y lo hacían con la mayor lentitud posible y con mala cara. Más de una persona tuvo que tomarse de nuevo la foto, ya que era muy importante que fuera de cierto tipo. Cosa que, por supuesto, no informaron en la convocatoria.

Finalmente llegó el día del sorteo, en el Estadio Kukulkán. Lleno a tope. Pude distinguir a aquel ex compañero entre la multitud porque era, y seguía siendo, mórbidamente obeso. Sabía que él, al igual que yo, hizo el trámite por miedo.

Algún pelele de Gobernación Municipal habló sobre el valor de cumplir con la patria y demás clichés, y comenzó el sorteo.

Gran alivio y alegría sentí al ver que no me tocó. Que tendría la cartilla sin hacer nada en absoluto. Tal fue mi alegría que de ahí tomé un taxi (no disponía de vehículo propio) para celebrar que, gracias al azar, ya era libre. Nunca más tendría que hacer un juramento a la bandera, parado en el sol, ni aguantar órdenes que no quisiera acatar. El no tener que hacer el SMN fue el inicio de mi vida adulta.

A ocho años de este sorteo mi cartilla sigue donde la dejé tras obtenerla: En un cajón. Jamás me la pidieron para solicitar o entrar a ningún trabajo o escuela, ni para tramitar mi credencial de elector, o viajar en autobús a otro estado. Jamás he oído que se la pidan a alguien para salir del país, comprar cigarros o alcohol. No es más que un papel completamente inútil.

Otra cosa que jamás he oído es que vayan a buscar a su casa a quienes no hacen el trámite para el sorteo, falten a éste o, si les tocó "servir a la patria", falten un sábado.

Me doy cuenta de que pude no haberlo hecho y nada en mi vida hubiera sido diferente. No me interesa ser policía ni empleado federal, así que jamás me hubiera sido útil la cartilla.

Entonces me pregunto ¿Qué fin tiene el servicio militar? En mi opinión, sólo sirve para recordarle al individuo que está sometido al Estado, y que éste no tenga presente que sólo está sometido si se deja.

¿Qué pasaría si se lanza la convocatoria un año y nadie acude? Por desgracia nunca lo sabremos, ya que vivimos en una sociedad donde la obediencia, por arbitraria e inútil que sea la orden, es casi absoluta.

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