En la época de las revoluciones intestinas de Yucatán, después del famoso combate de Dzitás, un curandero cubano de apellido Ramos que además era hábil cocinero, confeccionó y sirvió a los jefes y oficiales vencedores un suculento almuerzo utilizando, según dijo, la carne de unos cerdos que cayeron en la plaza durante la refriega.
Mas he aquí que alguien vino a decir al General Cantón que lo que estaban comiendo era carne humana. Alguien propuso fusilar a Ramos sin formación de causa; pero Cantón se opuso, porque no tenía otro que curase a los heridos y porque además podía ser (como es probable que fuese) una calumnia de los enemigos del "doctor".
Mas he aquí que alguien vino a decir al General Cantón que lo que estaban comiendo era carne humana. Alguien propuso fusilar a Ramos sin formación de causa; pero Cantón se opuso, porque no tenía otro que curase a los heridos y porque además podía ser (como es probable que fuese) una calumnia de los enemigos del "doctor".
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